El mundo Abr 16, 2022

Más allá del resultado: análisis de las elecciones presidenciales en Francia

Sin grandes cambios respecto a los comicios de 2017, creció la izquierda y el desencanto político. El ballotage entre el actual presidente Emmanuel Macron y la derechista Marine Le Pen, se presenta impredecible.

El domingo 10 de abril se llevó adelante la primera ronda de las elecciones presidenciales en Francia. El resultado fue muy fragmentado: en primer lugar quedó el actual presidente  liberal Emmanuel Macron (27,8%), seguido de no muy lejos por la derechista Marine Le Pen (23,1%), y a poca distancia por el candidato de izquierda Jean-Luc Mélenchon (22%). La elección del próximo mandatario francés se terminará de definir entre los dos primeros en la segunda vuelta que se realizará el domingo 24 del mismo mes. 

Los números de estos tres candidatos no difieren demasiado de la primera vuelta de 2017: todos subieron unos pocos puntos, y pasan al ballotage los mismos que en aquella elección (oportunidad en la que Macron se terminó imponiendo sobre Le Pen con un resultado de 66% a 34%). De esta forma, por segunda vez consecutiva la presidencia se dirimirá entre dos candidatos de perfil de centro derecha a derecha.

El actual mandatario Macron, caracterizado por una visión liberal, pro-empresaria y pro-Unión Europea en lo económico, centrista en lo social (“modernista” con fundamentos liberales y no progresistas) y con un estilo personalista en lo político, cuestión que -en un sistema político presidencialista que ya de por sí contrasta con los instituciones parlamentarias europeas- tiende a generar una imagen “monarquizante” para algunos sectores. 

Sin embargo, en esta ocasión su campaña realizó guiños discursivos en una dirección diferente, señalando la importancia de un “Estado de bienestar”. Su liberalismo también apareció desdibujado ante la toma de algunas medidas de intervencionismo económico durante la pandemia de COVID-19, lo que indica un cierto reposicionamiento para evitar perder votos por izquierda. Pese a todo, la tónica no deja de ser liberal, como puede verse en su intención de aumentar la edad jubilatoria para reducir el gasto fiscal.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, antes de hablar a sus simpatizantes luego de conocerse los resultados

¿Qué diferencias pueden marcarse en los resultados electorales con la primera vuelta presidencial de 2017? El más interesante es el ascenso de Mélenchon (Francia Insumisa, partido amplio de izquierda) del cuarto puesto al tercero, ante el colapso del Partido de los Republicanos (centroderecha tradicional). Quedó fuera del ballotage por muy poco, siendo esta su mayor oportunidad hasta el momento de ingresar al mismo. Es un dato muy significativo, además, que triunfó en cinco de las siete ciudades más pobladas del país (Marsella, Toulouse, Nantes, Estrasburgo, Montpellier), arrasó en algunos de los suburbios obreros de París como Saint-Denis, y quedó primero a nivel nacional en la franja de 18 a 24 años. Se trata del mejor resultado que obtuvo la  “lejana izquierda” (es decir, los partidos que se encuentran a la izquierda del Partido Socialista) en más de medio siglo.

Otros dos datos novedosos de esta elección con respecto a la anterior es la caída de 4 puntos en la participación electoral (marcando un crecimiento de la apatía o de la falta de identificación con los candidatos) y el surgimiento de la figura de Éric Zemmour -de la “derecha dura” al igual que Le Pen, aunque con otro perfil- que alcanzó un 7% de los votos, datos que de conjunto refuerzan un clima de debilitamiento de la legitimidad del statu quo político.

Aunque se dieron algunas novedades en el terreno electoral, no se trata por el momento de ningún giro abismal. Pero por debajo se fueron acumulando en la situación política algunos elementos que pueden influir en los resultados de la segunda vuelta, o por lo menos condicionar de manera diferente el comienzo del próximo mandato presidencial.

Los movimientos sociales cambian el tablero político

Durante el mandato de Macron la situación de Francia estuvo atravesada por varios procesos políticos. El primero de ellos fue el surgimiento (a fines de 2018) del movimiento de los Chalecos Amarillos. Impulsado por las clases trabajadoras y medias-bajas del interior de Francia ante el aumento del precio del combustible, pero reflejando un problema más estructural: la continua decadencia del antiguo tejido industrial francés y el declive más general del interior. 

El movimiento rápidamente se nacionalizó y terminó copando durante varios meses las calles de París, expresando el descontento general de amplios sectores de la población ante las consecuencias de las reformas neoliberales, la precarización y la globalización. Los Chalecos Amarillos reflejaban un amplio espectro político-ideológico con todos sus matices y contradicciones: convivían en su interior visiones de izquierda a derecha sin una clara hegemonía y con la potencialidad de ser capitalizado por ambos sectores.

Este proceso amplificó aún más una visión muy extendida sobre Emmanuel Macron como un “presidente de los ricos” con formas elitistas y arrogantes, haciendo caer su popularidad.

El siguiente punto de inflexión fue la pandemia de COVID-19. Aquí Macron adoptó (al igual que muchos otros mandatarios del mundo) medidas de confinamiento estricto, pero acompañadas de una fuerte militarización de la vida social. Profundizó una tendencia al creciente control social que el Estado francés fue implementando en los últimos años, especialmente con el argumento de los atentados islamistas.

Estas cuestiones terminaron de estallar nuevamente con las masivas movilizaciones contra el Pase Sanitario. Protestas con un contenido muy conservador, marcadas por los discursos antivacunas y conspirativos, pero que lograron arrastrar a amplios sectores que ya venían con una creciente desconfianza hacia el gobierno y un descontento general con la situación económica, social y política.

El crecimiento de la derecha y de la izquierda

En el terreno de la superestructura política, todos estos fenómenos fueron el caldo de cultivo para el crecimiento de las tres opciones percibidas como “anti-sistema”, por derecha o por izquierda: Le Pen, Zemmour y Mélenchon.

Los primeros dos capitalizan el descontento en sus aristas más conservadoras, señalando como responsables de la situación a la inmigración, el Islam (o el islamismo), el multiculturalismo y el progresismo en general. Marine Le Pen es a su vez la hija de Jean-Marie Le Pen, histórico referente de la ultraderecha francesa y simpatizante del régimen de Vichy (colaboracionista con la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial). Sin embargo, ya hace varios años Marine viene intentando suavizar su imagen reduciendo el tono de su discurso y centrándose cada vez más en problemáticas económico-sociales como la inflación y el costo de vida. Le Pen apunta sus cañones contra la Unión Europea y plantea una alternativa nacionalista francesa. En el plano geopolítico hasta hace poco tiempo sostenía la necesidad de un acercamiento a la Rusia de Vladimir Putin, aunque la invasión de Ucrania puso en crisis ese proyecto. 

Mélenchon, por su parte, capitaliza el descontento por izquierda, apuntando contra la desigualdad y el neoliberalismo, defendiendo una recuperación y ampliación de derechos sociales (salario, jubilación, salud y educación, etc.) y levantando posiciones ecologistas. Defiende el asilo de los inmigrantes, rechaza la persecución cultural al Islam y la represión a los movimiento sociales. En el plano geopolítico rechaza a la OTAN y sus guerras, y plantea que la adhesión a la Unión Europea no puede ponerse por delante de la necesidad de aplicar iniciativas ambientales y de reforma económica y social. Su programa recoge los aportes de diversos activistas, organizaciones e intelectuales progresistas.

Acto de Jean-Luc Mélenchon en París, 20 de marzo de 2022

Desde 2017 el candidato de izquierda y su partido Francia Insumisa lograron ocupar el lugar político que quedó vacante tras el derrumbe del histórico Partido Socialista francés, muy golpeado luego de la presidencia de François Hollande (2012-2017). Pero también consiguió reunir gran parte del voto de la “lejana izquierda”, dividida tradicionalmente entre una variedad de grupos de diverso origen (comunista, trotskista, etc.) y hasta del partido ecologista “Los Verdes”. Es precisamente este último perfil el que le aportó una parte considerable de su atractivo político para la juventud, atravesada por una gran preocupación ante los efectos catastróficos del calentamiento global.

Mélenchon también apunta contra el régimen político en su conjunto (la Quinta República fundada por el general De Gaulle en 1958) y en especial contra sus aspectos autoritarios, planteando como superación una “Sexta República” que permita una mayor participación ciudadana y reduzca los poderes ejecutivos. Dentro de esta propuesta se incluye la idea de convocar a una Asamblea Constituyente para rediseñar las instituciones. Con esta perspectiva se realizó en marzo una movilización en París en la que participaron más de 100 mil personas.

Perspectivas del ballotage

El resultado de la segunda vuelta es incierto. Es probable que Marine Le Pen obtenga una votación superior a la de 2017. En parte por la normalización de su presencia política y por la suavización de su discurso, pero también -y especialmente- porque la ausencia de la izquierda en esta instancia electoral la coloca como única referencia supuestamente “anti-sistema” ante los ojos de amplios sectores. 

En ese marco, el resultado estará definido por cuál de los dos rechazos sea mayoritario: al peligro de la lejana derecha o al “statu quo” de Macron. En cualquier caso, las relaciones de fuerza de fondo no dejarán de estar atravesadas por un país complejo y movilizado.

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