En enero de 2021 el entonces presidente de EE.UU., Donald Trump, incentivó vía su cuenta de Twitter a que un grupo de manifestantes se presente a la asamblea legislativa que tenía por objetivo nombrar a Joe Biden como su sucesor. Esta manifestación sin precedentes terminó con disturbios dentro y fuera del capitolio en Washington DC, con un saldo de cinco muertos.
Una de las consecuencias de este hecho fue la suspensión en forma permanente de Trump en la red del pajarito. Twitter lo acusó, con justa razón, de fomentar discursos de odio e incentivar a sus seguidores a que cometan el delito de sedición.
Otra consecuencia sin dudas más indirecta fue la que se vivió con Elon Musk. Es que Elon se percibe a sí mismo como un antisistema que ve a la Internet como el lugar desde el cual el individuo “le gana” a las corporaciones. De filosofía netamente liberal, ha sido un arduo crítico de la cancelación de Trump en Twitter.
Ante la falta de respuesta por parte de la red social, Elon decidió entrar en acción. Primero compró un 9% de la empresa. Después propuso la compra de la totalidad de las acciones, la cual fue aceptada finalmente en mayo de este mismo año.
Fiel a su estilo, el sudafricano cambió de parecer e intentó esquivar su compromiso de compra. Acusó a Twitter de inflar sus números con respecto a usuarios, alegando en particular que está llena de bots (usuarios falsos) y que el precio acordado no era justo.
Desde aquel entonces Musk y Twitter viven una verdadera novela de suspenso con matices tragicómicos. La empresa decidió iniciar acciones legales con el objetivo de obligarlo a continuar con el proceso de compra. Uno de los puntos interesantes de que el asunto haya llegado a la justicia es que se hicieron públicas una serie de chats o conversaciones privadas entre Elon y distintos directivos de la red social.
Se pueden ver mensajes en los cuales Parag Agrawal, entonces CEO de Twitter, le ofrecía a Elon su ayuda para contestar las preguntas que este tuviera. La respuesta del magnate era esquiva, alegando que él prefería no juntarse con directivos sino con los equipos de ingeniería de forma directa. Este tipo de malentendidos son los que hicieron que desista de “simplemente” ser accionista mayoritario y tuviera intenciones de comprar la red social para echar a Parag.
En otro giro ¿inesperado? Elon volvió a cambiar de opinión y finalmente accedió a comprar. Este proceso se concretó finalmente el pasado 26 de octubre. El multimillonario no perdió el tiempo y se encargó de visitar personalmente las oficinas centrales en la ciudad estadounidense de San Francisco. Allí nomás entrar se encargó de publicar un tuit en el que se lo ve llegando con un lavabo en brazos y la frase de “let that sink in”. En inglés significa “dejen que esto se asiente” o algo así como “lidien con ello” pero también se puede interpretar literalmente como “dejen que este lavabo entre”. Es común ver este tipo de frases como juegos de palabras en las respuestas a cada tuit que publica. Con más de 112 millones de seguidores es una de las celebridades de la red social.
La faceta comercial de Elon también surgió a la luz en un mensaje que le dedicó a las empresas que usan Twitter como espacio para emitir sus publicidades. En una breve nota les contó que compró la red social “por amor a la humanidad”, que esta se tiene que convertir en un motor de debate para la sociedad pero no por eso debería ser un “infierno donde vale todo”. No queda claro cómo logrará imponer reglas cuando por un lado tiene que cumplir con las normativas en cada región (Europa ya se encargó de recordarle que allí Twitter deberá cumplir todas sus legislaciones) y por otro lado promete libertad de expresión a rajatablas.
Volviendo a los hechos recientes, Parag Agrawal dejó sus funciones como CEO y no queda claro quién lo reemplazará ya que Elon se autoproclamó “chief twit”, lo que sea que eso significa. También perdieron su empleo otras personas como por ejemplo Vijaya Gadde, quien era la responsable de haber bloqueado a Trump en enero de 2021.
El rally de despidos se pensaba que iba a continuar para con las miles de personas que trabajan a diario para la red social. Es que durante conversaciones con financistas, se comenta que Elon había llegado a decir que echaría hasta un 75% de la fuerza laboral. Pero nunca ratificó esto en público y hasta lo ha salido a desmentir… lo cierto es que la visión californiana de esfuerzo dista de ser el ideal del sudafricano. Él cree en la dedicación “al 110%” y la presencialidad “hasta que se cumplan los objetivos”; las empresas de Silicon Valley, en cambio, son famosas por hacer mucho hincapié en el bienestar de sus trabajadores/as, a veces con oficinas vacías después de las 3 de la tarde.
Como si esto fuera poco, dos bromistas decidieron disfrazarse de empleados despedidos de Twitter y posar para la prensa. Una semana después, el día viernes 4 noviembre, comenzaron efectivamente las olas de despidos en Twitter. Aún no se saben los números exactos pero se rumorea que hasta un 50% de la nómina podría perder su empleo. En algunas geografías y puestos específicos, como por ejemplo las áreas que revisan y moderan la red, los despidos podrían ser aún mayores.
Las implicancias de Elon Musk en Twitter son muy profundas y marcarán un antes y un después no sólo para dicha red social sino para el futuro de Internet. Basta nomás meterse en el debate que hay en EE.UU. sobre la normativa Section 230. Esta le provee un grado de inmunidad a los proveedores de servicios de Internet con respecto al contenido que allí se almacena.
Por ejemplo, si yo usara Twitter para emitir un discurso de odio, Twitter está protegido legalmente hasta cierto punto y se deslinda de dicha responsabilidad aunque tiene el derecho de actuar como moderador y suspender cuentas. En tiempos recientes esta normativa fue discutida y hasta superada por leyes locales tal como es el caso de Florida. Es que en el estado del ratón Mickey hay una norma que impide que los políticos sean suspendidos de plataformas de Internet, bajo pena de severas multas. Me pregunto si Elon estará dispuesto a enfrentar esta legislación en calidad de nuevo dueño de Twitter, enemistándose con el governador Ron DeSantis, republicano con altas chances de ser presidenciable.
Por último está la cuestión de las cuentas verificadas, es decir aquellas que cuentan con un tilde azul al lado de su nombre. Históricamente se otorgaron a figuras célebres o del ámbito político y el periodismo. Elon ha planteado que abrirá el tilde azul para toda persona que esté dispuesta a pagar 8 dólares mensuales. No queda claro si los periodistas o cuentas ya verificadas estarán exceptuadas.
Sin dudas estamos recién ante el comienzo de la turbulenta llegada de Elon Musk a Twitter. Ahora en control total de la empresa es posible que veamos más de su ideología impactando en las políticas corporativas. ¿Menos managers y más trabajo con pico y pala? ¿Mayor libertad de expresión o libertinaje?
Somos muchos los que creemos que Elon Musk se ha intentado comer un sapo más grande que el diámetro de su garganta. Cree que con soluciones tecnológicas puede resolver un conflicto humano tal como la hiperpolarización que viven nuestras sociedades.