Gremiales Política Jun 18, 2022

“La reducción de la jornada laboral es una política anti-corporativa”

El secretario general del sindicato del subte porteño, Roberto Pianelli, sostiene que el desarrollo tecnológico permite en la actualidad trabajar menos y distribuir el empleo como política transversal.

Beto Pianelli es Secretario General de la Asociación Gremial de Trabajadores del Subte y Premetro (AGTSyP), conocidos popularmente como Metrodelegades. En las últimas elecciones legislativas fue candidato a diputado nacional por la Ciudad de Buenos Aires, como parte del Frente de Todes. Desde hace tiempo viene planteando la necesidad de reducir la jornada laboral en nuestro país, para repartir el excedente de trabajo entre quienes se encuentran desocupados. 

Es también Secretario de Salud Laboral de la CTA de los Trabajadores y afirma que se puede vivir mejor trabajando menos. Cuenta con un antecedente muy importante, el de haber conseguido junto a su organización las 6 horas para todos los trabajadores y las trabajadoras del subte desde el año 2004.

– Venís planteando la necesidad de debatir la reducción de la jornada laboral en Argentina ¿cuál es el balance que haces del mundo laboral en este momento del capitalismo y las razones que te llevan a plantear esa propuesta? 

– Con el avance de los métodos y las técnicas de producción, la tendencia general es que para producir las mercancías que necesita la sociedad para vivir se necesite cada vez menos tiempo. Se mejoran los servicios, se va automatizando la producción y cada vez se requiere menos trabajo humano. Esta tendencia se da desde la Revolución Industrial y los inicios del capitalismo. Pero en particular a partir del fin de la Guerra Fría, sucede que toda la inteligencia, tanto la que existía en el este europeo como en occidente, que se había enfocado en la carrera armamentista, se destina centralmente a mejorar y desarrollar servicios, y a aumentar los niveles de producción.

Pongamos un ejemplo: Internet existía durante la Guerra Fría, aunque ninguno de nosotros sabía de su existencia. Surgió producto de un contexto en el cual muchísimos científicos y técnicos de distintas partes del mundo trabajaban para mejorar la tecnología y el armamento. Terminado el conflicto, Internet se abre al mundo, y hoy no nos imaginamos el mundo sin esa red, que mejoró cualitativamente los servicios, la velocidad, etc. También la especulación financiera, que antes tenía horarios que eran la apertura y el cierre de las bolsas y en cambio hoy podés estar todo el día en y en cualquier lado, operando en cualquier bolsa desde el celular. 

Y lo mismo ocurre con la producción: en el mismo momento, con el mismo celular, podés estar encargando en China que te carguen un container con juguetes para niños producidos en la otra punta del planeta y te lo manden en un barco para acá. Bueno, todo esto tiene que ver con el desarrollo, en términos clásicos, de las fuerzas productivas. 

Ahora todo eso no estuvo al servicio de mejorar las condiciones de vida del conjunto de la sociedad. Un sector mejoró las condiciones de vida y hoy tiene acceso a mejores servicios, pero a un costo muy alto ya que la producción de mercancías es cada vez más rápida y se necesita menos gente. Si uno quiere una sociedad más justa y quiere distribuir la riqueza, lo primero que tiene que distribuir es el tiempo de trabajo. 

Tenemos que distribuir el tiempo de trabajo necesario para poder producir lo que necesitamos para vivir. Y esta es una de las formas de atacar la concentración de la riqueza. Para producir lo necesario, hoy no se necesitarían ni siquiera cuatro días en la semana como se está discutiendo en el mundo, se necesitarían dos o tres horas por día de trabajo. No estamos planteando eso porque sería antipolítico hoy plantearlo desde ese lugar. 

Me parece que hay que aprovechar la enajenación que genera el trabajo, la concentración en las grandes ciudades, la polución que se genera y ni hablar el daño que generó la pandemia. Pero también lo que la pandemia demostró, que es que se podía trabajar menos y el salto que se está pegando con el trabajo a distancia -que si no lo regulamos y si no distribuimos el tiempo va a ser un salto también en la superexplotación-. Por eso me parece que hoy es fundamental meter este debate y empezar a reducir las horas laborales en nuestro país que son 48 semanales y es un escándalo. 

– ¿Es mucho? ¿Cómo es en otros países?

– En Europa se trabajan 36 en muchos países, en algunos 32. Hay que plantear como política general la de cuatro días a la semana y donde la jornada es de 8 horas, serán 32 horas semanales y donde son 7 horas serán menos, y así sucesivamente. Creo que es una política profundamente transformadora y que conduce a una pelea que unifica a los sectores que no van a poder sino de ninguna manera ingresar a la producción con los que ya están dentro de la producción. Es decir, es una política anti-corporativa, terriblemente anti-corporativa. 

En general las políticas que se desarrollan en el movimiento obrero producto de la vorágine en las que nos metió el neoliberalismo son políticas corporativas, cada sector pelea por su lado. Esta es una política que unificaría. No es fácil de explicar, no va a ser fácil que la levanten los trabajadores porque el contexto de pauperización te lleva a que pidas no menos horas de trabajo sino más horas para laburar horas extras y poder tener un salario como la gente. Y quienes están fuera de la producción no ven esta posibilidad entonces no reclaman esto sino que haya algún plan social o algún tipo de salario universal. Y aparte, la pelea por la reducción de la jornada laboral hace 200 años tenía características distintas a la que tiene esta pelea ahora, porque antes se peleaba para no morir en la fábrica. Es decir, se laburaban doce, catorce o dieciséis horas dentro de la fábrica, la gente dormía en la fábrica, entonces reducir la jornada laboral tenia que ver con no morirse en la fábrica. Bueno, esta se tiene que transformar en una pelea para no morir fuera del trabajo. Es decir, si nosotros no logramos reducir la jornada laboral y distribuir el tiempo de trabajo para que la gente acceda lo que va a pasar es que se van a morir fuera del lugar de trabajo, sin posibilidad directamente de poder vender siquiera su fuerza de trabajo.

– En el Subte ustedes lograron hace varios años la jornada laboral de seis horas ¿qué puede aportar esa experiencia a este debate? ¿Qué implicó para las y los trabajadores?

– Hay algunas cuestiones que a mí me sirven como experiencia. Primero, que se pueden dar debates contraculturales, inclusive exitosamente, que logren revertir la lógica establecida e imponer una lógica progresiva. Nosotros dimos esta pelea en el momento de mayor desocupación en Argentina donde la gente quería trabajar de cualquier forma, de lo que sea, porque la situación era un desastre. Fue una pelea que empezamos a dar por el 2001 y la ganamos en el 2004. Todos se nos cagaban de risa y nos decían que mejor peleáramos por aumento de sueldo porque la gente estaba dispuesta a laburar entre 14 y 16 horas. Sectores progresistas, incluso de izquierda nos decían eso, que era una locura.

Primero logramos convencer a los compañeros que era más importante reducir la jornada laboral que ganar un mango más. Eso no quiere decir que no estaba bien ganar un mango más, de hecho al año siguiente salimos a dar esa lucha y casi duplicamos el sueldo. Pero en ese momento planteábamos entre nuestras consignas más puestos de trabajo para un país que tenía una desocupación gigantesca; más seguridad porque se trata de un sistema de transporte y una persona que trabaja muchas horas empieza a perder la atención; y más tiempo libre para los trabajadores. 

Metrovías sacaba en esa época unos afiches publicitarios con las imágenes de una chica en una bañadera, un chico corriendo, una madre con su bebé, con el slogan “con el subte ganás más tiempo”. Nosotros interveníamos esos afiches con la consigna “con 6 horas tenés 2 horas más de esto”. Hicimos nuestra campaña sobre la campaña de la empresa, fue maravilloso. Hacia adentro generamos un convencimiento muy fuerte que no lograron romper y hacia afuera empalmó con cierto consenso social que en ese momento veía con malos ojos las privatizadas. De hecho, con la privatización del subte nos habían aumentado la jornada laboral. 

Peleamos muy muy fuerte y conseguimos la reducción de la jornada. Si no hubiésemos peleado no hubiésemos conseguido más que alguna palmada en la espalda. Fuimos inteligentes también y aprendimos mucho, fuimos sacando experiencias que nos sirvieron para esa lucha y para otras que fuimos dando después. 

Creo que lo más importante de esa experiencia para la lucha que tenemos que dar hoy en día es la batalla contracultural. Y eso significa discutir con los compañeros y tener buenos argumentos. Tenés que convencer. A cualquiera que le preguntes si quiere laburar dos horas menos por la misma plata te va a decir que sí, más bien. ¿Quién no va a querer? Pero de ahí a que esté dispuesto hacer algo para que pase eso, tenés que convencerlo. 

Primero, de que es necesario. Segundo de que es viable, es factible. Y tercero de que se puede ganar. No es fácil, es muy difícil. Nosotros lo logramos hacer en ese momento, es cierto que había un auge de luchas mucho más importante que ahora, pero logramos ese convencimiento. Por eso cuando escucho, incluso a algunos dirigentes sociales, que lo de la reducción de la jornada laboral no va, me parece lamentable. Porque es administrar la lógica del paradigma neoliberal que se estableció en la década del 90 y que a pesar incluso del paso del kirchnerismo, no se logró revertir. Es decir es resignarte a la lógica del neoliberalismo que te plantea una sociedad para unos incluidos y otra para los excluidos. Entonces si estás adentro está bien, y si estás afuera, jódete, en el mejor de los casos te podemos dar para comer. En el mejor de los casos, que no es lo que pasa acá.

– En este sentido ¿Qué análisis haces de la propuesta de Salario Básico Universal como otra forma de abordar la situación del empleo en este momento histórico?

– Yo estoy de acuerdo con el salario básico universal. Es como un subsidio de desempleo, una manera de paliar el hambre. Nadie puede dormir tranquilo mientras que hay pibes con hambre, entonces obviamente que estoy a favor.

Ahora, eso es una política paliativa. Yo creo que ligada a esa política, lo que está en discusión es qué modelo de sociedad uno quiere. Uno no quiere un modelo de sociedad donde los que tengamos trabajo en blanco o trabajo -porque muchos añoran que no haya más trabajo en blanco, solo que haya trabajo- tengan salario y puedan vivir de una manera cómoda y haya otros que tengan un salario universal para poder garantizar las necesidades básicas. Que habría que ver si las garantizan. Pero vamos a suponer que sí, que es un salario básico alto, vamos a suponer el mejor de los mundos ¿por qué ellos eso y otros se pueden comprar un iPhone?

No es la sociedad que uno ambiciona, ni en la que quiero que vivan mis hijos. Porque puede ser que uno tenga la suerte de que le toque estar entre los que trabajan pero también podrías ser de los que tengan salario universal. Sería partir la sociedad al medio y hay muchos capitalistas que están de acuerdo. Por ejemplo Bill Gates o los famosos millonarios patriotas de Estados Unidos que son unos “millonarios progresistas”. Ellos dicen que no va a haber mundo donde estén seguros si no le dan de comer a todos esos hambrientos que hoy no comen y para eso se necesita un salario universal. Exigen que les cobren más impuestos para garantizar el salario social y uno puede ver que al lado de Trump son progresistas, pero en realidad lo que esconde eso es que saben que no van a tener lugar donde poder disfrutar su fortuna si hay miles de hambrientos.

Yo creo en la distribución del tiempo del trabajo y creo en que se paguen los trabajos que no tienen remuneración como los trabajos de cuidados. Hoy el feminismo lo puso de manifiesto con el trabajo no remunerado en el caso de las compañeras, pero también hay hombres que hacen tareas no remuneradas en las organizaciones sociales y tienen que armar una cooperativa para poder sobrevivir. 

Creo que hay que pagar eso, que hay que pagar también la cultura, el deporte. Entonces si se distribuye el tiempo de trabajo y se distribuye la riqueza como para poder pagar eso habrá una sociedad de iguales. 

Volviendo al principio de la pregunta: estoy totalmente de acuerdo, pero no como perspectiva histórica, sino como la transición hacia una sociedad donde se distribuya el trabajo. 

– La situación económica es muy difícil para quienes viven de su trabajo. La inflación, sobre todo en lo que tiene que ver con alimentos y ropa, no desciende ¿Qué mirada tenés sobre este tema tema: las acciones que está tomando el gobierno, la posición de los empresarios y el rol que puede tener el movimiento obrero?

– A simple vista uno se da cuenta que, independientemente del gobierno del Frente de Todes, hoy objetivamente desde el punto de vista económico gobiernan las grandes corporaciones. Hacen lo que quieren. Y eso te lleva, si sos consecuente o querés tratar de resolverlo, a una confrontación mucho mayor de la que existe.

Creo que el gobierno nacional, desde que surgió lo hizo con la intención de cerrar la grieta. No solamente no se cerró, sino que empeoró en un sentido desfavorable para los sectores populares. Se vio en la pandemia y se está viendo ahora, donde la recuperación económica se la llevan un par de vivillos como dijo Cristina. Y las grandes mayorías no solo no se pudieron recuperar, sino que quedaron muy por debajo de lo que estaban antes.

¿De qué modo se resuelve? Creo que con movilización en la calle, construyendo política, que los sectores populares puedan desarrollarla. Lamentablemente no es lo que está sucediendo en el movimiento sindical. Hace muchos años que está como ajeno a los debates políticos y los delega en la real politik. Se limita al apoyo a tal o cual sector, a veces de los más reaccionarios. 

Es un debate contracultural, discutir y volver a tomar las mejores tradiciones que tuvo el movimiento obrero: pensar política, en que sociedad queremos vivir. No es nada fácil porque ahora tienen muchas más herramientas las patronales, la oligarquía, la burguesía, como para tratar de sacarte y que no pienses en eso. Ya no es la caja boba, ahora es el aparatito bobo que tenemos en la mano todo el día.

Pero bueno, no hay otra alternativa. La alternativa es mirar pasivamente como cada vez vamos a empeorar más. Entonces es una pelea que hay que dar en la clase trabajadora, porque los únicos sectores que la pueden dar son los trabajadores y los sectores oprimidos en general. En eso venimos muy atrás porque hubo una derrota muy grande, no sólo en Argentina, sino en el mundo y tenemos que ver de que manera la revertimos.

Se necesita el debate y dar estas discusiones. Sin eso no hay un hombre bueno o una mujer buena que pueda resolver las cosas. No hay sustituismo de la lucha en las calles para defender o conquistar derechos.

– ¿Y sobre las medidas que viene tomando el gobierno?

– Son muy timoratas porque anuncia medidas y retrocede inmediatamente. Algunas han durado horas.

Excepto el aporte por única vez de las grandes fortunas -que encima muchos no pagaron-, que fue un escándalo porque era en el peor momento de la pandemia, no veo grandes políticas. Hoy con la renta que están generando los agroexportadores tendría que haber subido las retenciones por decreto. Tendría que cerrar varias cadenas de supermercados que aumentan los precios.

Con esta política timorata no parás la inflación, no parás nada. Muchos hablan de la famosa correlación de fuerzas, puede ser que no haya, pero tenés que intentar. No hay un medidor de la correlación de fuerzas que un día te dice “bueno, ahora la tenés, ahora andá”.

– A nivel de la Ciudad de Buenos Aires, más allá de lo salarial y la situación económica general, se suman con fuerza las problemáticas del acceso a la vivienda y el déficit en el transporte público, entre otros. En el subte en particular, además, no hay ninguna obra de ampliación en curso por primera vez en años ¿Cómo afecta esto a las y los trabajadores de la ciudad y cómo se relaciona con la política del gobierno de Horacio Rodríguez Larreta?

– Todo esto es la política de Larreta. Creo que hay un gran problema en la Ciudad de Buenos Aires que tiene que ver con el imaginario, no solo de acá sino general. La gente se pone contenta porque un día le ponen una maceta en la esquina, lo cual podría ser mejor que si no la tenés. Es dudoso que tenga alguna utilidad, pero vamos a suponer que te gusta porque es linda la flor. Pero como no hay imaginario no podés decir ¿por qué hay una maceta en la esquina y esa guita no se invierte, por ejemplo, en ampliar el subte para que el tipo que vive en Mataderos o Barracas pueda tener un transporte rápido?

Yo cuento siempre una anécdota. Vivía en Flores cuando era chico y estudiaba en un colegio en Almagro. Entonces me tomaba el 180, me bajaba en Primera Junta y me tomaba la Línea A que era lo que había. No me imaginaba en ese momento que el subte iba a llegar a Nazca. Si hubiera estudiado ahora me subía ahí y llegaba en 10 minutos. No me hubiera fracturado la tibia cuando me tiró un pasajero del colectivo.

Pero bueno, hay un problema de imaginario. El tipo que vive en Liniers o en Mataderos no se imagina que puede llegar en un rato al centro de la ciudad. Se podría viajar mejor, se podría vivir en una ciudad mejor sin pelotudeces inútiles como los maceteros en las esquinas.

La bicisenda está bien, en todo el mundo hay. Ahora nadie discute que pusieron bicicletas por todos lados y ahora las cobran. ¿Cuánto sale hacer una bicicleta? Esta sería la propuesta: vamos a hacer una fábrica de bicicletas en la Ciudad de Buenos Aires y vamos a fabricar bicicletas para todos. Y vamos a hacer calles para que solamente anden bicicletas.

Hay que mostrar que esta Ciudad no está bien administrada. Que solamente algunos sectores -que tampoco están bien administrados- están un poco mejor que otros. Hay un tema de imaginario que tenemos que empezar a resolver con propuestas.

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