El mundo Abr 23, 2022

El Levantamiento de Pascua y la larga lucha por la independencia irlandesa

El aniversario de una derrota militar que con el tiempo se convirtió en una victoria política fundamental para el pueblo de Irlanda y las luchas anticoloniales en todo el mundo.

El 24 de abril de 1916, mientras se celebraba la Pascua y el Reino Unido concentraba sus esfuerzos militares en la Primera Guerra Mundial, fuerzas republicanas irlandesas se alzaron en armas en Dublín contra el dominio de la Corona y por la proclamación de una república independiente. Si bien el alzamiento fue sofocado, la acción revitalizó la lucha por la futura independencia, y se constituyó en el principal hito de la resistencia nacionalista en Irlanda.

Siete siglos igual

Irlanda es una isla ubicada en el noroeste de Europa cuya población, de origen celta, adoptó  el catolicismo en el siglo V. Desde la época medieval permaneció, con distintas modalidades, bajo el dominio de la monarquía inglesa, que invadió el territorio por primera vez en 1171. Aunque a lo largo de los siglos los gaélicos intentaron rebeliones, Inglaterra mantuvo su dominio.

Este  largo proceso de colonización implicó el envío de población británica de confesión protestante, fundamentalmente ingleses y escoceses, que mediante la fuerza despojaron a los nativos de las tierras productivas que habitaban, desplazándolos a zonas más pobres y cobrándoles impuestos. 

Con la llegada de Oliver Cromwell en 1649, la ocupación británica y el clima de violencia se recrudecieron, monopolizando los protestantes ingleses el poder político y la propiedad de la tierra. Para consolidar el esquema colonial, se generó además un fuerte menosprecio hacia la comunidad católica e irlandesa, que desde entonces fue víctima de discriminación y represalias constantes. A comienzos del siglo XVIII se dictaron leyes que prohibían a los católicos usar la lengua irlandesa, votar, integrar el parlamento, ejercer el derecho, servir en el ejército o comprar tierra, entre otras restricciones. 

La casa no estaba en orden

En el año 1800 se creó el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, incorporando así a esta última al mismo Estado del que formaban parte también Inglaterra, Escocia y Gales. Esta anexión se dio con el aval del parlamento irlandés, que aprobó el Acta de Unión. Así, Irlanda perdió su cuerpo legislativo en Dublín, y sus miembros pasaron a funcionar en Westminster, Londres, dejando a la isla aún más desprotegida.

En 1845 se inició una plaga que durante varios años destruyó las plantaciones de papa, el principal alimento del pueblo irlandés, y la economía de las familias se desplomó. Esto, sumado a la desidia de Inglaterra que no brindó ningún tipo de ayuda, generó que un millón de irlandeses muriera y que otro tanto emigrara. 

Los intentos independentistas no se detuvieron y durante los años siguientes se produjeron una serie de revueltas que perseguían la ruptura con la monarquía inglesa. Todas fueron sofocadas por el ejército británico. A la par, se fue gestando un movimiento constitucional que pretendía recuperar niveles de autonomía por vías legales y que estaba integrado por sectores que, en su mayoría, no pretendían la independencia. Ese movimiento consiguió en 1912 la aprobación del Home Rule (autogobierno), un estatuto que les permitía votar a sus propios gobernantes y recuperar cierto control sobre su territorio. 

Dos años más tarde, con el estallido de la Primera Guerra Mundial la implementación del Home Rule quedó en suspenso, generando descontento en sectores que veían cada vez más lejana la posibilidad de independizarse. Asimismo, miles de irlandeses fueron al frente de batalla bajo el mando de la oficialidad británica, donde a las penurias propias de la guerra, se le sumó la discriminación y el maltrato de los ingleses.

Proclama independentista del Levantamiento de Pascua (1916)

Por eso para 1916 varios sectores republicanos evaluaban que el contexto de la Gran Guerra era propicio, por tener Gran Bretaña a sus mandos y a la mayor parte de sus soldados afectados a la contienda, para lanzarse a buscar la emancipación. Además, caracterizaban que el clima de descontento con el imperialismo británico crecía.

La insurrección

En la preparación del Levantamiento estuvieron involucrados la Hermandad Republicana Irlandesa, una organización secreta que pretendía expulsar a la ocupación británica a través de la lucha armada; los Voluntarios Irlandeses, grupo paramilitar de extracción pequeñoburguesa creado unos años antes para defender el estatuto de autonomía pero que fue derivando hacia posiciones independentistas; el Ejército Ciudadano Irlandés, organización obrera y socialista fundada por el líder marxista del sindicato de transportistas James Conolly, pensada inicialmente como fuerza de choque para defender las huelgas obreras y enfrentar lockouts patronales, que venía planeando hace tiempo una insurrección armada por la independencia nacional y la revolución social; y la liga de mujeres Cumann na mBan, organización feminista y sufragista, pensada como cuerpo auxiliar de los Voluntarios Irlandeses, que reunía a numerosas mujeres obreras y profesionales, y con planteos independentistas más radicalizados que los de los Voluntarios.

La acción fue planificada por el Consejo Militar de la Hermandad Republicana Irlandesa y debía realizarse el Domingo de Pascua en varios puntos del país. Sin embargo, el retraso de un cargamento de armas proveniente de Alemania así como desinteligencias entre las fuerzas conspirativas y disputas internas, pusieron en duda la acción que finalmente se concretó al día siguiente y se centró casi exclusivamente en Dublín.

Al mediodía del lunes, aproximadamente 1.500 hombres y mujeres se alzaron en armas con el objetivo de ocupar algunos edificios claves en el centro de la ciudad, levantar barricadas en las calles y esperar la inevitable respuesta británica. El primer disparo sonó en las puertas del Castillo de Dublín, sede del gobierno colonial en el país hasta 1922, pero los milicianos no pudieron hacerse con el control del edificio. La Oficina General de Correos, hoy emblema de aquella insurrección, fue la posición clave donde se montó el cuartel general de la operación. Allí flameó por primera vez la bandera verde, blanca y naranja (izada por el joven argentino irlandés Eamon Bulfin, nacido en Buenos Aires). El poeta y Voluntario Patrick Pearse, designado presidente del nuevo gobierno provisional, leyó en los escalones de entrada la proclama rebelde que constituía la nueva república irlandesa. En ella, se alentaba “la alianza de todos los irlandeses e irlandesas” y se garantizaba “libertad religiosa y civil, e igualdad de derechos y oportunidades a todos sus ciudadanos”. El gobierno provisional funcionaría hasta que se conformara “un Gobierno Nacional permanente, representativo de todo el pueblo de Irlanda y elegido por sufragio de todos los hombres y mujeres”.

El primer día de combate los milicianos sostuvieron sus posiciones con éxito. Sin embargo, sin haber podido ocupar las principales estaciones del ferrocarril ni los accesos portuarios, al cabo de unos días el ejército británico reunió más de 16.000 soldados dentro de las fronteras de la ciudad e hizo retroceder a los rebeldes con artillería pesada, un elemento que no había sido considerado en el plan, diseñado para enfrentar a la infantería y a la caballería.

El 29 de abril, cinco días después de comenzado el Levantamiento y luego de una resistencia heroica, el gobierno provisional se rindió de manera incondicional. Más de 3.ooo personas fueron capturadas. Dieciséis de los sublevados identificados como instigadores de la acción fueron condenados a muerte, catorce fusilados en las dos semanas posteriores, entre ellos Pearse y Connolly. A Éamon de Valera y Constance Markiewicz -ambos seguirán jugando un papel destacado en la lucha independentista-, les conmutaron la pena a cadena perpetua. Al primero, por haber nacido en suelo norteamericano. A Markiewicz, por tratarse de una mujer, lo cual protestó enérgicamente ante la autoridad británica con una frase que pasaría a la historia: “Ustedes no han tenido siquiera la decencia de fusilarme”.

Del Levantamiento a la independencia

Desde la fallida insurrección de 1916, el proyecto de emancipación irlandesa no cesó de ganar adeptos. En las elecciones generales de 1918, el nacionalismo nucleado en el Sinn Féin (Nosotros Mismos), un partido político republicano que recogió la herencia del Alzamiento de Pascua y expresó políticamente el independentismo, ganó las elecciones en la isla obteniendo 73 de las 106 bancas correspondientes a Irlanda en el parlamento británico. Los diputados electos del Sinn Féin se rehusaron a sesionar en Londres y constituyeron en Dublín un parlamento propio, la Asamblea Irlandesa (Dáil Éireann), y un nuevo gobierno presidido por de Valera, en el que Markiewicz fue nombrada ministra de Trabajo.

Al mismo tiempo, surgió el Ejército Republicano Irlandés (IRA, por sus siglas en inglés), un grupo armado que contaba entre sus filas con muchos de los sublevados de Pascua, que planteó una guerra de guerrillas contra las autoridades británicas para expulsarlas del país y que iría cobrando cada vez mayor relevancia.

Oficina General de Correos de Dublin tras el bombardeo de las fuerzas británicas

La guerra de independencia cesó con una tregua en 1921 y la firma del Tratado anglo-irlandés, que establecía la creación del Estado Libre Irlandés para 1922. Varios condados de la provincia del Ulster en el norte de la isla y de mayoría protestante, permanecieron dentro del Reino Unido y lo siguen haciendo hasta hoy.

La firma del tratado dividió aguas en el bando republicano, originando un conflicto que derivó en una guerra civil de un año de duración, que enfrentó al gobierno provisional (pro-tratado) que había negociado el acuerdo y al IRA (anti-tratado), que lo consideraba una traición a la causa nacional independentista porque no cortaba todas las ataduras con la Corona.

El legado de Pascua

Aunque el Levantamiento que debía ser nacional se limitó finalmente a Dublín, y fue frustrado en cuestión de días por el poder militar británico, encendió las pasiones populares y puso en marcha una serie de eventos que llevaron al estallido de la guerra de independencia.

En retrospectiva, la acción estaba condenada al fracaso de antemano. La inferioridad numérica y de armamento, las desinteligencias en las horas previas a la operación, la falta de apoyo popular -al tratarse de una operación clandestina-, hacen pensar que la rebelión nunca tuvo chances de triunfar militarmente. Tal es así, que ni siquiera contó con la participación de todo el campo republicano, ya que para parte de los Voluntarios Irlandeses y otros sectores nacionalistas, la acción constituía una imprudencia o directamente una locura. Sin embargo, sí constituyó un triunfo político. 

Si bien la sorpresiva insurrección pareció contar en un principio con una moderada -y pasiva- aceptación entre las masas, la reacción desplegada por el poder imperial británico en respuesta fue lo que enardeció al pueblo irlandés. La ley marcial, las miles de personas apresadas, el fusilamiento “ejemplificador” de los líderes capturados -algunos de ellos heridos en combate como Connolly no podían ni mantenerse en pie frente al pelotón que los ejecutó-, generaron cólera e indignación en el pueblo, que una vez más veía con claridad muestras del trato colonial que le impartía el Imperio.

Así, los líderes fusilados fueron recuperados como mártires de su pueblo, y se convirtieron en ejemplo de que se podía y debía enfrentar al invasor. La insurrección, aunque derrotada, se convirtió en un motivo de orgullo y en un emblema nacional.

Durante siglos Irlanda buscó por todas las vías romper las cadenas que lo ataban a Inglaterra y fracasó. Pero tan solo 33 años iban a pasar entre el mítico Levantamiento de Pascua, que parecía haber fracasado también, y la formalización del Estado Libre Irlandés como República totalmente autónoma, soberana e independiente en 1949.

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