En la década de 1960 la Unión Soviética y EE.UU. se enfrentaban a una temible Guerra Fría. Uno de los frentes más activos y, sin dudas, de los que más cautivaron el imaginario colectivo era la carrera espacial. Es que los soviéticos tomaron rápidamente la delantera teniendo en su haber el primer satélite artificial, el primer hombre y la primera mujer en el espacio y la primera caminata espacial, entre otros notables logros. En EE.UU. todo era confusión y, sin importar el esfuerzo que hicieran, parecían llegar segundos a cada meta que se planteaban.
El presidente John F. Kennedy, muy astuto, decidió entonces que el siguiente objetivo en este frente de batalla fuera lo suficientemente lejano como para tener tiempo de alcanzar y superar al bloque del este. La meta que se fijó y les fijó fue ni más ni menos que la Luna.
Los años siguientes fueron un frenesí de competencia entre ambos bandos. El programa Apollo estadounidense por un lado; el programa Luna soviético por el otro. Tras una serie de traspiés, la NASA tomó rápidamente la delantera y, tras la muerte del ingeniero en jefe soviético Korolev, el destino quedó sellado.
En 1969 Neil Armstrong se convirtió en el primer ser humano en pisar nuestro satélite gris. Si bien sus palabras decían que el suyo era un “gran salto para toda la humanidad”, la bandera que flameó sin viento fue la de las barras y estrellas.
La nueva carrera a la Luna
Hoy, más de 50 años después, nos encontramos ante una nueva carrera espacial y el objetivo vuelve a ser el mismo. Los competidores, en cambio, son distintos. Por un lado está la NASA y por el otro está la agencia espacial china. También se podría considerar que las empresas privadas, con SpaceX a la cabeza, podrían ser un tercer frente… pero dejemos eso para otro día.
Del lado estadounidense, el nuevo programa lunar tripulado se llama Artemis en honor a la hermana gemela de Apollo. El vehículo que impulsará a esta nueva generación de astronautas se llama SLS por Space Launch System y su primera encarnación está hace semanas varada en la plataforma de lanzamiento.
Es que ya esta novela viene de largo. Tras años de retrasos y un sinfín de incrementos en el presupuesto original, el cohete estuvo listo a comienzos de este año. Se lo sometió a una extenuante serie de pruebas, las cuales en su gran mayoría fueron exitosas. Los elementos que fallaron fueron reemplazados por partes nuevas y luego más pruebas, y más pruebas hasta que el vehículo fue considerado listo para ser lanzado.
Dos intentos y, ¿vamos por el tercero?
La primera campaña de lanzamiento fue a fin de agosto y su cuenta regresiva tuvo que ser frenada ya que uno de sus cuatro motores no logró registrar la temperatura que la NASA estaba esperando. Días más tarde, a comienzos de septiembre un nuevo intento fue frustrado por una fuga de combustible.
La NASA tuvo que decidir entre intentar arreglar el vehículo en la misma plataforma de lanzamiento o volverlo al hangar para reparaciones más exhaustivas. Finalmente se decidió por lo primero y, tras cambiar algunas juntas y otros repuestos, se pudo hacer una nueva batería de pruebas en la misma plataforma el miércoles pasado.
La historia finalmente parecía encaminarse para la agencia espacial norteamericana: los cuatro motores con temperaturas correctas, las pérdidas de combustible reducidas a niveles tolerables y finalmente una nueva oportunidad de lanzar el día 27 de septiembre.
Eramos pocos…
Pero hay veces que la suerte también tiene que acompañar… y es que estamos en plena temporada de huracanes en el caribe. Una temporada que venía relativamente tranquila pero que ahora tiene a una tormenta tropical llamada Ian, cuyo curso coincide con el centro espacial prácticamente en la fecha de lanzamiento.
La NASA se enfrenta por estas horas a un nuevo dilema. Con la fecha del 27 de septiembre ya arruinada. ¿Mantienen el cohete en la plataforma con miras a un futuro intento de lanzar el día 2 de octubre o van por la alternativa segura y lo resguardan en el hangar hasta que pase la tormenta?
La segunda opción parece ser la que terminarán tomando, pero lo cierto es que mover el cohete tiene sus propios riesgos, ya que los arreglos que se hicieron al mismo podrían volver a romperse debido a las vibraciones del traslado.
Por otra parte, la NASA tiene que decidir pronto, ya que el traslado al hangar es una operación que lleva al menos un día. Como si esto fuera poco, ya se han escuchado por las redes sociales algunas voces reclamando que la agencia espacial no le está dando a su propia gente el tiempo necesario para que preparen sus casas y sus familias de cara a la tormenta que se avecina.
La decisión final se tomará este domingo 25 de septiembre en base a los últimos partes de meteorología. Sin dudas un nuevo capítulo con drama para esta novela espacial del programa Artemis.