Géneros Mar 29, 2022

El 2001 y el feminismo popular: «Pasaron dos décadas y seguimos sosteniendo las ollas»

Hace 20 años la crisis social y económica que culminó con una rebelión popular tuvo como protagonistas fundamentales a las mujeres de los barrios populares. Johana Benitez, referenta barrial del comedor Los Solcitos en la Villa 20 (Lugano) y militante de Mala Junta-Soberana, repiensa aquellas jornadas a la luz del feminismo popular.

El concepto de feminización de la lucha nace para nombrar lo que sucede en los territorios y el rol que las mujeres y feminidades jugaron en la defensa y conquista de derechos. Los conceptos buscan explicar realidades y procesos que para otres son experiencias de vida. La experiencia política de Johana se forjó y construyó en esas luchas y resistencias, poniéndole el cuerpo a la crisis, primero en los barrios y después en las calles, cortes y asambleas. Sosteniendo las ollas, cuidando a los pibes.

En aquel momento, Johana militaba en el MTD de Lugano, y si bien no se hablaba de feminismo popular, sí se veía a estas mujeres siendo protagonistas de la historia peleando contra el hambre, que era una de las consecuencias más concretas del neoliberalismo. No se hablaba tampoco de interseccionalidad, pero esos cuerpos sentían y peleaban contra múltiples opresiones, porque además de mujeres eran pobres. Hoy, 20 años después, es posible revisitar aquel diciembre -y lo que siguió- desde el feminismo actual.

– ¿Qué rol tuvieron las mujeres en las jornadas de diciembre de 2001?

– Era esencial, armaban ollas populares al costado de los cortes que a veces duraban días y semanas. También muchas se hacían cargo del cordón de seguridad. Y aunque pocas eran las voceras para transmitir nuestros reclamos en la mesa de negociación, la mayoría de las estructuras de los movimientos piqueteros se sostenían por las mujeres.

– ¿Se modificó la inserción política y la militancia de las compañeras al interior de los barrios a partir de la experiencia piquetera?

– Sí, se fue modificando a medida que se iba viendo que el organizarse daba sus frutos ante el reclamo al gobierno. Se pudieron conseguir varias herramientas que para ese entonces eran súper valiosas ante la crisis: alimentos, financiación de talleres productivos y Planes Trabajar. Todo eso hubiera sido imposible sin militancia.

– Se habla mucho de que las compañeras “pararon y paran la olla”, ¿cuál era el sentido entonces y cuál hoy? ¿Qué sentidos se mantienen y cuáles variaron en estos 20 años?

– En el 2001 las ollas eran diferentes, en los cortes eran colectivas, desde la leña hasta los alimentos que eran para cocinar venían de distintas organizaciones, nadie se quedaba sin comer. A veces las jornadas de lucha eran largas y nunca faltaba el agua caliente. En el fogón la prioridad siempre eran les niñes, las compañeras y por último los compañeros.

A pesar de que pasaron dos décadas seguimos sosteniendo las ollas. Pero nuestro trabajo quedó tapado, puertas adentro de nuestros barrios populares. Como siempre las compañeras priorizamos estos espacios como sostén de familias enteras, que dejaron de comer en sus casas para hacerlo en espacios colectivos.

Visto desde una perspectiva actual, ¿pensás que las luchas piqueteras tuvieron rasgos feministas?

– Siempre las luchas de los movimientos tienen rasgos feministas y esta no fue la excepción. Nosotras nos organizábamos en el barrio, participábamos de marchas, cortes y acampes, armábamos las rondas donde se discutía dónde cortábamos y por qué.

Aprendimos a la fuerza que la salida para poder sobrevivir sin lugar a dudas era colectiva, que en los espacios de lucha, si no tenías ningún alimento para aportar a la olla, solo bastaba con tu fuerza de voluntad para ayudar en la tarea. Ahí se transforma todo, porque todos ganan por igual, ese plato de comida que no teníamos en nuestra casa. Y no nos quedamos esperando, salimos a buscarlo y aprendimos que nuestro escenario para que escuchen nuestra voz de reclamo eran las calles, paramos todo hasta que nos dieran respuesta. Nos mostramos por qué existimos, salimos de nuestros barrios a exigir respuestas, organizadas avivando el fuego, sosteniendo ollas, siendo actoras principales para cambiar nuestra realidad en ese entonces y ahora con otra nueva herramienta, que nos abraza y nos iguala, nos llena de derechos y luchas que es el feminismo popular.

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