Con matices mucho menos dramáticos que la carrera espacial de la década de 1960, estamos viviendo una nueva competencia y la meta una vez más es la Luna. En un costado del ring está el campeón defensor de la corona: nada más ni nada menos que EE.UU. Del otro lado hay un nuevo retador; ya no se trata de la Unión Soviética, ni siquiera Rusia, sino China.
Y en esta nueva carrera los estadounidenses llevan la delantera. Su plan de exploración lunar tripulada ya lleva décadas. El comienzo de estos esfuerzos se dieron en el marco de un programa llamado Constellation. En 2010 el entonces presidente Barack Obama consideró que Constellation estaba tan atrasado y con sus presupuestos tan excedidos que lo mejor era tirar del enchufe. El nuevo mandato era explorar el espacio profundo, es decir más allá de la órbita terrestre, pero hacerlo con un magro presupuesto.
La NASA así se vio obligada a recauchutar las piezas sueltas que tenía guardadas por allí y con ellas construir un cohete que le permita llegar de nuevo a la Luna. Así nació el Space Launch System (SLS) con sus motores provenientes del Transbordador Espacial y su cápsula proveniente de Constellation (lo único que sobrevivió al recorte impuesto por Obama).
Es así que en 2010 la NASA comenzó a diseñar y luego construir este ambicioso cohete. Pero el camino no estuvo libre de obstáculos. Retrasos con los proveedores, problemas técnicos durante las pruebas, cambios de signo político y gran parte de la población emitiendo cuestionamientos de por qué siquiera gastar dinero en todo esto.
Pero la NASA perseveró y ya a comienzos de este año el cohete estaba completo en el hangar y listo para ser lanzado. Nacía así el programa Artemis, nombrado en honor a la hermana gemela de Apolo, aquel dios que fue la insignia del programa lunar de la NASA en la década de 1960.
Entre agosto y septiembre de este año hubo dos intentos de lanzamiento frustrados por distintas cuestiones técnicas vinculadas a fugas de combustible y problemas con sus añosos motores. El público estadounidense acudió en masa a este evento. Era pleno verano, los horarios de despegue eran por la mañana y el entusiasmo era mucho. Se calcula que hubo medio millón de personas en las playas de Florida esperando algo que nunca ocurrió.
Entre octubre y principios de noviembre el SLS tuvo que ser reparado al mismo tiempo que era resguardado de huracanes y tormentas. La nueva fecha de lanzamiento fue dispuesta para el pasado 16 de noviembre pasada la medianoche. El público no acompañó como aquellos primeros intentos: plena época escolar, día de semana con un horario inconveniente… y sobre todo, la decepción de los primeros intentos fallidos. Entre el público había poca esperanza de que lanzara. Y sin embargo los expertos estaban más confiados que nunca: las reparaciones de octubre al SLS parecían insinuar que los problemas técnicos ya quedaban detrás.
Tuve el privilegio de estar en el centro espacial esa madrugada. La cantidad de gente y de prensa era notoriamente menor que las veces anteriores. Lo que antes era un caos de tránsito ahora era una autopista que fluía. Lo que era un estacionamiento colapsado era un lindo playón desde el que ver el lanzamiento. Incluso la cantidad de camionetas de prensa era mucho menor.
A medida que progresaban las horas y se acercaba la cuenta regresiva comenzaron nuevamente los problemas. Primero una fuga de combustible que obligó a despachar a un equipo de empleados hacia la plataforma. Tres valientes personas se dirigieron a ajustar válvulas en la base de un cohete que estaba cargado con toneladas de líquido inflamable. Pasado este primer susto, una falla de un radar parecía poner en riesgo las chances de lanzar. Afortunadamente este pudo ser reparado y la cuenta regresiva prosiguió, aunque con un leve retraso, hacia la 1:37 de la mañana.
Los diez minutos finales previos al despegue fueron de pura tensión. Después de tantos intentos fallidos, ¿sería esta vez la definitiva? Cuando quedaban ya 5 minutos, el edificio de prensa quedó desierto: todo el mundo se dirigió hacia el exterior para poder ver el lanzamiento con sus propios ojos.
Y así llegamos a la cuenta final: diez, nueve… ¿sucedería esto? Ocho, siete… ¡se encienden los motores principales! Seis, cinco, cuatro… ¡parece que esto de verdad va a suceder! Tres, dos, uno. Se encienden los motores laterales y el cielo se ilumina. Es como que salió el sol. Ya no es de noche en Cabo Cañaveral. Hay un nuevo amanecer.
Pero este “sol” no está quieto. El enorme poder de sus motores lo empujan rápidamente para arriba. En pocos segundos ya sobrepasó la plataforma de lanzamiento y se mezcla entre las nubes. No caben dudas, tenemos un despegue exitoso. Todo es emoción entre quienes estamos allí. Alivio, alegría, somos testigos de un día histórico.
Y unos segundos después llega el ruido. Ese ruido que tardó en alcanzarnos como trueno que sigue al rayo. Pero cuando nos alcanza no nos da tregua. Y es así que el pecho vibra, y los oídos se apagan, o se encienden, pero con todo tipo de sonidos a la vez. La onda expansiva nos hace entrar en resonancia y también la sentimos llegarnos desde otras direcciones; está rebotando contra los edificios. Y mientras pasa todo esto el “sol” que nació a unos 5 kilómetros de distancia no para de subir y subir.
Pasan unos 20 segundos más y el sonido ya no es ensordecedor, pero sigue siendo un trueno que nos acompañará por unos minutos aunque cada vez más lejano. El “sol” que convirtió la noche en día ya sube y se aleja. Se va convirtiendo en una estrella más y luego se va hacia el horizonte, se mete en la bruma del este y entre los presentes jugamos a ver quién lo ve por más tiempo.
Nos llegan mensajes del sitio de prensa diciendo que todo marcha bien con el vehículo. La misión ya está encaminada a la Luna y lentamente nos empiezan a escoltar para que nos vayamos retirando. Pero la noche sería larga, es difícil conciliar el sueño después de tantas emociones.
La misión Artemis 1 es el primer paso de esta nueva aventura lunar. En esta primera misión el SLS y su nave vuelan sin tripulación. El riesgo era muy grande como para que viajaran astronautas. Si todo marcha bien, la nave regresará el día 11 de diciembre con un amerizaje en las costas de California. El próximo paso será con Artemis 2, esta vez ya tripulada.
Los chinos observan pacientes el progreso de su rival. En pocos años será su turno para dar el primer paso y ponerse a tiro en esta nueva carrera lunar.