Política Ene 26, 2023

El proyecto Tronador en un año bisagra

La Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) lleva un largo tiempo impulsando un programa de acceso soberano al espacio. A pesar de los vaivenes políticos, los últimos avances han sido prometedores, pero en un año electoral todo pende de un hilo.

La arqueología nos cuenta que si hacemos un pozo en cualquier ciudad podemos ir viajando en el tiempo. Empezando por la capa de baldosas o tierra y vegetación de estos últimos años, vamos bajando y llegamos a encontrar tuberías abandonadas, después algún que otro resto de pavimento antiguo e incluso basura de siglos pasados. Si seguimos excavando y tenemos suerte nos podemos encontrar algún fósil y así seguir remontándonos a eras cada vez más lejanas en el tiempo.

En el pueblo de Pipinas, en la Provincia de Buenos Aires, no necesitamos excavar para ser testigos de la historia. Al contrario, acercándonos por la ruta provincial 36 ya varios kilómetros antes de llegar nos toparemos con una chimenea alta y muy fuera de lugar en medio del campo. Cualquier alma desprevenida que sólo está de paso, sin dudas camino a la costa bonaerense en estos meses de verano, seguirá de largo y no le dará mayor importancia. Pero si aminoramos la velocidad y nos animamos a entrar en el pueblo, la historia se irá narrando sola ante nuestros ojos.

Auge y caída

En 1935 se instaló en Pipinas la fábrica de cal y cemento Corcemar con el objetivo de aprovechar los yacimientos de conchilla muy típicos de la zona. La empresa llegó a emplear 350 personas y producir hasta dos mil toneladas por día, las cuales eran trasladadas hacia el norte por el ramal del Ferrocarril General Roca. El pueblo llegó a ser sinónimo de Corcemar que construyó un hotel, una iglesia, un club y una usina, además de brindar créditos a sus empleados para la construcción de viviendas en la localidad. 

Lamentablemente los años dorados dieron paso a la incertidumbre. Primero fue el cierre del ramal de tren en 1977. Después, en 1991 vino la quita de subsidios al combustible que usaba la planta y subsecuente compra por parte de Loma Negra, propiedad del clan Fortabat y principal competidora de Corcemar. La nueva administración fue implacable: despidos en masa y retiros voluntarios. Se acentuaba así la caída del gigante que sostenía a todo un pueblo. En 2001 la planta contaba con tan sólo 28 empleados y en mayo de ese año vino el cierre definitivo. 

El efecto en Pipinas fue devastador. La población pasó de 3000 personas a menos de 1000. La tasa de desempleo rondaba el 65% y la crisis de diciembre de 2001 no hizo más que profundizar una situación desesperante.

Un lanzador propio

La Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) fue fundada en 1991 con el objetivo de establecerse como agencia civil que promueva la exploración del espacio con fines pacíficos en nuestro país. Sus primeros proyectos se centraron en la construcción y operación de satélites propios. Son sin dudas estos logros los que más se conocen sobre la agencia. Sin embargo, los lanzamientos de estos satélites eran tercerizados a proveedores europeos o estadounidenses.

A comienzos del siglo XXI la CONAE puso el ojo en un nuevo objetivo: contar con lanzadores espaciales propios que permitieran completar el ciclo espacial sin dependencias externas. Nace así el proyecto Tronador, un cohete que se construiría y lanzaría íntegramente en nuestro país.

Buscando predios en donde ensamblar y probar este nuevo vehículo, la CONAE puso el ojo en el predio antes ocupado por Corcemar. Tras un proceso de expropiación, finalmente en el año 2014 comenzaron las tareas de desmantelamiento y puesta en condiciones de la ex cementera. 

Se encargaron a EE.UU. imponentes máquinas para soldar los componentes y la construcción de un imponente y nuevo galpón donde alojarlas. Lamentablemente, el cambio político con la gestión de Mauricio Macri puso un freno a las inversiones en el sector. Los magros recursos que le quedaron a la CONAE fueron direccionados a finalizar el ensamblado de los satélites SAOCOM. Mientras tanto, en Pipinas, el proyecto Tronador tuvo un virtual párate con la consecuente fuga de talentos. 

Fue época de retrocesos pero con dos notables excepciones. En primer lugar, la instalación y puesta en marcha de las grandes máquinas soldadoras adquiridas con anterioridad. Y además se llegó a lanzar un vehículo experimental: el Vex5-A, aunque sin éxito.

Renacer para Pipinas y una nueva amenaza

Hoy el pueblo de Pipinas, lejos de las épocas de gloria, vive un lento pero auspicioso renacer. Una maqueta del cohete Tronador a tamaño real nos recibe desde el acceso en la ruta provincial 36. El Hotel Corcemar, caído en desgracia tras el cierre de la fábrica, fue recuperado por una cooperativa en el año 2003 y funciona desde entonces bajo el nuevo nombre de Hotel Pipinas. El turismo es magro, pero creciente, gracias a la promoción de las reservas provinciales de las inmediaciones y el auge de visitas a pequeños pueblos que hubo durante la pospandemia. 

La planta del proyecto Tronador emplea a varias decenas de personas, muchas de ellas habitantes de Pipinas. Las perspectivas tras este 2023 de elecciones son inciertas. En un potencial cambio de signo político en el Ejecutivo, las chances de mantener el nivel de financiamiento actual son bajas. Si bien con la maquinaria ya instalada y funcionando, sería más difícil de desarticular la operatoria, no sería la primera vez que un gobierno se pegue un tiro en el pie cancelando una inversión estratégica como es el acceso al espacio soberano.

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