Géneros May 7, 2022

Una conquista que fue semilla

A diez años de la sanción de la Ley de Identidad de Género, tres voces protagonistas recuerdan el valor de la lucha colectiva.

El 9 de mayo del 2012 a las 21 horas se concretó un hecho histórico en Argentina y en el mundo: la Cámara de Senadores de la Nación aprobó la Ley de Identidad de Género 26.743. De esta forma, se materializó el comienzo de la reparación de una profunda deuda que tiene el Estado para con la comunidad travesti-trans. Desde ese entonces, todas las personas que habitan el territorio argentino tienen derecho de ser tratadas acorde a su identidad de género autopercibida.

A una década de esta jornada única, producto de años de activismo y militancia, sus protagonistas cuentan a Primera Línea cómo fue el proceso de gestación, las alianzas que se tuvieron que llevar a cabo y los efectos directos que tuvo -y tiene- sobre la población travesti-trans.

Alba Rueda, activista y militante por los derechos humanos del colectivo LGBT, es representante especial sobre Orientación Sexual e Identidad de Género del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto y fue la primera subsecretaria de Políticas de Diversidad del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad. Emiliano Litardo, uno de los redactores de la normativa, es integrante de Abosex y fue miembro del Frente Nacional por la Ley de Identidad de Género. Mientras que Julia Amore, entonces trabajadora del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi), se desempeña como actriz y militante.

– ¿Cómo fue el proceso de armado y redacción de la Ley? ¿Cómo lo transitaste?

– Alba Rueda (AR): Recuerdo perfectamente esos años, porque fueron de mucha significación para mí. Fue un momento muy importante en nuestras vidas, seguramente el más importante para todos.

Se dio un debate muy ceñido, pero una vez que se atravesó y se ganó la Ley de Matrimonio Igualitario (2010), surgieron muchos proyectos. Se sabía que lo que venía después era la Ley de Identidad de Género, y en eso había mucha unificación de criterios. Nadie iba por otro proyecto. Ahí se armaron varios escritos. Nosotres habíamos trabajado fuertemente como organización y como espacio político con Vilma Ibarra en Matrimonio, porque era la presidenta de la Comisión. La ley de Identidad también dependía de que ella encabezara el proyecto.

Decidimos no presentar un proyecto de ley porque veíamos que había varios que se armaron inmediatamente, y que lo más importante era la unificación. Cumplimos un rol político en la redacción, que fue el de establecer los puentes para unificar, y así tener un texto único. El dictamen fue literalmente el resultado de esos acuerdos. 

En ese proceso hicimos campaña, era muy importante la visibilidad para mostrar que sí podíamos. La unificación de los proyectos no fue fácil, fue sobre el pucho, pero una vez que nos sentamos en la mesa y que ya había voluntad política, hicimos pequeños ajustes y salió con la voluntad de todes.

Los partidos políticos tenían mucha conciencia de que había que aprobar la ley y, por parte de las orgas, buscaban ponerle mejor calidad al texto. 

Lohana Berkins, Julia Amore y Alba Rueda durante la sesión en la Cámara de Senadores | Cortesía de Julia Amore

– Emiliano Litardo (EL):  Fue un proceso tan complejo en términos políticos y legales porque implicó llevar adelante una alternativa al modelo psicopatologizador dominante hasta ese entonces, que establecía un régimen legal para el reconocimiento del derecho a la Identidad de Género basado en un control diagnóstico del cuerpo y de la identidad, especialmente cuando no se correspondía con el sexo asignado al nacer.

Efectivamente el Frente Nacional por la Ley de Identidad de Género logró instalar con su proyecto, que fue la base sobre la cual se sancionó finalmente la ley vigente, un modelo basado en la autonomía decisional y en la idea de una perspectiva despsicopatologizadora de la identidad de género.

Implicó poner en crisis categorías naturalizadas por los discursos, no solamente médicos, sino también jurídicos, que hasta ese entonces permeaban y contribuían a sostener la matriz bioanatómica de la identidad de género. Especialmente sostenían y reconocían la identidad de las personas trans a partir de un orden diagnóstico. 

Frente a este panorama, Lohana Berkins decide armar el Frente y en un par de meses, instalamos un modelo de un proyecto de ley alternativo. El proyecto se basaba en un reconocimiento del derecho a la Identidad de Género, tanto en su dimensión registral como en su dimensión corporal con la cuestión vinculada a la salud integral, y con la cuestión del trato digno.

Esto lo hacía un proyecto bastante complejo, porque hasta ese entonces ningún país tenía un modelo de ley fuertemente despsicopatologizador del Derecho a la Identidad de Género. Al mismo tiempo, complejizaba las condiciones políticas y jurídicas, porque básicamente el reconocimiento del derecho a la Identidad de Género hasta el 2012 se basaba en lo que denominamos “transjudicialización”. 

El Frente finalmente presentó su propuesta y se logró trabajar con las dos comisiones que llevaban adelante la labor parlamentaria: por un lado la de Justicia, y por otro lado la de Legislación General. Ambas se pusieron de acuerdo y trabajaron de forma conjunta, lo que facilitó el tratamiento político. 

Además, a instancias de las organizaciones travestis trans, se llevó adelante una reunión donde les activistas decidieron los puntos básicos e inamovibles de la Ley. Esos puntos de acuerdo respondían a las premisas con las que el Frente pregona su campaña política, que era la despatologización, la desjudicialización, la descriminalización y la desestigmatización.

Los acuerdos hicieron posible un trabajo de consensos. Logramos llegar a un proyecto unificado que incluía las cuestiones vinculadas al derecho a la Identidad de Género de niños, niñas y adolescentes, que incluía la cuestión de la autopercepción, que es favorable para el acceso a la Identidad de Género, etcétera.

Fue así como finalmente, a través de este trabajo de comunión política, se tramitó en el Parlamento el proyecto definitivo.

– Julia Amore (JA): Al texto se llegó después de mucha militancia y activismo, muchas discusiones que ponían en crisis a un montón de cuestiones que hacen a las problemáticas generales de la población específica a la que apunta la ley, como también su trascendencia en un ámbito más macro. 

La redacción de ese texto, con la pluma exquisita de Emiliano Litardo y el consenso al que se llegó, fue maravilloso. Es una ley que sigue siendo de vanguardia, única en el mundo. 

En ese momento mi rol era por parte del Estado. Yo ya trabajaba en el área de diversidad sexual del Inadi. Con todo el equipo de Martín Canevaro, Silvina Magdaleno y Martín Lanfranco pudimos armar un cuadernillo que hablaba sobre lo que significaba la Ley. Era un resumen de por qué les senadores tenían que aprobarla.  

Más de una vez estuvimos de la mano de Lohana Berkins en la puerta del Congreso para hacer un cabildeo de parte del mismo Estado. Nosotres, como organismo estatal y ente regulador de estas cuestiones, pudimos entrar y ser recibides por les senadores, y les pudimos contar de qué iba la iniciativa. 

Mi rol en el tratamiento de la ley fue acercarles este material institucional y compartirles toda esa información, y sentarme a charlar con cada uno de ellos en sus despachos sobre porqué era importante que se aprobara. Fue un rol activista, pero desde el propio Estado. Es maravilloso.

El día de la sanción de la Ley llegamos al Congreso con Lohana, Mauro Cabral, Alba Rueda y César Ciglutti a eso de las 10 de la mañana. Se estaba armando una pantalla gigante que transmitía en vivo lo que pasaba dentro del recinto para que lo vieran todas las personas que estaban en la plaza. Nosotros estuvimos ahí todo el día, 12 horas prácticamente, porque la ley se votó y se sancionó a las 21 horas.

No nos queríamos mover porque sentíamos que estaban juegos nuestras vidas y las de muches. Yo ya tenía ratificado mi documento hacía unos años, lo había hecho a través de un amparo, pero no era por una cuestión personal individual, sino que era colectivo. Sabíamos de la importancia y la trascendencia de la ley. 

– ¿Cómo fue el trabajo en alianza con otras organizaciones?

– AR: Las alianzas que sucedieron durante la redacción de la ley fueron parte de los planteos que tenían que ver con los perfiles de todas las organizaciones más importantes, ya sea la Federación, la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgénero de Argentina (ATTTA) o el Frente por la Ley de Identidad de Género. Después había diferencias en los proyectos, porque cada uno tenía un perfil. Por ejemplo, el tema de salud estaba bien presente en el de ATTTA, y nos pareció muy bien. Había un trabajo de alianzas en el que se trataba de no atacar a quien estaba al lado. 

Las diputadas y los diputados, pero principalmente las diputadas, ya habían trabajado en Matrimonio Igualitario, así que había un diálogo previo. Fue como en el año 2018, cuando se logró aprobar la media sanción del aborto. Ya había una conversación entre diputades que permitió avanzar, y más adelante establecer o reafirmar las alianzas. 

El enorme valor de la Ley de Identidad de Género es que todes les diputades eran muy conscientes que del lado de las organizaciones estaban Lohana Berkins, Diana Sacayán, Claudia Pia Baudracco, Mauro Cabral, compañeres con mucha lucidez para decir cuál era la Ley de Identidad de Género que estábamos pensando. Tuvieron una actitud bastante receptiva de este trabajo que hicimos previamente.

Cortesía de Julia Amore

– EL: Lo que resalto de las alianzas que se gestaron en el marco del proceso de la sanción de la Ley de Identidad de Género fue, por un lado, lo que implicó el consenso político, a través de esta reunión a instancias de Lohana Berkins, Pia Baudracco, Marcela Romero y de otres compañeres del movimiento a travesti trans. Determinaron cuáles eran los puntos sobre los cuales no se iba a declinar en el juego de las negociaciones políticas del tratamiento parlamentario. 

Por otro lado, subrayo esa mirada política que tenía Lohana Berkins, que iba más allá del corto plazo. Ella pudo avizorar ese horizonte colectivo, que obviamente no fue fácil, porque hubo tensiones y hubo conflictos. Sin embargo, logró dirigir un barco que tenía una propuesta política innovadora muy atacada, incluso desde nuestras alianzas. No obstante, mantuvo unida a la coalición en pos de instalar con firmeza y convicción un modelo para el reconocimiento del derecho a la Identidad de Género basado en la autonomía personal, no en términos individualistas o liberales, sino con proyección política y social. 

Otra cosa que también destaco de todo ese proceso fue el cariño y el empuje. Muches de nosotres pusimos horas de nuestro tiempo de nuestra vida para lograr que Argentina pueda cambiar el rumbo de la historia.

– ¿Cómo es la realidad hoy del colectivo travesti trans? ¿Qué cambió en los últimos diez años y cuál fue el impacto de la Ley?

– AR: En estos diez años la realidad que atravesamos las personas de la comunidad travesti-trans cambió profundamente. Si algo me enorgullece de decir que soy una adulta trans, tiene que ver justamente con haber vivido ese contraste. Nuestras militancias son parte del registro de lo que fue nacer en una Argentina sin derechos, y lo que hoy se está viviendo, que es otra instancia totalmente distinta a lo que fue en aquel momento. 

Seguramente no es del mismo modo para todes en todo nuestro territorio. Creo que en ese sentido hay que ser muy honesta de aclarar que siempre se trata de una mirada situada, y que dentro de esa mirada situada hay perspectivas. Pero que el Estado te reconozca en el nombre y el sexo es una enorme herramienta que hoy tenemos todes o la mayoría. En aquel momento ni siquiera existía eso, cuando yo crecí pensaba exclusivamente en cómo hacer para tener el reconocimiento de mi identidad. 

No puedo contar ni describir las fantasías que tenía, porque estaban todas vinculadas a la ilegalidad. Para tener el reconocimiento de mi identidad tenía que ir a vivir a Chile, a Francia o iniciar un proceso judicial, el tema de las operaciones, de que un juez te evalúe desde el criterio de la patologización, que no haya herramientas legales para decir quiénes somos. 

La diferencia es enorme, y entiendo que falta un montón, sobre todo en modificar las condiciones de vida, pero no es lo mismo. Yo siempre digo que en el 2006 fue la primera sentencia de la Corte Suprema de Justicia, el fallo ALITT, donde dice que teníamos derecho a la asociatividad. 

En ese entonces fue cuando empezamos con el reconocimiento de que podíamos asociarnos por el bien común, que se dio por primera vez en términos jurídicos. En 2007 se deroga por primera vez en la Provincia de Buenos Aires el artículo que criminalizaba el travestismo, con Diana Sacayán. Son esas las situaciones donde se ve efectivamente cómo se entendían nuestros derechos en aquel momento. 

Todo cambió mucho, pero todavía falta para completar las transformaciones estructurales y genuinas.

– JA: Cambió muchísimo la realidad de la población travesti trans en nuestro país y en el mundo a raíz de la Ley de Identidad de Género. Es un precedente maravilloso y cada día se nota más. Apenas se sancionó se empezó a ver, como si hubiesen estado encerradas, a muchísimas chicas trans en las calles, en los comercios, haciendo trámites de día. Antes se las veía en ciertos lugares, en las zonas rojas. Sentían vergüenza por las miradas y por la violencia sistemática de esta sociedad machista y patriarcal. 

La ley vino a dar esa caricia al alma para que muchas compañeras jovencitas y mayores sintieran que que ya podían salir a la calle, siendo reconocidas en sus propias construcciones identitarias por el Estado.

Es impecable por un montón de razones. El artículo 12, que habla del trato digno, especifica que es un derecho que tenemos las personas trans. También es una obligación para toda la ciudadanía, para el propio Estado y para los entidades privadas el registro de las personas de acuerdo a su autopercepción, haya o no rectificado los datos en su DNI.

Además, es una ley madre para un montón de otras cuestiones. Puso en crisis este sistema binario. La ley nunca habla de travestis, de trans, ni de hombres, ni de mujeres. No especifica ni hace hincapié en ningún binarismo. Eso dio pie a que exista también la posibilidad de tener en el DNI de género no binario y una Ley de Cupo Laboral.

– ¿Qué derechos quedan por conquistar? ¿Cuál es la situación actual del movimiento travesti trans/LGBTI?

– EL: La Ley de Identidad de Género no ha sido un punto de llegada, ni tampoco un punto de partida. Es parte de un proceso político y jurídico complejo que implicó discutir con

con diferentes fuerzas, como el Poder Judicial, el poder médico, el poder psiquiátrico. Instaló un nuevo enfoque ligado a cómo interpretar y pensar la identidad de género a partir de la idea según la cual no hay un sexo biológico que condiciona el género de las personas, sino que tiene que ver con una cuestión declarativa, pero también no declarativa.

Se basa en las premisas de una voz estructuralista, que también implicó estudiar y pensar bien qué modelo teórico de los estudios de género había que adquirir, para que el texto tenga una traducción legal posible. En ese sentido, por supuesto que una ley en sí misma no cambia las estructuras de desigualdad, de opresión y de dominación que las personas travestis trans. 

Lo que falta tiene que ver con el armado de políticas públicas. Una ley es insuficiente si no está dentro de un contexto de intervención del Estado a los efectos de modificar las estructuras que oprimen y que generan desigualdad. Por eso me parece que la agenda pendiente a 10 años de la Ley de Identidad de Género tiene que ver con el efectivo ingreso al mercado del trabajo formal del colectivo travesti trans, del “reconocer es reparar”, que es la última propuesta política. Consiste en un proyecto de ley que reconoce a través de una prestación económica los daños que ocasionaron los edictos policiales que criminalizaban las identidades travestis trans. 

También faltan políticas de recreación, políticas culturales que promuevan el arte y la cultura. Hay diversas agendas que tienen que ver con el colectivo travesti y trans que aún todavía falta profundizar o crear. La clave es pensar en términos más estructurales, no únicamente en las políticas públicas.

– AR: Sin dudas hay derechos que quedan por conquistar, que son todos los que hoy no se pueden ejercer. Creo que hoy la comunidad travesti-trans tiene plena conciencia que además del marco normativo en Argentina, necesitamos transformaciones de las condiciones de vida reales. 

No es solamente el tema de las organizaciones travas y trans, sino que todo el movimiento LGBT sabe perfectamente que es inaceptable que haya un grupo poblacional que muere a los 40 años, y sabe que es prioritario modificar la condición de pobreza de las trans. Tiene que ver con derechos y su ejercicio.

Falta mucho, pero realmente la situación del movimiento travesti trans se ha visto fortalecida por la Ley de Identidad de Género. Este fortalecimiento no es en el sentido formal, sino real, de avances sociales y de derechos. Hay que tener una enorme responsabilidad para hablar de esto, porque todavía falta mucho para que haya cambios reales para todes, pero no se puede decir que no cambió nada. Es la responsabilidad de reconocer todo lo que hemos logrado gracias a la militancia de nuestres compañeres. 

No sería honroso hablar de la lucha de Diana o de Claudia Pia si no se reconocen también los enormes logros que tuvieron les compas, y que eso crea democracia, institucionalidad y una perspectiva de derechos humanos para nosotres. Falta mucho, pero se hizo un montón también gracias a elles.

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