El fútbol es un lenguaje con sus prosistas y sus poetas
Pier Paolo Pasolini
El fútbol es un lenguaje universal. No creemos a esta altura que existan refutadores de esta sentencia que Pasolini nos regaló en un artículo publicado en 1971. Si el fútbol es un lenguaje, pensaba el poeta, hay un sistema de signos que construye su propia gramática, sus leyes internas, el engranaje que desemboca en pasiones incomprensibles (cómo toda auténtica pasión). Y dentro de ese lenguaje existen estilos antagónicos.
Tironeando de su analogía, Pasolini dirá que el catenaccio y sus formas se asemejan más a la prosa; y que la gambeta y la libertad del fútbol latinoamericano tienen mucho más que ver con la poesía. Así, en aquella final de 1970 entre Italia y Brasil, el ejército de poetas con el comandante Pelé a la cabeza, le dio una samba divina a los prosistas italianos Bertini y Mazzola.
Ustedes me dirán, yo vine acá por Marcelo Gallardo, que es esta perorata poética; déjenme decirles (y a partir de este momento la nota ingresa en el terreno de las hipérboles y las metáforas desmedidas) que para acercarme a lo inexplicable siempre necesito un poco de poesía, y eso representa un poco Marcelo Gallardo para los hinchas de River: la fuerza de hacer posible lo imposible, la certeza de que con el Muñeco siempre había algo más para contar.
Elijo creer
“Los pendejos ven que River sale campeón y se hacen de River”, decía medio resignado el narrador de 19 de diciembre de 1971, el cuento del Negro Fontarrosa (que van a leer ni bien terminen esta nota) que narra como ninguno aquello que decíamos sobre la pasión. Y en esa simple oración está cifrada toda la potencia que Gallardo le devolvió a River, una suerte de pragmatismo entre el ganar gustar y golear, y esa capacidad estratégica cristalizada en el “Napoleón” con el que lo bautizó Costa Febre.
Cuando había que ser poeta, se era poeta, cuando se necesitaban las armas de la prosa, el comandante sacaba de su tablero las plumas necesarias para delinear el mapa de la victoria.
La metáfora del lenguaje calza perfecto para Gallardo porque no debe haber conferencia de prensa en la que no se mencione, una y otra vez, la idea de “la forma” como principal herramienta para construir y consolidar sus equipos. Esa forma, que es la identidad que Gallardo le imprimió a este ciclo, tiene, para mí, un secreto literario: la elipsis de la victoria.
Quien acumula victorias épicas en su espalda no necesita nombrarlas una y otra vez, basta con decir “a este ciclo lo respaldan las formas y un camino recorrido” para que el círculo de periodistas agache la cabeza en una conferencia de prensa y digan para adentro “okey, a este no le entra ni una bala”. Véase sino las conferencias post derrota con Flamengo, arte de la retórica y la domesticación discursiva en diez minutos.
Del “que la gente crea porque tiene con que” al “venimos jugando mal hace dos meses para que el rival no sepa nuestra estrategia” post victoria en la final con Boca, Gallardo entra en la mitología del fútbol argentino porque nos regala frases que definen un ciclo y nos transportan exactamente a ese momento y a esa sensación. ¿Alcanza con ganar? claro, pero con este saberdecir, Napoleón se queda instalado en la estructura sentimental del fútbol argentino (ya dije lo de las hipérboles ¿no?).
200 años: ¿de qué sirvió / haber cruzado a nado la mar?
De todas las victorias que le regaló Gallardo a este River y al fútbol argentino en general, me quedo con la del tiempo. Cuando las sospechas, las ansiedades y la ligereza mental dirigencial, envuelven al fútbol en un manto de especulaciones; Gallardo construyó una barrera en la que parecía decir por acá no, acá el fútbol, los jugadores y los hinchas, nada más. Ocho años en los que se pudo construir otro tiempo.
Como buen poeta, Marcelo restituyó valores de la palabra fútbol que teníamos ciertamente olvidados, esa palabra que, sustraída de todo, a secas, puro juego librado al azar en el barrio o con amigues, seis letras que representan 90 minutos de pura libertad para quien juega o lo contempla.
No soy muy apegado a las instituciones a la hora de escribir, pero cada tanto me pego una vuelta por la vidriera de la RAE para ver qué tiene para decir. Desde que Gallardo anunció su retiro, el apellido me rebota en la cabeza una y otra vez, Gallardo, gallardía. El diccionario de la Real Academia Española nos da seis acepciones, cito la tercera: “3. adj. Dicho de lo que corresponde al ánimo: Grande, excelente. Gallardo pensamiento. Gallardo poeta”. Elijo creer.
En Torso arcaico de Apolo, Rilke sentencia en el último verso y nos exhorta: “Cambia tu vida”, dice el poeta. Gracias Marcelo, por leer a Rilke, por cambiar las nuestras.