Política Nov 5, 2022

La batalla del PRO: una interna cada vez más picante que se cocina en la CABA

La Ciudad de Buenos Aires es escenario de movimientos decisivos para la configuración del tablero político argentino. La apuesta por un “pluralismo autoritario”, el rol clave del radicalismo y el empresariado. Una interna que aprovecha la impotencia política del oficialismo.
Coordinador de Futura-Laboratorio de Ideas

De Buenos Aires a Brasilia

Las iniciativas desplegadas desde el Gobierno local de la Ciudad de Buenos Aires (CABA), los pasos dados por Horacio Rodríguez Larreta en su estrategia de acumulación de cara a 2023 y la disputa abierta en su partido siguen siendo las variables fundamentales que explican el escenario político porteño. Aunque sin la intensidad y las facilidades de otros momentos, el larretismo avanza con su agenda básica, vinculada con el espacio público, el transporte, la seguridad y la oferta cultural. En simultáneo, el alcalde asume el equilibrismo como forma de transitar la agudización de la interna que tiene planteada con Mauricio Macri y Patricia Bullrich. 

El escenario que quedó forjado en los últimos dos meses implica un desafío muy complejo para Larreta. Ante todo porque trasciende la capacidad de cualquier dirigente político, ya que está asociado a una disyuntiva histórica que atraviesa al conjunto del establishment local en su objetivo de reestructurar una vez más el capitalismo argentino: asumir un camino de radicalización que puede derivar en un proceso autoritario o intentar un esquema de acuerdos que le permita una mayor previsibilidad. 

Algo de todo esto se manifiesta en la tensión creciente que viene asumiendo la pelea de liderazgo en el PRO y también se expresó, al menos en parte, durante el último Coloquio de Idea, convocado bajo el lema “ceder para crecer”. Del mismo modo, a la hora de pensar en ese dilema resuenan aquellas palabras del embajador estadounidense, Marc Stanley, cuando en agosto instó a oficialismo y oposición a construir una coalición para gobernar, sin esperar a 2023. No exageramos si agregamos que el desenlace del proceso electoral en Brasil aporta un ingrediente contextual a esta situación, cuya significación definitiva -bien a tono con los tiempos que corren- dependerá de lo que ocurra en los próximos meses.

Superar la grieta pero no tanto 

Hace apenas una semana, Larreta tuvo en la Cumbre Mundial de Alcaldes realizada en Buenos Aires un espacio inmejorable para mostrarse como la cara visible de una derecha moderna, plural y a tono con los temas que marcan la agenda global, con capacidad de gestión y con vínculos estrechos con varios de los líderes del norte que seguramente tendrán un papel decisivo en la próxima década. Ahí se pudieron ver muchas de las aristas principales de su proyecto de Ciudad, que no es otra cosa que el proyecto de sociedad al que aspira buena parte de los sectores dominantes del país.

Ese evento, junto con otras apariciones públicas como la que tuvo en el Coloquio de Idea, le permitierontrabajar en una línea de acción que le da la posibilidad de diferenciarse de sus competidores internos: la apelación al diálogo, la disposición a tejer acuerdos y el anuncio de políticas para resolver problemas concretos. Junto con esa línea de intervención, el larretismo tiene que alimentar su cara más dura. De ahí que su gobierno sostenga y profundice la confrontación con las comunidades educativas, al punto de criminalizar a las familias de los y las estudiantes que participan de protestas, o que, tal como ocurrió en las últimas semanas, insista con la utilización de las pistolas Taser por parte de las fuerzas de seguridad.

Más allá de denunciar la hipocresía de esa dualidad, en primer lugar es importante recordar que, con sus énfasis diversos, es un aspecto constitutivo del proyecto político encarnado por el PRO. En segundo lugar, vale advertir que en el caso de Larreta esa contradicción está encontrando, en esta coyuntura, una síntesis discursiva en un llamado al diálogo que en realidad no tiene interlocutores ni derivaciones prácticas. Y tercero, es interesante dejar planteado un interrogante: ¿en un contexto como el actual esa contradicción terminará siendo una fortaleza o una debilidad?

Por ahora podemos decir que la estrategia de Larreta para dar batalla en la disputa interna no puede prescindir de un perfil, en alguna medida, conciliador. En medio de una polarización cada vez más afianzada, es tal vez el único dirigente de peso nacional de Juntos por el Cambio que sigue hablando de superar “la grieta”. Sin embargo, como adelantamos antes, también hay que destacar que, condicionado como está por una derecha radicalizada, que existe tanto dentro como por fuera de esa alianza, esa posición es cada vez más un gesto vacío que no tiene ningún correlato con la acción política. 

Lejos de aquel Macri que en 2015 prometía “continuar con lo que estaba bien”, este Larreta habla de diálogo pero no reconoce nada valorable entre sus adversarios, incluso ha advertido que con el kirchnerismo no podría acordar nada. Se podría añadir que la dinámica de Juntos por el Cambio es actualmente la de un espacio que se siente ganador, en el que la principal batalla es hacia adentro y que ya vendrán los tiempos para tratar de conquistar voluntades más allá de la tribuna propia. Es una hipótesis válida que se deberá corroborar de acá a un tiempo.    

Los amigos radicales

En ese contexto, los movimientos de Larreta tienen una complejidad extra. Enfrentado a los principales referentes nacionales de su partido, cobra más relevancia el vínculo con un aliado externo como el radicalismo. Pero al mismo tiempo, no solo está en juego su candidatura a presidente sino también quién lo sucederá en la CABA. Mientras Martín Lousteau se perfila como uno de los principales candidatos e incluso exige que se materialice el aval directo del alcalde porteño como condición para confluir en la misma estrategia a nivel nacional, este repite que va a garantizar a todos los pretendientes reglas claras para que compitan. 

Del otro lado de la interna lo presionan para que respalde sin ambigüedades a una figura del PRO. El jefe de Gobierno apuesta todo a las PASO, pero aún esa herramienta parece ser insuficiente para resolver la disputa que involucra a las distintas fracciones de ese partido. 

Para la alianza opositora, este complejo panorama se podría enmarañar aún más en caso de que en el Frente de Todos se imponga la postura de anular las PASO y de que logre los votos necesarios para concretarlo en el Congreso, algo difícil -hay que decirlo- y que iría a contramano de la situación de dispersión crónica del oficialismo. De todas formas, ahí se jugará un capítulo decisivo en una contienda política en la que, como quedó en claro durante los últimos días, la agresividad irá en aumento. Más aún cuando una parte de los actores en juego ve que la incorrección política es el medio más adecuado para llegar a cumplir con sus objetivos. 

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