Imaginá que acaba de terminar el día más importante de tu vida. Con tanta adrenalina no es fácil conciliar el sueño, ¿no? ¿Y si te digo que en tu “colchón” es de chapa? ¿Y si te agrego que además hay incesante ruido, luces y polvo tóxico por todos lados?
El 20 de julio de 1969 el módulo lunar Eagle llevó a los primeros seres vivos a la Luna. Atrás quedaban cuatro días de viaje y casi 400 mil km.
Sus dos ocupantes estaban más que agotados; el aterrizaje había resultado ser más tenso y difícil de lo esperado. Basta decir que a Neil Armstrong y a Buzz Aldrin les sobraron tan solo 15 segundos de combustible para crear un nuevo cráter humeante en el inhóspito territorio lunar.
Las siguientes dos horas y media fueron históricas, pero también cansadoras: Bajar a la superficie lunar, sacarse las fotos obligatorias, instalar instrumentos de medición en la Luna, recolectar rocas, saltar de alegría con un sexto de sus pesos, entre otras actividades.
La mayoría de las aeronaves espaciales tienen algún tipo de esclusa de aire que permite mantener la presurización de las partes habitables al momento de salir y volver del espacio exterior. Algo así como las puertas dobles que tienen algunas casas en la Patagonia para evitar que entre el frío. Sin embargo, para minimizar el peso, el módulo lunar no tenía nada de esto.
Anochecer de un día agitado
Al volver de su cansador paseo por la superficie lunar, Neil y Buzz reingresaron a su nave a través de una escotilla de unos 80 cm de ancho. Teniendo en cuenta que el traje lunar era bien abultado y que ambos astronautas eran bastante grandotes no debe haber sido una tarea sencilla.
Una vez adentro cerraron la escotilla, represurizaron la cabina y finalmente pudieron sacarse los cascos. Pero había un problema… polvo lunar por doquier. Y no sólo es una cuestión estética; al no haber atmósfera el polvo lunar no recibe erosión y por ende es filoso. Esto lo hace muy nocivo para la salud.
Pero Neil y Buzz estaban famélicos y esto no los detuvo de entrarle a panceta, duraznos deshidratados, galletitas dulces, jugo de ananá y café. Habiendo cumplido ya con las partes primordiales de la misión, el siguiente paso era disfrutar de un merecido descanso.
Sin embargo, esto no les resultó tan fácil. Empecemos por el hecho de que acababan de tomar café, sumado a la adrenalina de todo su ajetreado día. Peor aún, las reducciones de peso en su nave habían impactado en sus características de confort. Sin ir más lejos, el módulo lunar estaba tan desprovisto que ni siquiera tenía asientos. Mucho menos camas.
El espacio habitable era de unos cuatro metros cúbicos. Parece mucho, pero es apenas dos veces el tamaño del toilette en un avión. Y allí tenían que guardar sus cascos, las rocas lunares, las cámaras fotográficas, la comida, la bebida, etc.
Ahora sí, a descansar
Desde Houston les dieron las buenas noches y ahora era tarea de Neil y Buzz ver cómo hacían para conciliar el sueño. Pero a los 5 minutos Houston los interrumpió y les pidió que revisen algunos instrumentos. Cumplido esto les dieron las buenas noches de nuevo.
Sin embargo esto no fue todo, un par de minutos después llegó una nueva interrupción desde Houston con más instrucciones… y otra vez las buenas noches y otra vez interrupciones. Esto duró unos 40 minutos.
Finalizado esto, ahora sí, a dormir. O intentar al menos. Sin embargo, la cabina del módulo lunar, además de chica es ruidosa: bombas de oxígeno, bombas de agua, ventilación. Y luminosa: instrumentos que parpadean, ventanillas en casi todas sus caras, ausencia total de cortinas.
A alguno de los dos se les ocurrió ponerse el casco para evitar tanto polvo y tapar algunos ruidos. Pero esos trajes estaban diseñados para mantenerlos refrigerados a los 120 grados centígrados que se sienten en la superficie de la Luna. ¡Dentro del módulo con ese traje funcionando se morían de frío!
Buzz descansó en el piso y Neil lo hizo arriba del cobertor del motor, la parte alta del módulo. En algún momento improvisó una especie de hamaca para colgar sus pies usando una tira con mosquetones que tenían dando vueltas por ahí.
Por suerte (o por falta de ella) a las pocas horas de dar vueltas intentando dormir, desde Houston les avisaron que ya era hora de ir preparándose para el regreso a casa.
Aprendizajes
Al regresar, Neil les contó a los ingenieros sobre sus experiencias con su tira sostiene-pies y la NASA inventó las… ¿hamacas paraguayas? Sí, al parecer la mejor forma de tener comodidad sin llevar demasiado peso extra era tan sencilla como un par de hamacas. Eso sí, como había poco espacio, tuvieron que ponerse creativos con una ubicación en cruz.
Igual no fue hasta la misión Apollo 16 que los astronautas realmente lograron conciliar el sueño con la ayuda de pastillas para dormir.
Para las misiones Artemis se espera que las naves alunizadoras sean mucho más espaciosas y confortables, aunque aún no se presentaron los diseños finales.