Días atrás el Gobierno porteño dio a conocer la decisión de suspender las jornadas Espacios de Mejora Institucional (EMI) los días hábiles en horario laboral para reemplazarla por actividades opcionales los sábados y así evitar la pérdida de días de clase.
Ahora bien ¿qué tiene de malo “más clase”? Comenzamos por aquí dada la importancia que puede significar el debate para el común de la gente, para las familias, para muchas personas que genuinamente se preocupan por la educación. Sin dudas la discusión acerca de la jornada escolar y el calendario educativo es de gran importancia para pensar un sistema educativo que dé respuesta a las necesidades de les niñes y jóvenes, del conjunto de les estudiantes. Un debate que pareció asomarse cuando al iniciar el año el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (GCBA) planteó distintos dispositivos para paliar las horas libres; o semanas atrás, cuando el Ministerio de Educación pretendió, con el año en curso, pasar a jornada completa a distintas escuelas del distrito. Un debate, sin embargo, que al día de hoy está muy lejos de ser abordado de manera seria y responsable.
Claro está que la cantidad de días de clase, el uso y gestión de ese tiempo, la extensión de la jornada, e incluso los dispositivos extracurriculares, son cuestiones muy valiosas a la hora de pensar la calidad académica. Sin embargo, nos parece importante destacar que no son las únicas, o que per se, no la garantizan.
En lo que va del año en nuestra Ciudad, cientos de estudiantes han perdido clase. Lo hicieron porque los dispositivos para paliar las horas libres no existieron, porque no se destinó el presupuesto necesario para tener los edificios en condiciones, porque hay emergencia docente hace años en la Ciudad. Perdieron horas de clase, en definitiva, por el déficit de una gestión que lleva 15 años al frente de un gobierno desde el cual se anuncian medidas que saben inconducentes, pero que sirven para las cámaras de televisión. Mientras tanto, como siempre, les pibis quedan de rehenes en las escuelas. Cabe destacar que no sólo es una metáfora, sino que se asemeja bastante a la realidad de les jóvenes de las escuelas secundarias que deben quedarse, a veces desde las 9 de la mañana, sin hacer nada, porque no hay quien tome las horas vacantes, ni tampoco les dejan retirarse antes de tiempo.
Si pensamos en la calidad académica, la capacitación docente no debería ser jamás una variable de ajuste. Las jornadas EMI son espacios clave en ese sentido. Permiten capacitarse, reflexionar y planificar colectivamente. Permite encontrarse, parar la pelota en un contexto sumamente desafiante, reforzar las herramientas y saberes, para seguir compartiéndolos en el aula.
Plantear que este espacio pase a los días sábados no resulta contradictorio únicamente en materia de condiciones laborales y salario docente. Sin menospreciar ese aspecto, fundamental también en la vida del sistema educativo, es importante a la vez enfatizar en la profunda importancia del espacio de mejora institucional para el conjunto de les trabajadores de la educación. Contar con ese espacio no puede ser un privilegio o un bonus de les que puedan y deseen asistir. Es, por el contrario, una responsabilidad del Estado, en tanto garante de la educación pública de calidad.
Cabe señalar que incluso el planteo del GCBA resulta contradictorio hasta en sus propios términos. Es que en su diagnóstico, tan solo unos meses atrás, adjudicaban los malos resultados de las pruebas estandarizadas (FEPBA y TESBA) al mal desempeño docente en materia de formación, pero ahora deciden que la capacitación, curiosamente se realizará los días sábados. Una clara muestra de la falta de coherencia, planificación y responsabilidad.
Quedan tres meses hasta finalizar el año, y se avecinan cada vez más los cierres de listas para las elecciones de 2023. Horacio Rodriguez Larreta y Soledad Acuña tienen que jugar todas las cartas que puedan en una interna que se recrudece cada vez más. Recordemos que, días atrás, Patricia Bullrich dijo estar dispuesta a asumir el gobierno en cualquier circunstancia. Aunque halcones y palomas pretendan construir un relato que enfrente a las comunidades educativas, somos los estudiantes, familias y docentes quienes vivimos la realidad todos los días.
Cualquier estudiante de media sabe y puede contar cuántas veces jugó al fútbol o escuchó música esperando pasar el rato hasta que se termine el día y poder, finalmente, retirarse. Cualquier estudiante puede contar las veces que no hubo agua en el edificio y debió ser interrumpida la jornada escolar. Cualquier familia siente en carne propia la preocupación por las ratas entre les pibis. Cualquier docente sabe lo valioso y necesario del espacio de las EMI. Cualquier integrante de la comunidad sabe el tiempo y el cuerpo que le dedican les docentes a sus pibis, a les que cuidan en el recreo aunque no sean “les suyes”, o a les que escuchan día a día para tratar de ayudarles, con las herramientas que tenemos, en una infinidad de situaciones.
Por eso, aunque quieran enfrentarnos, el paro convocado por los sindicatos el jueves pasado expresó un masivo apoyo no solo de la docencia que adhirió más del 90%, sino del conjunto de la comunidades que, cansada y preocupadas, buscan respuestas urgentes por parte del Ministerio. Así lo expresaron representantes estudiantiles secundaries, terciaries, docentes de todos los niveles y colectivos como Familias por la Escuela Pública, en la convocatoria realizada por Unión de Trabajadores de la Educación (UTE-CTERA) en el marco de las acciones territorializadas.
El maltrato por parte del GCBA es mucho, pero nunca más que la convicción, el orgullo y la unidad de quienes todos los días habitamos las aulas y la potencia de sabernos juntxs eligiéndolas, defendiendolas y soñandolas.