El mundo Dic 17, 2022

El regreso de Artemis 1 a nuestro planeta

Después de 25 días de travesía lunar, el pasado domingo 11 de diciembre regresó la nave Orion a la Tierra.
La cápsula Orion cayendo en el Océano Pacífico | Crédito: Mario Tama

El 16 de noviembre de este año despegó por primera vez el cohete Space Launch System (SLS). Construido por la NASA, es ni más ni menos que el lanzador más poderoso en operación. En la cima de este enorme cohete de más de 100 metros de alto y casi 10 metros de diámetro viajaba una diminuta nave llamada Orion. El pasado 11 de diciembre esta regresó con un gran chapuzón en las aguas del Pacífico, a pocos kilómetros de la costa de Baja California, México.

Su travesía significó el comienzo del programa Artemis de la NASA y sus socios internacionales canadienses, europeos y japoneses. Un programa que pretende recuperar la capacidad de exploración tripulada para volver a la Luna y, eventualmente, llevar a los primeros seres humanos a Marte.

La primera iteración de este programa, misión conocida como Artemis 1, se trata de un vuelo de prueba del SLS y la Orion. Por ende viajó sin nadie a bordo… o al menos sin personas, ya que viajaron un par de maniquíes que permitirán entender las fuerzas y radiaciones que experimentarán las futuras tripulaciones.

Desde el punto de vista tecnológico la misión tiene sus altibajos. Por un lado hay quienes critican que el SLS utiliza tecnología de propulsión desarrollada hace medio siglo para el Transbordador Espacial. También son cuesitonables sus costos y excesos de presupuesto así como constantes retrasos. No obstante, la NASA ha conseguido por primera vez algunos logros muy interesantes, tal como el uso de inteligencia artificial como interfaz para controlar algunos aspectos de la nave (supongo que no habrán visto a la HAL de 2001 Odisea al Espacio), así como increíbles imágenes en alta definición gracias a las cámaras GoPro montadas en sus paneles solares.

Pero sin dudas una de las fases más importantes de toda la misión era probar el reingreso de la nave. Es que todo vehículo espacial al regresar tiene que lograr reducir su velocidad desde decenas de miles de kilómetros por hora a cero. Y la forma más económica de hacer esto es utilizar el aire de nuestra atmósfera como barrera para ir frenando. El principal problema es que toda la velocidad de la nave se convierte rápidamente en calor debido al impacto de las partículas de la atmósfera. 

Las temperaturas son tan altas que se estima que equivalen aproximadamente a la mitad de la que genera el mismo Sol. Para lidiar con esto, las naves cuentan con un escudo térmico que está específicamente diseñado para ir desintegrándose y así ir desprendiendo el calor a medida que desciende. La novedad en este caso es que el escudo térmico no estaba hecho de una única pieza, sino de casi 200 partes, todas unidas muy prolijamente. 

Y la reentrada es un verdadero infierno. Se empieza con una nave que llega a 40.000 km/h. La velocidad es tan grande que no puede ingresar de una vez en la atmósfera sino que empieza a frenar pero luego rebota y vuelve al espacio, como si se tratara de una piedra haciendo sapito en un lago. En el segundo reingreso ya finalmente desciende y va perdiendo velocidad a medida que se recalienta. Tanto, que se genera un escudo de plasma alrededor, que impide la comunicación de radio. Por varios minutos se pierde toda señal y hay que esperar a ver si la nave aún sigue descendiendo o si el calor fue tan alto que no quedó nada de ella. Finalmente se liberan en secuencia 11 paracaídas que la van frenando hasta llevarla a una velocidad en la cual el impacto con el agua no produce graves efectos sobre quienes viajan a bordo. Todo esto sucede en menos de 10 minutos y la tripulación es sometida a fuerzas cercanas a 4 veces la gravedad terrestre, es decir que una persona de 75 kg siente su cuerpo como si pesara 300 kg.

Afortunadamente, el reingreso de la misión Artemis 1 fue un ejemplo de todo lo que puede salir bien. Salvo ligeros retrasos a la hora de capturar la nave y depositarla a bordo de un barco, todo sucedió tal como se planeaba.

Con Artemis 1 ya considerada un rotundo éxito, el apoyo para la NASA ahora se escucha fuerte y claro de ambos bandos del Congreso de EE.UU. Tanto republicanos como demócratas están embanderados detrás del programa que promete llevar a sus ciudadanos de nuevo a la Luna. Especialmente porque del otro lado está China y su ambicioso programa lunar con metas en la década de 2030.

Ahora el foco está puesto en analizar los millones de puntos de información que dejó la misión Artemis 1 y tomar la mayor cantidad de aprendizajes para iterar y mejorar los diseños de cara a futuras misiones.

De hecho, la cuenta regresiva para Artemis 2 ya empieza a sentirse cada vez más presente. Esta será la primera misión tripulada del programa y se estima que llevará a cuatro personas, entre ellas al menos una mujer y se especula que al menos haya un o una canadiense. Sería la primera vez que una misión tripulada vaya a la Luna por primera vez en 50 años, desde la histórica misión Apolo 17 que casualmente alunizó el mismo exacto día que Artemis 1 hizo su regreso. 

La tripulación de Artemis 2 debería ser anunciada a comienzos de 2023, sin embargo la fecha de lanzamiento aún no está 100% confirmada. Por un lado, el cohete SLS está en un alto grado de avance. Lamentablemente no se puede decir lo mismo de la nave Orion que llevará esta nueva misión a cabo. Es que el plan de la NASA es reutilizar la aviónica (componentes electrónicos de la nave) de Artemis 1. Esto por un lado es muy positivo porque permite el ahorro de costos. Pero lamentablemente hasta tanto no extraigan los datos de Artemis 1, le hagan un reset y los reinstalen en Artemis 2, no se puede soldar el escudo térmico de Orion. 

Esta serie de retrasos caen como fichas de dominó y cada evento atrasa al siguiente y así sucesivamente. Es muy probable que la nave Orion sea el factor limitante para un lanzamiento de Artemis 2, con fecha tentativa para la segunda mitad de 2024 o quizás 2025.

En cualquier caso, como humanidad creo que debemos celebrar que por primera vez en 50 años contamos con una nave lista para llevar a miembros de nuestra especie a otros cuerpos celestes.

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