Política Sep 17, 2022

¿Cristina o Patricia?: las opciones de Larreta y los dilemas del establishment

El intento de asesinato de la vicepresidenta cambió el escenario también para sus adversarios políticos. La estrategia que el jefe de gobierno porteño había establecido para su candidatura en 2023 se vio trastocada y se agudizó la interna.
Coordinador de Futura-Laboratorio de Ideas

La estrategia de acumulación política que viene desplegando el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodriguez Larreta, implica el manejo de una serie de variables. Proyectar la imagen de una gestión eficaz y exitosa en el distrito, posponer lo más posible el debate con los competidores internos, confrontar con firmeza con Cristina Fernández para construirse como su principal interlocutor y hacer gestos claros hacia el empresariado para presentarse como la opción más viable para conducir un nuevo ciclo neoliberal.  

En el campo propio, desde 2019 se movió con una estrategia bifronte. Eludió la disputa pública mientras concretaba su avance en territorio bonaerense, primero, y hacia el resto del país, después. Sin embargo, si hace apenas un año el resultado de las elecciones parlamentarias lo colocaba como el candidato presidencial “natural”, al menos, del PRO, los hechos que en el último mes y medio cambiaron el escenario político, volvieron a abrir el panorama y colocaron a la interna amarilla como el principal nudo a desatar por el alcalde porteño.

En el último tiempo, los avances mostrados por Larreta activaron las alarmas de sus adversarios internos y sus aliados por fuera de su partido. La convulsión generada a partir de la persecusión judicial a Cristina y el posterior intento de asesinato hicieron el resto. En ese marco, las fortalezas relativas del jefe de Gobierno respecto de las otras figuras principales del universo de las derechas siguen en pié: su capacidad para construir desde el centro a la derecha, la complementariedad con dirigentes de otros sectores de la alianza cambiemita y, algo fundamental, la carta que representa en términos materiales y simbólicos gobernar la CABA. 

Los nuevos retos que enfrenta en su apuesta nacional dan lugar a ajustes en la estrategia trazada, pero también dejan al descubierto que no solo se trata de ganar espacio entre quienes quieren castigar electoralmente al peronismo y de ampliar su estructura nacional.  

La hegemonía en el territorio propio 

Aunque parece una obviedad, vale la pena remarcarlo: en el origen estuvo y está la Ciudad de Buenos Aires y Larreta necesita seguir mostrando su estilo de gestión como un modelo sin fisuras y no tener grandes conflictos para seguir en modo campaña electoral. Esto no dista de muchos casos en los que la proyección nacional de un referente está ligada a una gestión local o precedida de un momento de acumulación territorial. Con la salvedad de que el PRO y sus aliados no solo han sabido ganar elecciones en la CABA, sino que han construido un andamiaje institucional (legislativo, judicial, policial, propagandístico) y un tipo de presencia en el territorio, que apuntala una verdadera hegemonía cultural. 

También acá hay que marcar una particularidad conocida, porque la Ciudad de Buenos Aires es una vidriera para el resto del país y cuenta con una cantidad de recursos financieros incomparable con la mayoría de los distritos. A su vez, obviamente no es una hegemonía neutra, ya que la CABA se trata de un espacio privilegiado para el avance de modelos sociales forjados por la lógica avasallante del capital financiero global. Por ende, hegemonizar la capital del país y mantener el control sobre su aparato estatal, tiene efectos que van más allá de cualquier coyuntura electoral; es una condición de posibilidad para que la derecha neoliberal siga encontrando, más allá de los nombres, a sus gestores de “alcance nacional”.

CFK y la interna de la derecha

Larreta venía armonizando los aspectos principales de su estrategia hasta que en agosto una serie de acontecimientos trastocaron esa tendencia. La movilización en defensa de Cristina modificó las coordenadas de todo el escenario político y recalentó la interna de Juntos por el Cambio. El intento de asesinato sufrido por la vicepresidenta no hizo más que potenciar esa situación y ahondar más todavía los niveles de imprevisibilidad. 

Desde el punto de vista del jefe de Gobierno, los hechos del jueves 1° de septiembre impactaron claramente en dos niveles. Por empezar, quedó desplazado de la centralidad casi exclusiva que habría tenido si el foco de tensión se hubiera mantenido en Recoleta, mientras que Patricia Bullrich logró una centralidad que no venía teniendo. 

Larreta condenó rápidamente el atentado y, más allá de sus pretensiones, la radicalidad posterior de la ex ministra de Seguridad terminó ubicándolo en una posición moderada. Si bien mantuvo una línea de confrontación firme contra el Gobierno Nacional -decretando la recuperación del día de clase por el feriado definido por Alberto Fernández o rechazando el supuesto intento de imponer una Ley mordaza por los discursos de odio- y evitó cualquier gesto que lo mostrara dispuesto a tender puentes con el kirchnerismo, en este nuevo contexto volvió a hablar de la necesidad de superar la “grieta” y de condenar las disputas “inútiles” entre las fuerzas políticas. 

Si hasta ese momento el golpe por golpe con la vicepresidenta era todo ganancia para Larreta, producido el ataque a Cristina la clave pasó a estar en cómo moverse ante la disputa a cara de perro que le propone Bullrich.

En simultáneo, esos hechos expandieron las disputas internas en el universo Cambiemos. Por primera vez en mucho tiempo, no solo se trata de cuestionamientos públicos. De hecho, en la Legislatura porteña, donde venía funcionando una mayoría automática, se evidenciaron fisuras significativas. Lo que se expresó, primero, en la suspensión de sesiones ordinarias y reuniones de comisión y, más tarde, en el anuncio de seis legisladores que responden a Bullrich y Christian Ritondo de que van a funcionar como grupo parlamentario. 

Esto último, responde a un acuerdo más general entre la presidenta del PRO y el diputado nacional, que oficia como uno de los referentes bonaerenses más importantes del partido. La jugada, que contaría con el aval de Mauricio Macri, fue presentada la última semana. Efectivamente puede interpretarse como un paso hacia la consolidación de la candidatura presidencial de Bullrich, y por ende como golpe para Larreta. Sin embargo, también puede leerse como un reflejo ante su avance. 

Si bien nada es definitivo, unos días después de la foto entre Bullrich y Ritondo, Larreta encabezó un encuentro con más de cien referentes de todo el país, incluyendo dirigentes del PRO y de otros espacios que integran Juntos por el Cambio, como el cordobés Luis Juez o el intendente de Tucumán, Germán Alfaro . 

Desigualdades que emergen en el pago chico  

En el último mes y medio, otros hechos también condicionaron el despliegue de Larreta. Por un lado, la muerte de una alumna de una escuela del Barrio 21-24 puso en evidencia al Gobierno de la Ciudad, que unos días antes había anunciado un endurecimiento en las condiciones de regularidad escolar para que las familias beneficiarias del programa Ciudadanía Porteña sostengan esa asistencia. 

Por otro lado, hay varios frentes de conflicto abiertos con trabajadores del Estado local y colectivos vecinales que se oponen al avance del negocio inmobiliario. Sobre todo, la lucha de las enfermeras y enfermeros para ser incluídos en la carrera profesional del sector salud y las denuncias que empleados públicos vienen realizando acerca del vaciamiento de su obra social (Obsba), exponen al GCBA debido a la legitimidad de la que goza ese reclamo y a las derivaciones que puede tener la falta de transparencia en la gestión de una de las cajas más importantes del distrito.   

Sobre apuestas y apostadores  

En la Argentina hay un bloque social integrado por la cúpula empresarial, la corporación judicial, los medios de comunicación dominantes y la derecha política que, más allá de los elencos gubernamentales, se encuentra a la ofensiva y con niveles históricos de convergencia en su accionar. En los términos más elementales, lo que mueve y articula a esos sectores es la conservación de sus privilegios. En términos más concretos, encarnan una apuesta por imponer límites a cualquier ampliación de derechos y establecer una mayor liberalización de la estructura económica para terminar de institucionalizar una relación de fuerzas totalmente favorable al capital. Cosa que requiere de una derrota duradera al movimiento popular, que discipline especialmente a la clase trabajadora.      

En ese bloque social existe hoy una disyuntiva. Si bien el horizonte está claro, no pasa lo mismo con los procedimientos políticos y los tiempos sociales que deberían ponerse en juego.  

El discurso de Bullrich parece ser más coherente con la radicalización que experimenta esa cúpula empresaria, mediática y judicial, y con el borramiento más general de las pautas de convivencia democrática que está en curso, alimentado en gran parte por las distintas fracciones de la derecha política. Lo mismo pasa con Macri, su deriva abiertamente pro-grieta a partir de 2015 y su afirmación acerca de que si tuviera un segundo tiempo haría lo mismo que en su primer gobierno pero más rápido. 

La apuesta de Larreta se juega de un modo evidente en evitar que su figura quede limada  por derecha, pero necesita encarnar algo más. Según indicó él mismo en el encuentro que tuvo con dirigentes de todo el país hace unos días, se trata de tener un plan y consensuarlo entre los aliados porque la cuestión “no es aprobar leyes los primeros días sino que éstas se mantengan veinte años”.

“Radicalidad” o “viabilidad” parece ser también la gran cuestión a resolver entre los sectores que componen el bloque social por los privilegios. La interna del PRO se colocó en el centro de la escena. Una interna que va bastante más allá de lo partidario y de una disputa entre figuras. Los objetivos son los mismos, las formas no necesariamente. Algo que en política no es aleatorio y puede traer consecuencias diversas.

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