El mundo May 14, 2022

De Argentina a las estrellas

En un mundo con cada vez más naciones espaciales, más empresas que buscan lanzar cargas y más turistas que quieren viajar fuera de la Tierra: ¿qué rol juega nuestro país?

El rico y avanzado programa de satélites de fabricación nacional goza de buena salud. Lo que no es tan conocido es que Argentina tiene también una importantísima trayectoria en la construcción de cohetes.

Peronismo y golpe de 1955: avances militares y civiles

Tras la Segunda Guerra Mundial, el presidente Juan Domingo Perón identificó a los aviones caza a reacción (jets) como una tecnología clave para desarrollar en el país. La Fábrica Militar de Aviones en Córdoba emprendió entonces la tarea de desarrollar el Pulqui I, primer caza jet en ser construido en Latinoamérica y noveno a nivel mundial.

En este contexto, el ingeniero polaco Ryszard Dyrgalla quedó a cargo del desarrollo de un motor de cohete para fines civiles y militares. El especialista venía de luchar contra los nazis y tenía valiosa experiencia en el área. El resultado fue el primer misil argentino: el Tábano. 

Era alado y pesaba unos 300 kg, con capacidad para llevar unos 36 kg de explosivos. Estaba diseñado para ser lanzado desde un avión y en distintas pruebas llegó a alcanzar Mach 0,8, es decir un 80% de la velocidad del sonido.

El desarrollo local era realmente ambicioso. Puesto en perspectiva: a nivel mundial faltaban aún siete años para el primer satélite y más de una década para ver al primer ser humano en órbita. Pero lamentablemente el derrocamiento de Perón en 1955 le puso un freno a muchos proyectos, entre ellos el Tábano.

En el ámbito civil, un grupo de entusiastas desarrolló el cohete Martín Fierro en 1956. Este se considera el primer impulsor en despegar desde suelo argentino. Para darle estabilidad, se lo hacía rotar en su eje antes de encenderlo. Se estima que alcanzó unos 1700 metros de altura.

Desarrollismo y primeros “argentinos” en el espacio

Durante el gobierno de Arturo Frondizi, se creó la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales (CNIE). Esta agencia es la antecesora de lo que hoy conocemos como Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE). 

Así, a comienzos de la década de 1960 nace la familia de cohetes Centauro. Casualmente, al mismo tiempo en EE.UU. también estaban desarrollando un cohete llamado Centaur, el cual aún vuela al día de hoy.

En su versión local el primero fue el Alfa Centauro y contaba con una sola etapa a combustible sólido. Se le llama así a los combustibles que funcionan como un cañita voladora. Son fáciles de almacenar y de encender, pero una vez encendidos no se los puede apagar. 

El Alfa Centauro tenía unos 3 metros de largo y 10 cm de diámetro, con una carga útil de 3 kg. Se lanzó por primera vez en 1961 desde Pampa de Achala, Córdoba, y alcanzó los 20 km de altura.

Lanzamiento del cohete argentino Alfa Centauro a comienzos de la década de 1960

Le siguieron los cohetes Beta y Gamma Centauro, ambos de dos etapas. Es decir que el cohete tenía dos segmentos: se encendía en tierra el primero, que luego era desechado, y en pleno vuelo se encendía la mitad superior. 

Estas variantes se lanzaron numerosas veces, llegando hasta 59 km de altura. Se realizaron también pruebas desde Chamical en La Rioja, y desde la Antártida, pudiendo estudiar así la radiación cósmica. 

En 1963 Von Braun, el inventor de la cohetería y principal responsable de que EE.UU. lograra llevar tripulación a la Luna seis años más tarde, visitó Argentina. Se reunió con el presidente de la CNIE, Teófilo Tabanera, y con Walter Daub, también de origen alemán. Esta importante visita confirmaba la jerarquía e importancia del proyecto espacial argentino de aquel entonces.

Durante el gobierno de Arturo Illia se construyó el Orión 2. Tenía mejoras en su combustible y materiales, y llegó a 114 km en 1966. El límite de la atmósfera con el espacio exterior se considera a los 100 km de altura, así que podemos afirmar que fue el primer cohete en partir de suelo argentino para llegar al cosmos. 

El mismo lanzador fue usado en 1967 para llevar al ratón Belisario, quien regresó sano y salvo tras volar a 2300 metros y sufrir fuerzas de hasta 20 veces la gravedad terrestre. A esto lo siguió un cohete más potente: el Canopus 2 y se lanzó a Juan al espacio, un mono caí oriundo de Misiones. 

Así Argentina se convirtió en el cuarto país en lograr esta hazaña tras la Unión Soviética, EE.UU. y Francia. Juan vivió unos años más en el zoológico de Córdoba.

Luego vino el Castor, una especie «Canopus 2 Heavy» de dos etapas. La primera eran cuatro Canopus 2 en racimo y la segunda era un único Canopus 2. En 1975 logró llevar cargas de 46 kg a alturas de 460 km siendo lanzado desde Argentina continental y la Antártida, además de Perú.

Sorprendemente el programa espacial Centauro/Castor/Canopus logró atravesar distintas banderas políticas e incluso gobiernos de facto.

El Cóndor que no pudo ser

Tras la derrota en la Guerra de Malvinas (1982), la dictadura de aquel entonces puso en marcha el desarrollo del misil balístico Cóndor I, portátil y con capacidad de 250 kg. Se trataba de un ambicioso programa de defensa que con el retorno a la democracia en 1983, el presidente Raúl Alfonsín continuó.

El proyecto fue exportado a Egipto con éxito, aunque algunas de esas piezas terminaron en Irak. Durante la presidencia de Carlos Menem aumentaron las presiones desde EE.UU. y el proyecto se canceló. El Condor II, aún más potente, nunca llegó a ser lanzado.

Si bien se trataba de un programa con fines netamente militares, la experiencia ganada podría haber redundado en avances en cohetería para fines civiles como lanzamiento de satélites de observación.

Con el poder del trueno

Años más tarde llegaría el ambicioso programa Tronador de la CONAE. Pero eso quedará para la siguiente entrega de esta rica historia de la cohetería argentina.

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