Desde hace una semana que llamo a Cocoa Beach mi hogar. Este pueblo que tenía apenas 60 habitantes en la década de 1960 fue completamente convulsionado cuando el entonces presidente John Kennedy de los EE.UU. dio inicio a una carrera lunar con la Unión Soviética. El apacible pueblito de pescadores y algún que otro hippie surfista vio la llegada de cientos y miles de personas que dieron impulso al programa Apollo. Había que convertir un pantano en un centro espacial y ni un minuto que perder.
A Cocoa Beach y los pueblos colindantes como por ejemplo Cape Canaveral y Titusville se los conoce como la “costa espacial”. Y este nombre sintetiza lo que se vive aquí a la perfección.
Más de 60 años después la NASA se encuentra en una nueva carrera espacial. Esta vez el rival no es la disuelta Unión Soviética ni tampoco Rusia, sino la siempre naciente y sorprendente China. Es que el país de oriente se puso la meta de llevar a sus ciudadanos a la Luna durante la década de 2030. Si bien parece una meta lejana, en términos de planificación de misiones espaciales eso está a la vuelta de la esquina.
Y aquí la NASA se debatía entre la premura y la paciencia. Es que el lunes 29 de agosto hubo un intento de lanzamiento de su primer cohete lunar en medio siglo. Todo estaba bien en la cuenta regresiva hasta que unos 40 minutos antes del despegue se detectaron problemas en uno de los motores. Si bien los equipos técnicos intentaron “revivir” el cohete, la decisión final fue de abortar el lanzamiento.
El lunes y martes se vivieron momentos de desazón aquí en la costa espacial. Muchas personas habían venido especialmente a ver este lanzamiento y se debatían entre volver a sus casas o esperar a ver si habría un nuevo intento en los días siguientes. Finalmente se decidió avanzar con una nueva fecha para el día sábado 3 de septiembre.
El clima parecía aún mejor que el lunes. El amanecer sin actividad eléctrica y con una suave brisa desde el mar prometía una jornada épica para el Artemis 1. La carga de combustible comenzó según lo planeado pero nuevamente, a las pocas horas, se detectaron fugas en los conectores de hidrógeno líquido. Este combustible está compuesto por moléculas tan diminutas que cualquier mínima fractura genera pérdidas importantes.
Se intentaron todo tipo de medidas preventivas y, cuando ya el Plan B y el Plan C fracasaron, la NASA finalmente decidió aplazar el lanzamiento una vez más.
Inicialmente era incierto cómo continuaría el recorrido de la misión Artemis 1 de cara a su tercer intento de lanzamiento. Una posibilidad era hacerlo el lunes 5 de septiembre, pero durante la tarde del sábado la NASA decidió regresar el cohete al hangar para hacerle arreglos.
Esto significa un retraso al menos hasta fin de octubre para el comienzo del regreso de la humanidad a la Luna. Del otro lado del mundo, los chinos miran atentos.