Korybko es especialista en la estrategia geopolítica de EE.UU. y sus nuevas formas de intervención a nivel global. En 2019 se editó en Argentina su libro Guerras Híbridas. Revoluciones de colores y guerra no convencional (Batalla de Ideas). Allí analiza los fundamentos teóricos que sustentan las acciones de Washington y que se pueden observar con claridad en el conflicto que se viene desarrollando en Ucrania desde 2014.
Considera que la invasión de Rusia iniciada en febrero “es un movimiento preventivo en defensa de múltiples líneas rojas de seguridad nacional” que fueron cruzadas por la alianza militar Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). No obstante, analiza que “no se necesita más nada para que este conflicto geopolítico ya sea un éxito” desde el punto de vista de EE.UU. porque logró alinear a gran parte de Europa detrás de su estrategia.
– Como en toda guerra, existe un debate sobre las causas y responsabilidades del conflicto. Mientras la OTAN asegura que Rusia invadió Ucrania por su afán expansionista, desde el Kremlin sostienen que fue una medida defensiva ante el avance de la alianza atlántica hacia el Este ¿cuál es tú mirada respecto a este punto?
– La operación militar especial de Rusia en Ucrania es un movimiento preventivo en defensa de múltiples líneas rojas de seguridad nacional cruzadas por la OTAN. Esta operación se precipitó por el inicio de una tercera ronda de hostilidades por parte de Kiev, alentada por EE.UU., en el marco de la guerra civil contra el pueblo de Donbass, originario de Rusia. Dicha guerra, que fue considerada por Moscú como genocida, comenzó aproximadamente una semana antes de la operación militar de Rusia.
La inteligencia rusa temía que EE.UU. usara dicho acontecimiento como pretexto para desplegar más «sistemas antimisiles» y armas de ataque en la región, incluso posiblemente en la propia Ucrania, lo que podría servir para erosionar gradualmente las capacidades de segundo ataque nuclear de Rusia (NdeR: en estrategia militar, se denomina “segundo ataque nuclear” a la capacidad de responder a una agresión nuclear en primera instancia). También descubrieron que la OTAN estableció una infraestructura militar clandestina en Ucrania y que Washington estaba ayudando a ese país a investigar armas biológicas y nucleares.
El escenario emergente era que la OTAN podría haber lanzado un ataque convencional y sorpresivo contra Rusia desde Ucrania después de neutralizar las capacidades de segundo ataque nuclear de su objetivo, tal vez primero usando las armas de destrucción masiva (ADM) de Ucrania para chantajearlo y luego, empleando medios más duros si Moscú se negaba a someterse. Eso podría haber provocado efectivamente la Tercera Guerra Mundial, ya que Rusia podría haberse desesperado lo suficiente como para usar armas nucleares en defensa propia como último recurso.
Al intervenir cuando lo hizo, el presidente Putin echó a perder los planes de la OTAN. Logró evitar todo lo que se suponía que seguiría en los próximos años, o tal vez incluso meses. Sin embargo, los medios masivos occidentales, liderados por EE.UU., utilizaron su dominio sobre la narrativa global para lograr tergiversar su accionar y presentarlo como un agresor a fin de convencer al público de que Washington era inocente en las causas de esta crisis de seguridad sin precedentes.
– La guerra en Ucrania logró alinear a la OTAN y gran parte de Europa en contra de Moscú. Fue así que se canceló el gasoducto Nord Stream 2 con Alemania y se impusieron sanciones sin precedentes contra Rusia. A su vez ha llevado al Kremlin a estrechar lazos con China, una alianza contraproducente para Washington ¿Quiénes resultan beneficiados con este conflicto?
– El camino que se viene recorriendo es el de un mundo que se está dividiendo entre quienes se aferran a la hegemonía unipolar en declive de los EE.UU. y sus oponentes que están trabajando activamente para acelerar el Orden Mundial Multipolar emergente. El primer modelo se describe como un «orden basado en reglas», aunque en realidad, está lleno de dobles estándares impuestos selectivamente en pos de los intereses geoestratégicos de Washington. En tanto, el segundo modelo apoya el orden legítimo basado en reglas consagrado por la Carta de la ONU.
EE.UU. golpeó el látigo notoriamente y obligó a sus vasallos a alinearse contra Rusia, lo que a su vez obligó a Moscú a acercarse aún más a Beijing. Esas dos grandes potencias multipolares funcionan como los motores duales del orden mundial emergente que pretende devolver las relaciones internacionales al modelo previsto originalmente por la Carta de la ONU, la cual nunca llegó a concretarse debido al inicio de la Antigua Guerra Fría poco después de su promulgación y luego, al breve período de unipolaridad que comenzó en 1989-1991.
Existen dos polos, que son esencialmente el estadounidense y el chino. En tal escenario, se debe tener en cuenta que Rusia no es lo suficientemente influyente a nivel mundial como para reconfigurar la totalidad de las relaciones internacionales como lo puede hacer potencialmente la República Popular. Entre dichos polos, hay varios otros polos de influencia emergentes que tienen una autonomía muy estratégica, tales como Turquía, Irán, Pakistán e India, todos los cuales se han mantenido neutrales en la Nueva Guerra Fría.
Aunque Ankara votó en contra de Moscú en la Asamblea General de la ONU, se ha negado a imponer sanciones en su contra, no ha cerrado su espacio aéreo a los aviones rusos, está considerando el uso de monedas nacionales en el comercio bilateral y albergó negociaciones entre rusos y ucranianos durante el Foro de Diplomacia de Antalya y luego en Estambul. Esto demuestra que su voto mayoritariamente simbólico en la ONU enmascaró la verdadera sustancia neutral de su política hacia este tema tan delicado.
El pensador indio Sanjaya Baru postuló hace unos años que el orden emergente puede describirse mejor como una bimultipolaridad. Lo que quiso decir con esto es que las superpotencias estadounidense y china seguirán siendo los actores internacionales más poderosos, debajo de los cuales se encuentran varias grandes potencias como Rusia, India, Turquía y algunas otras como Brasil, por ejemplo. La relación entre estas superpotencias y las grandes potencias, y de las grandes potencias entre sí definirá el futuro de las relaciones internacionales.
Los países pequeños y medianos por debajo de estas dos categorías de Estados comparativamente más influyentes también adaptarán, de manera flexible, sus relaciones con ellos y entre ellos mismos. Estas relaciones, que se ven constantemente recalibradas, harán que las relaciones internacionales sean más dinámicas, aunque también puede haber períodos en los que algunas se mantengan constantes. Sin embargo, se espera que el futuro siga cambiando y que todo continúe desarrollándose muy rápidamente hasta que finalmente se establezca una «nueva normalidad».
– En relación al punto anterior: los bancos rusos fueron desconectados del sistema Swift y distintas tarjetas de crédito han sido canceladas en Rusia. Esto ha llevado a Moscú a fortalecer canales financieros independientes a los controlados por occidente ¿puede Rusia afrontar las sanciones mediante estos mecanismos alternativos? ¿El resultado de esta guerra puede llevar a una transformación del sistema económico mundial?
– Hubo una planificación previa y sin precedentes de imponer un régimen de sanciones a Rusia tras su decisión de defender legítimamente sus intereses de seguridad nacional en Ucrania a raíz de las actividades peligrosas de la OTAN allí. Estas sanciones serán un desafío a corto y mediano plazo, pero presentarán algunas posibilidades emocionantes a largo plazo. La respuesta inmediata de Moscú fue controlar los flujos de divisas dentro y fuera del país para estabilizar el mercado interno en todos los aspectos.
Hasta ahora, esto ha tenido bastante éxito, ya que los precios no han aumentado astronómicamente como algunos podrían haber esperado. Merece la pena mencionar que Rusia es, en gran medida, autosuficiente en la producción de la mayoría de los bienes básicos y especialmente en productos agrícolas. También ha desarrollado recientemente su propio sistema de pagos financieros y otros servicios tecnológicos, aunque no son tan populares como las alternativas occidentales. Aun así, presentan una base sobre la cual construir una economía estratégicamente más autónoma.
Básicamente, lo que sucedió es que Occidente provocó que Rusia defendiera militarmente sus intereses de seguridad nacional en Ucrania para luego imponer sus sanciones planificadas y sin precedentes en su contra con el fin de «desacoplarla» de la gran potencia euroasiática. Esto también sirvió para consolidar la hegemonía decadente de los EE.UU. sobre su “esfera de influencia” en América del Norte, Europa, partes de Asia (por ejemplo, Japón) y Australia, entre otros.
Los bancos rusos ahora están cooperando estrechamente con los chinos para utilizar el sistema de pagos de sus socios y ayudar a recuperarse de este revés financiero repentino. Esas dos grandes potencias multipolares seguirán trabajando en estrecha colaboración en pos de su interés compartido de reformar el sistema financiero mundial. Tomará tiempo, pero la tendencia que se puede identificar es que aquellos monopolios financieros, de servicios y de sistemas de Occidente que están liderados por EE.UU. están llegando a su fin, mientras que los no occidentales, liderados por chinos, están aumentando rápidamente para competir con ellos.
– En tú libro ‘Guerras Híbridas. Revoluciones de colores y guerra no convencional’, editado en Argentina por Batalla de Ideas analizás la estrategia geopolítica estadounidense teorizada por Zbigniew Brzezinski de los “Balcanes euroasiáticos” y el llamado “caos periférico” alrededor de las potencias rivales ¿Qué implica esta apuesta de Washington?
– EE.UU. ha estado tentando a Rusia para que intervenga militarmente en Ucrania desde 2014, con la esperanza de atraparla en un atolladero similar al afgano que también podría servir como pretexto para las sanciones planificadas y sin precedentes que se acaban de imponer. El presidente Putin se negó prudentemente a morder el anzuelo durante el mayor tiempo posible, sabiendo muy bien que su país aún no estaba completamente preparado para sobrevivir a las consecuencias financieras si lo hubiera hecho hace 8 años.
Entre entonces y ahora, trabajó para fortalecer su autonomía estratégica en todos los aspectos, preparándose para sobrevivir a lo que inevitablemente seguiría. Para ser claros, Rusia siempre consideró los medios militares como el último recurso para resolver el cruce latente de la OTAN de sus líneas rojas de seguridad nacional en Ucrania y la región en general. El presidente Putin creía que se podía encontrar una solución diplomática al haber depositado su fe en el expresidente estadounidense Donald Trump, debido al deseo de paz de dicho líder con Rusia.
La facción antirrusa de las burocracias militares, de inteligencia y diplomáticas permanentes de los EE.UU. (el «Estado profundo») trabajó activamente para sabotearlo por razones ideológicas relacionadas con su creencia de que Rusia supuestamente constituye una amenaza estratégica mayor que China. La facción del «Estado profundo» antichino con la que Trump estaba más estrechamente asociado no estuvo de acuerdo y reclamó que la República Popular ocupara este papel. Sin embargo, al final del día, ganó la facción antirrusa del “Estado profundo”.
Al darse cuenta de la seriedad que tomaría todo, el presidente Putin se reunió con el actual presidente estadounidense, Joe Biden, a mediados de 2021 en Ginebra, aunque no resultó en nada concreto. Luego compartió las propuestas de garantía de seguridad de su país a fines de diciembre cuando se dio cuenta de que esta era la última oportunidad para resolver diplomáticamente la crisis antes de que Rusia finalmente se viera obligada a responder militarmente.
La administración Biden está fuertemente influenciada por quienes solían participar de o influenciaron a la de Barack Obama, cuya visión se vio moldeada por el Asesor de Seguridad Nacional del expresidente demócrata Jimmy Carter, Zbigniew Brzezinski. Esto explica por qué la ola de terrorismo urbano conocida popularmente como «EuroMaidan» ocurrió bajo el gobierno de Obama, al igual que la ola de revoluciones de color conocida como «Primavera Árabe», aunque ambas también se prepararon activamente bajo el expresidente George W. Bush.
Esta observación confirma que la facción del “Estado profundo” antirruso siguió siendo una fuerza constante que influyó en la gran estrategia de los EE.UU., mientras que la antichina de Trump fue una excepción. El complot de Brzezinski para desencadenar una intervención militar rusa en Ucrania finalmente se hizo realidad en febrero, casi media década después de su muerte. Pero Rusia es mucho más fuerte, estratégicamente más autónoma y está mucho mejor preparada para todo lo que vendrá ahora que si hubiera intervenido de esta manera en 2014.
EE.UU. está apostando a que, sin embargo, Rusia se haya visto presionada para actuar antes de que estuviera lista, lo que podría ser cierto hasta un punto, ya que hubiera sido mejor que se hubiera acordado una solución diplomática o que la operación especial se hubiera lanzado dentro de unos años. Pero Moscú simplemente no podía darse el lujo de esperar más para evitar encontrarse en una posición de chantaje biológico y/o nuclear ucraniano respaldado por Washington, sin mencionar que sus capacidades nucleares de segundo ataque posiblemente fueran neutralizadas primero.
– Siguiendo con tú libro planteas que la forma privilegiada de intervención estadounidense ha pasado a ser en el siglo XXI la “Guerra Híbrida” sin una intervención directa en los conflictos. Allí entran en juego las “revoluciones de colores”, la “guerra no convencional” y el “liderazgo velado” ¿Qué características tiene este tipo de guerra y cómo ha sido su desarrollo particular en Ucrania?
– EE.UU. planeó transformar artificialmente a Ucrania en una «anti-Rusia», lo que implica armar al «Estado profundo» permanente de este país hermano y luego a su sociedad contra esa nación vecina para explotarla como una plataforma proxy en pos de amenazar la seguridad nacional de su objetivo. El primer paso fue colocar a los fascistas en el poder, lo que ocurrió tras haber logrado dar golpe de la Revolución de Color “EuroMaidan”. Luego pasaron a tomar el control del «Estado profundo» de Ucrania.
Estos representantes de intereses ajenos abrieron las puertas del país a la OTAN, que posteriormente estableció una infraestructura militar clandestina en Ucrania y la ayudó en la investigación de armas biológicas y nucleares. Mientras esto sucedía, el “Estado profundo” controlado por los fascistas y respaldado por EE.UU. comenzó a imponer su ideología radical antirrusa a las masas, aunque con un éxito dispar. Aun así, terminó volviendo a un número creciente de ucranianos contra Rusia.
En última instancia, Washington esperaba que una Ucrania equipada con armas de destrucción masiva pudiera amenazar a Rusia de formas no convencionales -particularmente a través de la guerra biológica- y especialmente, después de que el Pentágono neutralizara aún más las capacidades de segundo ataque nuclear de su objetivo a través del despliegue continuo de «sistemas antimisiles» y armas de ataque en la región, incluidas las hipersónicas (una vez que estén listas). Luego usaría a Ucrania para implementar un «liderazgo velado» y librar una guerra híbrida intensa sin precedentes contra Rusia.
Estos complots fueron echados a perder por la decisión oportuna del presidente Putin de comenzar la operación militar especial en Ucrania, que destruyó la infraestructura militar clandestina que la OTAN tenía allí y detuvo la investigación de armas de destrucción masiva de ese país. También pretende desnazificar al país purgando su “Estado profundo” de esas influencias perniciosas para liberar a Ucrania, devolviéndola así a las relaciones fraternales que históricamente tuvo su pueblo con Rusia y por lo tanto, estabilizar la región.
– Si bien EE.UU. y la OTAN en su conjunto han enviado armas al gobierno de Kiev se han negado a entrar en un conflicto frontal con Rusia ¿supone esto un problema para la estrategia de la ‘Guerra Híbrida’ y el ‘Caos periférico’ que no contempla un enfrentamiento directo con otra potencia?
– El presidente Putin dejó muy claro en su discurso al pueblo ruso del 24 de febrero, cuando anunció la operación militar especial en Ucrania, que las fuerzas armadas responderán de manera decisiva a las terceras partes que intervengan directamente para detener sus acciones allí. Esto significa que hay líneas rojas inequívocas que Occidente no debe cruzar a menos que quiera desencadenar una reacción cinética por parte de Rusia, lo que podría escalar rápidamente a una reacción nuclear, considerando las capacidades de ambos lados y las tensiones existentes.
Por lo tanto, la guerra híbrida de Occidente contra Rusia a través de Ucrania, liderada por EE.UU., tiene sus límites en términos de lo que sus orquestadores son capaces de hacer contra su objetivo. El caos periférico aún abunda y está siendo explotado para galvanizar la «esfera de influencia» de los EE.UU. sobre Europa a través de la OTAN con un renovado pretexto antirruso, por lo que ya ha cumplido un gran propósito estratégico en sí mismo. Realmente no se necesita más nada para que este conflicto geopolítico ya sea un éxito desde el punto de vista de la Casa Blanca.
– Ucrania es una sociedad muy polarizada política y geográficamente. Con un nacionalismo conservador en el Oeste y centro del país y un sector rusoparlante en el Este y sur ¿Es posible sostener la integridad territorial del país en este contexto? ¿Un cambio de gobierno es suficiente para acabar con las tensiones internas?
– Las fronteras posteriores a la independencia de Ucrania fueron creadas artificialmente por Lenin y su Partido Comunista por razones políticas de interés propio relacionadas con su deseo de apaciguar a varias partes interesadas allí después de la Guerra Civil. Luego, Stalin amplió las fronteras más hacia el oeste después de que Lenin ya incorporara territorio históricamente ruso a esta nueva creación subnacional. Nikita Jruschov luego transfirió arbitrariamente Crimea a lo que objetivamente puede describirse como el mini imperio antinatural de Lenin.
El cambio ultranacionalista posterior al “Maidan” de Ucrania hacia el fascismo polarizó a la sociedad y amenazó con desatar fuerzas centrífugas a través de sus líneas de identidad, incluso entre las minorías no rusas como los húngaros, polacos y rumanos cuyos territorios históricos quedaron bajo el control de la Ucrania soviética después de la Segunda Guerra Mundial. En respuesta, Kiev tomó medidas enérgicas con más dureza que nunca, aferrándose desesperadamente a una forma autoritaria de centralización en un último esfuerzo por mantener unido al país.
Eso no quiere decir que Ucrania colapsará de modo inevitable, mucho menos a lo largo de sus innumerables líneas de identidad, sino que debe volver a respetar verdaderamente los derechos de sus minorías si quiere mantener su supervivencia en el futuro próximo, especialmente una vez que termine la operación militar especial de Rusia. Sin embargo, Kiev se muestra renuente a hacer eso, ya que teme que la devolución del poder a las regiones, especialmente sobre la base de la identidad, haga que el colapso del país sea un hecho consumado con el tiempo. Por lo tanto, esto representa una especie de dilema estratégico para todas las partes.
– Durante las últimas décadas las intervenciones militares de las distintas potencias en terceros países tuvieron un resultado negativo. En Afganistán se fortalecieron los talibán y el islamismo radical; lo mismo pasó en Libia; en Irak la caída de Saddam Hussein dio paso al surgimiento del Estado Islámico; y en Siria, si bien no se derrocó el gobierno, hubo una crisis de refugiados enorme ¿Qué puede deparar para el futuro la guerra en Ucrania y cómo puede afectar a Europa?
– Existe un potencial tremendo de que se genere un efecto contrario al que se buscó con la desestabilización deliberada de Ucrania a través de su transformación, con el paso de los años, en la «anti-Rusia». Los refugiados son el tema del que la mayoría de los observadores están hablando hoy en día, pero el verdadero problema radica en que Kiev entrega armas a cualquiera que las quiera, siempre que afirmen que las usarán para luchar contra Rusia. Debe darse por sentado que muchos grupos e individuos de ultraderecha («lobos solitarios») se armaron por estos medios.
El giro hacia la derecha en algunas sociedades europeas durante la última década hizo que las fuerzas radicales se sintieran más cómodas defendiendo abiertamente sus puntos de vista y tengan la esperanza de aprovechar el espíritu de la época para convertirlos en una corriente dominante. Lamentablemente, esto también involucra a fuerzas genuinamente fascistas o aquellas que, de facto, funcionan como tales, incluso si se describen a sí mismas de manera diferente. Algunas de ellas son militantemente antisemitas, islamofóbicas y xenófobas, lo que podría ser un mal augurio para el futuro multicultural de Europa.
Eso sin siquiera mencionar a todos los radicales europeos que se entrenaron con sus homólogos ucranianos durante los últimos ocho años, a veces yendo allí para luchar en Donbass y otras veces simplemente viajando al país para establecer contactos con movimientos de ideas afines. Una sombría red de ultraderecha se ha extendido por toda Europa como resultado directo de los esfuerzos de Occidente, liderados por EE.UU., para transformar a Ucrania en una nación «anti-Rusia» a través de la promoción de ideologías fascistas en su territorio.
Lo irónico de esto es que algunos de esos mismos gobiernos europeos son centristas, si no izquierdistas o incluso socialistas, y muy liberales. Han armado, financiado y entrenado a sus enemigos ideológicos, con la esperanza de que estos soldados de a pie mantuvieran la vista puesta en Rusia para siempre. Sin embargo, de modo ingenuo, nunca esperaron que estos pudieran redirigir su enfoque a su país, especialmente en el caso de que Ucrania sea desnazificada como lo está intentando activamente Moscú ahora mismo.
Por lo tanto, no se puede descartar que los extremistas de derecha puedan convertirse en “células durmientes” terroristas en Europa, atacando a sus oponentes ideológicos cada vez que perciban lo que consideran la “oportunidad perfecta”. De manera similar, las fuerzas de izquierda radical podrían envalentonarse ante esta amenaza, lo que podría dar lugar a más enfrentamientos callejeros entre estos bandos opuestos, que a su vez también podrían adquirir matices étnico-raciales y religiosos según la composición de los miembros de cada bando.
Una respuesta preventiva a esta amenaza emergente es que Europa se vuelva aún más autoritaria, aprovechando este argumento para que su élite afiance aún más su poder sobre el resto de la sociedad. Con el tiempo, las “libertades” que solían disfrutar los europeos (o al menos, pensaban que disfrutaban aunque nunca se hayan gozado plenamente) podrían convertirse en un recuerdo lejano a medida que el continente sufre una profunda transformación debido a estos factores sociopolíticos.
Traducción: Luis Seia