El mundo Jul 23, 2022

Vacaciones en Paz: la micro diplomacia de los niños y niñas saharauis

Miles de jóvenes logran escapar cada año del duro verano en los campamentos de refugiados del desierto argelino gracias a un programa de solidaridad internacional que les garantiza atención médica, nutricional y la posibilidad de visibilizar su causa.

Entre 1975 y 1976 miles de saharauis debieron huir de la invasión de Marruecos a su país y el genocidio que la monarquía llevó adelante con la complicidad de la potencia administradora del territorio, España. El exilio los llevó a Tindouf, en una zona del desierto de Argelia conocido como hamada, donde comenzaron a construir los campamentos de refugiados que se sostienen hasta la actualidad.

Esa migración forzada fue particularmente brutal para personas mayores pero, sobre todo, para niños y niñas. La mortalidad infantil en los campamentos durante los primeros años se convirtió en un serio problema. “Recuerdo, con tristeza, las decenas de niños que enterramos cada día durante los meses cruciales del verano de 1976. La Media Luna Roja no daba a basto”, recordó el escritor saharaui Bachir Lehdad.

Esa tragedia fue, sin embargo, convertida en el puntapié de un hermoso programa de solidaridad internacional: Vacaciones en Paz (VeP).

Los comienzos del programa

El antecedente inmediato de VeP llegó durante el mismo verano de 1976. Observando la crítica situación, el gobierno de Argelia otorgó 700 becas para niños y niñas saharauis en el campamento Sidi Fredj, en Argel, la capital.

Sin embargo, fue en 1979 cuando el Partido Comunista de España (PCE), respondiendo al pedido de las autoridades saharauis del Frente Popular por la Liberación de Saguía el Hamra y Río de Oro (Polisario), organizó el primer viaje al Estado español. En septiembre de aquel año llegaron 100 jóvenes al Aeropuerto Internacional de Barajas, Madrid.

“La idea de VeP surge en pleno fragor de la guerra que libra el ejército saharaui contra el ejército marroquí en 1979 y con el objetivo de alejar, al menos en los meses de verano, a los peques del escenario de la guerra”, recuerda Jadiyetu El Mohtar, de la Unión Nacional de Mujeres Saharauis (UNMS) y delegada del Frente Polisario en el País Vasco. “Esto se plantea en colaboración con los movimientos políticos y sociales en España afines a la lucha del pueblo saharaui”, agrega en diálogo con Primera Línea.

Durante la década de 1980 el programa se comenzó a institucionalizar y regularizar gracias a la organización de distintas asociaciones de solidaridad con el pueblo saharaui. Pero tuvo un crecimiento exponencial a partir del alto el fuego firmado entre Marruecos y el Polisario en 1991. 

Jadiyetu subraya la importancia de “los fuertes vínculos de amistad que tejen los pequeños con sus familias de acogida en los diferentes países”. Es que actualmente VeP no se realiza solo en España, sino también en Italia, Francia, Alemania y, por supuesto, Argelia.

En su punto más alto, 13.000 niños salían cada año a los diferentes países “para ser acogidos por familias, o bien en albergues, y durante sus estancias fueron recibidos por diferentes instituciones, alcaldes, presidentes de regiones, presidentes de parlamentos, congresos y hasta por el Papa del Vaticano”, apunta la dirigente del Polisario. “En los últimos años, sobre todo tras la crisis económica de 2008, el número ha ido menguando y tras la pandemia del COVID-19 , ha bajado hasta situarse entre 2000 o 3000 en total”, completa.

Un mundo nuevo

Jesús Merino Prieto tiene 71 años, es maestro jubilado y preside la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui de Palencia (AAPSP). “A finales del 2000, tras visitar los campamentos de refugiados, fui elegido presidente de la AAPSP. Era para dos años, llevo 22 comprometido con la Causa y el pueblo saharaui”. 

Si bien conocía el conflicto del Sahara Occidental desde hacía tiempo porque su hermano hizo el servicio militar en ese territorio en 1974 (cuando todavía era una provincia española), no fue hasta 1999 que “por un compañero del Sindicato” conoció el programa Vacaciones en Paz. En un comienzo realizó actividades de apoyo pero luego su hija mayor, estudiante de Psicología, le planteó la necesidad de asumir una responsabilidad mayor. “Decidimos comprometernos y acoger”, dijo en diálogo con este medio. “Nos entregaron en acogimiento temporal a Benda y ella supo ‘robarnos’ las tres C: cabeza, corazón y cartera”, recuerda con ternura y un poco de humor.. 

Benda Lehbib hoy es profesora y activista por la causa de su pueblo, además de llevar adelante el blog Vivencias de un niño saharaui. Con 7 años llegó a Palencia, en la región de Castilla y León, y su vida cambió para siempre.

“Mí familia de acogida decidió en 2001 apuntarse para acoger un niño o una niña saharaui y ahí vine yo. Estuve durante siete veranos viviendo con ellos y en 2008 me quedé a estudiar hasta ahora”, resume Benda y agrega: “Es verdad que al principio es difícil de explicar la responsabilidad que conlleva acoger a un niño saharaui ya que tienes que enseñarle muchísimas cosas; son muchísimas primeras veces para ti como familia de acogida y para él o ella”. “No hay que perder de vista que vienen de un Campo de Refugiados”, explica.

Asimismo, para su familia biológica implicó “una sensación de incertidumbre”, porque “mandas a tu hijo o tu hija muy pequeña, con siete años, sin saber quien es la otra persona que se va a ocupar de su experiencia, de cuidarla, de tenerla dos meses en su casa”.

Si bien siendo una niña no terminaba de tomar dimensión de lo que estaba viviendo, Benda rememora sus sensaciones de hace dos décadas: “La inquietud, la expectativa de ver que me iba a encontrar, que iba a ver, cómo sería mí familia de acogida, cómo sería mí verano”. “Es difícil de explicar, porque somos niños de 7 años que han vivido en diferido la experiencia que le han contado sus mayores, pero cuando tú llegas aquí te impacta absolutamente todo: cómo comen, cómo se relacionan, cómo duermen, la cantidad de agua que hay, de verde, de edificios”, enfatiza.

Un punto sensible para quienes han crecido en las jaimas (carpas saharauis) en el desierto, con una infraestructura escasa y cuidando al máximo los pocos recursos disponibles, es la abundancia de agua que se encuentra en las ciudades. “No entendía de dónde salía tanta y a dónde iba, yo estaba acostumbrada a que todo lo que era agua debía ser en cantidades mínimas”, comenta la activista. Otro aspecto que recuerda que le llamó mucho la atención fue el ascensor. Sus padres de Palencia viven en un tercer piso y había que subir en ese artefacto extraño: “Eso fue el impacto de mí vida, que te metas en un ascensor y a los dos segundos estás en otro piso”.

Los activistas más pequeños del mundo

Los objetivos de VeP “son varios”, apunta Jadiyetu y enumera por supuesto el cuidado de los niños y niñas, que incluye una atención integral sanitaria, nutricional y educativa. Pero además, “fueron y son considerados los pequeños embajadores de la causa de su pueblo”. “Los niños contribuyeron y contribuyen a sensibilizar a la opinión pública española sobre la responsabilidad del Estado español con respecto a su antigua colonia y, sobre todo, su responsabilidad hacia la población refugiada de donde provienen los pequeños saharauis”, puntualizó la delegada del Polisario.

Para Jesús, el programa “es la mejor propaganda y recordatorio de la situación terrible en la que se abandonó el Sáhara Occidental, y las circunstancias penosas de necesidades en las que sobreviven los Campamentos de Refugiados”. 

Así fue al menos para él, que como presidente de la AAPSP organizó el envío de paquetes de alimentos, medicinas y material sanitario. “También preparamos proyectos de ayuda al desarrollo con apoyo de las instituciones públicas de la provincia”, relata. “En estos 25 años hemos desarrollado proyectos por un valor de 2.900.000 euros: alimentos a 2.700 escolares de 5 colegios-guarderías durante dos cursos, compra y donación de 450 dromedarias (“camellas lecheras”) para alimentar a mujeres parturientas y neonatos, construcción de un Instituto de educación secundaria para 450 alumnos/as, construcción de un Hospital de urgencias en Territorios Liberados de la Repúblicas Saharaui y construcción de 360 huertos agrícolas con sus pozos de agua en los oasis”, destaca.

Coincidiendo con esta mirada Jadiyetu resalta “la gran solidaridad de la que goza la causa saharaui en España y sobre todo el apego de las familias solidarias con la acogida de los niños/as”. Se trata de una forma de “redimir una responsabilidad jurídica política y moral que tiene España con el pueblo saharaui” mientras la sociedad civil española “sigue intentando que sus respectivos gobiernos asuman de una vez por todas la responsabilidad de hacer justicia con el pueblo saharaui que lucha desde hace medio siglo por su libertad”.

Que todas las vacaciones sean en paz

Luego de casi 30 años de esperar un referéndum que Marruecos aceptó pero siempre boicoteó, en noviembre de 2020 se reanudó la guerra en el Sahara Occidental. El pueblo saharaui comprendió que la comunidad internacional no iba a ceder por las buenas a sus demandas y que las alianzas de Marruecos -militares, económicas y políticas- con EE.UU. y la Unión Europea, particularmente Francia y España, obturan sistemáticamente su derecho a la autodeterminación.

Por eso para Benda sin duda el balance del programa “es muy positivo” ya que fue “un antes y un después” en su propia vida. No obstante, aporta una perspectiva que va un poco más allá: “Que este proyecto sea algo temporal y que pronto no sea necesario; que el Sahara sea libre y que niños y niñas saharauis puedan ir y venir cuando quieran”. 

“Ojalá se animasen más familias y todos los niños de los campamentos al menos una vez puedan vivir esta experiencia para conocer esta otra realidad. Que se les oiga, porque al final también es un proyecto que sirve de altavoz de la causa saharaui”, dice. Y que “la otra cara de la moneda, España, tome cada vez más conciencia de lo necesario que es descolonizar de una vez por todas el Sahara y darnos la posibilidad de decidir qué queremos hacer con nuestras vidas”.

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