El mundo Abr 9, 2022

Una nueva aventura lunar

Desde el año 1972 que ningún ser humano puso sus pies en la superficie de la Luna. Sin embargo, después de 50 años una nueva carrera espacial entre China, EE.UU. y empresas privadas tiene nuevamente la mira en la hermana gris.

Un 13 de diciembre de 1972, Eugene Cernan y Harrison Schmitt realizaron su tercera y última caminata espacial por la Luna. La misión Apollo 17 fue histórica por donde se la mire. Fue la primera en llevar a un geólogo al espacio, fue la que mayor tiempo pasó en la superficie y la que más rocas trajo de regreso. Pero al público estadounidense poco le importó, los ratings de la televisación fueron los más bajos. Ir a la Luna ya era rutinario. 

La primera carrera espacial

¿Cómo puede un país pasar de ganar la carrera a la Luna a la apatía y el abandono? Para entender esto hay que situarse en el contexto geopolítico de esa época. En los comienzos de la década del ‘60, los soviéticos llevaban la clara delantera en materia espacial. Habían puesto el primer satélite en órbita, al primer hombre y la primera mujer en el espacio, las primeras sondas a la Luna. Estaban imparables. 

Los EE.UU. entraron en un ataque de pánico colectivo. Por un lado, se produjo un enorme shock casi filosófico/social: los éxitos soviéticos chocaban con la retórica de que el capitalismo era el único camino viable hacia el futuro. Por otro, perder el dominio del espacio exterior era resignarse a la paranoia de que los comunistas ubicarían bombas atómicas en órbita y podrían lanzarlas sin previo aviso.

Y no es que a Washington le faltara un programa espacial. A la cabeza estaba Werner Von Braun junto con otros científicos nazis. Todo esto gracias a la operación “paper clip”, una especie de canje de ciudadanía y amnistía a cambio de sus conocimientos tecnológicos. El problema no era la falta de inversión, sino que simplemente iban retrasados con respecto a sus pares soviéticos. Cada logro espacial del Kremlin era igualado por los estadounidenses, pero siempre llegaban unos meses o incluso años después. 

EE.UU. necesitaba retomar el liderazgo, pero para eso necesitaba tiempo para ponerse a punto y superar a su rival. La única forma era patear la meta. Necesitaban una lejana. Tan lejana como la Luna. El presidente John F. Kennedy lo dijo en 1962: “Elegimos ir a la Luna no porque sea fácil, sino porque es difícil”.

Lo que siguió es historia. La NASA pasó de tener un presupuesto del 1% del PBI a contar con hasta 4,5% de la torta en menos de cinco años. Cientos de miles de personas trabajaron en los programas Gemini y luego Apollo. El momento cúlmine fue para Neil Armstrong con sus piecitos en la Luna en 1969. 

Pero naturalmente, todo lo que sube tiene que bajar. Incluso antes de que se lograra el ansiado objetivo de pisar el satélite natural de la Tierra, ya en 1969 a la NASA le habían bajado el presupuesto a un par de puntos. En 1975 volvió a ser del 1% del PBI, una barrera que nunca volvió a superar. 

Sólo para poner estos números en perspectiva, en el año 2020 los EE.UU. gastaron unas 32 veces más en sus fuerzas armadas que en la NASA.

¿Una nueva carrera espacial?

Con su magro presupuesto, a la NASA no le quedó otra que volcarse a la exploración del espacio profundo mediante sondas no tripuladas. Menor costo, menor riesgo y menor impacto político. En un contexto donde el paradigma reinante era el del “fin de la historia”, con un muro de Berlín ya hecho añicos, ¿para qué seguir gastando en mandar gente en arriesgadas misiones?

Sin desmerecer los logros de la era del Transbordador Espacial, desde aquella misión Apollo 17 que ninguna persona ha dejado la órbita terrestre. Para ponerlo en perspectiva: supongamos por un momento que la Tierra tiene el tamaño de un globo terráqueo y que éste está ubicado dentro de un aula. Ir a la Luna es como salir del aula, adentrarse en el pasillo del colegio y caminar unos 10 metros más. Quedarse en la órbita terrestre a unos 400 km de altura es apenas salir de la capa de pintura que cubre al globo terráqueo. Y ni hablemos de metas más ambiciosas como por ejemplo ir a Marte; eso sería como salir de la escuela y caminar 15 cuadras.

Seamos realistas. Sin el incentivo político, la exploración se detuvo. Nunca más se soñó con ir allá lejos. O se soñó pero nunca pasó de los papeles. No había motivos, no había presupuesto, no había visión de largo plazo y no había entusiasmo. Pero por suerte algo de eso está cambiando. 

¿Qué pasó en el medio? Por un lado hay un nuevo actor en la exploración espacial: China. En realidad de nuevo no tiene nada, ya que los chinos están lanzando satélites desde 1970. Pero en las últimas dos décadas han tenido grandes logros en cuanto a la exploración tripulada. Primer astronauta en 2003, una flamante estación espacial lanzada en 2021 y ambiciosos planes para poner chinos en la luna hacia 2030.

Por otro lado están las empresas privadas. En 2002 un tal Elon Musk fundó Space Exploration Technologies Corp. El objetivo: construir un cohete 100% privado y utilizarlo para mandar carga al espacio. Los fondos: unos 100 millones de dólares producto de la participación de Elon en PayPal. Hoy, veinte años después, Space Exploration Technologies es más conocida como SpaceX. Y SpaceX es nada más ni nada menos que la empresa lider en mandar carga y humanos al espacio. De hecho están trabajando en un nuevo cohete que promete ser el más poderoso de todos los tiempos: el Superheavy/Starship. Con este planean lanzar misiones tripuladas a la Luna y luego a Marte.

En este contexto la NASA lanzó en 2017 el programa Artemis. La elección del nombre no es casual: Artemisa es la hermana gemela de Apolo. Este nuevo programa busca retomar, tras 50 años, el liderazgo en la exploración tripulada de la Luna. Y no sólo eso, sino que apunta a remendar las injusticias de la década del ‘60 en cuanto al machismo y el racismo. Por primera vez mujeres, afrodescendientes y otras llamadas minorías tendrán su oportunidad de ser elegidos y elegidas para estas misiones.

El programa Artemis aún está en su infancia. La primera misión se lanzará este año y será la prueba de fuego de su cohete. Sin tripulación dará la vuelta a la Luna y regresará, comprobando que todo funciona como se debe. 

Artemis 2 está planeada para dentro de un par de añose irá con una tripulación de cuatro personas, pero no alunizará. Recién la misión Artemis 3 será la que ponga gente de nuevo en la superficie lunar. Todo esto sucederá a lo largo de esta década, eso si no llega a haber obstáculos políticos o tecnológicos.

En futuras entregas de esta columna seguiremos discutiendo los avances de esta nueva aventura lunar.

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