La derrota que recibió el “Apruebo” en el referéndum constitucional chileno fue un golpe considerable a los sectores progresistas y de izquierda de todo el continente. Frente a este resultado resulta inevitable preguntarse qué pasó con la fuerza y energía desplegada en las calles desde la rebelión de octubre de 2019, con las críticas masivas al orden existente y las demandas planteadas por amplios sectores.
¿Qué relación existe entre los procesos de rebeliones populares y los resultados que la izquierda y el progresismo obtienen en las urnas luego de ellas? Se trata de un nudo que históricamente siempre fue difícil de resolver ya que no existe un traslado mecánico o automático de una a otra, y las diferentes experiencias vividas por los movimientos muestran resultados muy dispares en cada caso.
El problema de la Constituyente en la Revolución Rusa
Uno de los casos históricos más emblemáticos por su complejidad fue el que planteó la Revolución Rusa de 1917 en relación a la Asamblea Constituyente.
En febrero de aquel año irrumpió en la escena política un levantamiento popular, encabezado por las y los trabajadores de los grandes centros industriales. Este movimiento rechazaba la participación en la I Guerra Mundial y sus efectos: el hambre, el desempleo, la falta de tierra para los campesinos y el régimen zarista en su conjunto. En el transcurso del movimiento se conformaron organismos de poder popular (los soviets) y fue derribado el gobierno monárquico del zar. Se conformó entonces un Gobierno Provisional que se hizo cargo de las riendas del país.
Una de las principales demandas que tenían los partidos socialistas y los organismos obreros era la convocatoria a una Asamblea Constituyente que estableciera un nuevo régimen, basado en instituciones democráticas. Este reclamo no fue satisfecho por el Gobierno Provisional (ni tampoco las de abandonar la guerra, repartir tierras y otras). Ante el agravamiento de los problemas sociales y el intento de un golpe de Estado derechista, se produjo una nueva ola de radicalización que le dio al Partido Bolchevique una mayoría en los soviets más importantes del país. Este punto de apoyo les permitió avanzar hacia la toma del poder en octubre de 1917, conformando un gobierno propio e implementando medidas de transformación radical del país.
En ese marco se realizó en noviembre la postergada elección a representantes de la Asamblea Constituyente. La misma, aunque dio una amplísima mayoría a las fuerzas partidarias de reformas sociales, dejó en minoría al propio partido gobernante: los bolcheviques obtuvieron sólo un 23% de los votos. Este partido encarnaba la perspectiva más radicalizada del proceso revolucionario, que buscaba transformar al ex imperio ruso en un federación de repúblicas socialistas basadas en el poder de los soviets y los resultados electorales otorgaban a la Constituyente una composición que hacía imposible la realización de ese programa.
El gobierno bolchevique se vió atrapado entonces en una contradicción: para seguir adelante con el proyecto que había comenzando tenía que pasar por encima de la Constituyente que él mismo había convocado. Esa fue finalmente la resolución que tomó: la Asamblea fue disuelta en nombre del poder de los soviets, que finalmente fueron quienes redactaron la nueva Constitución.
¿Por qué los bolcheviques pudieron obtener una cómoda mayoría en los soviets y quedar en minoría en la Constituyente? la explicación reside en la demografía detrás de cada voto: los soviets eran electos ponderando el voto de los trabajadores industriales de las grandes ciudades, que eran el epicentro del proceso revolucionario. Mientras que el mecanismo de voto universal (“una persona, un voto”) de la Constituyente otorgaba una inmensa mayoría al campesinado, cuya perspectiva no acompañaba el proyecto levantado por los bolcheviques.
El Mayo Francés de 1968
Otro caso emblemático de estallido popular, más cercano en el tiempo, es el del Mayo Francés de 1968. Fue una rebelión comenzada por el movimiento estudiantil al que se sumó la clase trabajadora, confluyendo en un proceso de huelga general con ocupaciones de fábricas, universidades, colegios y otras instituciones. A lo largo de un mes entero todo el país se vio completamente paralizado, y las fuerzas represivas desbordadas por las barricadas y movilizaciones masivas.
Lo que era puesto en cuestión aquí era un modelo de sociedad conservador, represivo, elitista, autoritario e imperialista, cuya cara visible era el gobierno del general Charles De Gaulle. En las calles de París y de toda Francia se vivió una experiencia de impugnación profunda a todos los aspectos de la sociedad, la economía, la política y la cultura vigentes. El protagonismo era allí de las amplias fuerzas de la izquierda en todas sus variantes.
Como producto de este estallido el gobierno quedó sumido en una situación de profunda debilidad y al borde de la caída. Sin embargo, logró resistir el embate y consiguió descomprimir la situación anunciando la convocatoria anticipada a elecciones parlamentarias, pactando con la dirección de los sindicatos y realizando concesiones menores a los diversos sectores movilizados, así como reprimiendo duramente a los que continuaron las manifestaciones.
Las elecciones parlamentarias se realizaron a fines de junio, transcurrido un mes de “enfriamiento” del pico del proceso de movilizaciones. El resultado fue un golpe muy duro a las y los manifestantes: el conjunto de las fuerzas conservadoras y derechistas obtuvieron un triunfo con el 58% de los votos, y las fuerzas progresistas y de izquierda solo un 40%. Para peor, este resultado implicaba un retroceso electoral respecto a las elecciones del año anterior, donde la izquierda había obtenido 3 puntos más.
Aunque la izquierda y los sectores progresistas consiguieron en mayo ganar las calles, paralizar el país y dejar al gobierno al borde de la caída, no consiguieron conquistar a una mayoría de la sociedad para sus posiciones. Al contrario, a la hora de las urnas la mayor parte se expresó por lo que se percibía como el “órden” en oposición al “caos” de las movilizaciones. El progresismo francés recién ganaría las elecciones presidenciales en 1981, 13 años después, y en condiciones políticas muy diferentes.
El caso exitoso: Bolivia y su Constituyente
En un sentido contrario a los casos anteriores se encuentra el de Bolivia. Allí una sucesión de rebeliones populares (con sus puntos más altos en la “guerra del agua” y la “guerra del gas”) se llevaron puestos a dos presidentes (Gonzalo Sánchez de Lozada y Carlos Mesa). El movimiento obrero, campesino-indígena y popular repudiaba el modelo neoliberal, que las empresas multinacionales se llevaran los hidrocarburos y sus beneficios, y un régimen político que no tenía en cuenta la diversidad étnico-nacional del país y los derechos de las comunidades originarias.
Luego de represiones que dejaron alrededor de 70 muertos y más de 400 heridos, el movimiento popular obtuvo un importante triunfo en las elecciones de diciembre de 2005, en las que se impuso Evo Morales y el Movimiento al Socialismo (MAS) con el 53% de los votos. Al año siguiente el nuevo gobierno llevó adelante elecciones para una Asamblea Constituyente en la que el MAS obtuvo un resultado similar.
La Constituyente aprobó el proyecto de nueva Constitución en diciembre de 2007. La misma establecía a Bolivia como un “Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, libre, independiente, soberano, democrático, intercultural, descentralizado y con autonomías”, estableciendo reconocimiento y derechos para los pueblos originarios, límites a los latifundios, derechos sociales sobre los servicios básicos y la propiedad pública sobre los recursos naturales.
Esta nueva constitución fue sometida a referéndum en enero de 2009 y aprobada con un 61% de los votos, venciendo la fuerte resistencia de los sectores conservadores. ¿Qué ocurrió en este caso? que el proyecto del MAS consiguió construir una amplia hegemonía social: no expresó solamente al importante sector social movilizado en 2000-2003-2005, sino que pudo ganar la confianza y aprobación de una mayoría de la sociedad. Apoyo que continúa aún hasta el día de hoy, mostrando bases muy sólidas.
En síntesis, cada situación histórica-política muestra condiciones y resultados muy diferentes, pero la relación entre rebeliones y su procesamiento electoral presenta siempre una gran complejidad. Esto exige una reflexión específica en cada caso sobre cómo intervenir para resolverla a favor de los sectores populares.