En 2012 un curioso nerd de acento extranjero postulaba que armaría un cohete tan grande que sería el más poderoso de la historia. Este desgarbado sudafricano venía de hacer “la América” en la industria del software y quería volcar sus millones para montar una nueva carrera espacial en pleno siglo XXI.
Como era de esperarse, una parte de la industria aeroespacial lo ridiculizó y otra parte simplemente lo ignoró. Pero este joven, llamado Elon Musk, se puso a trabajar y construyó casi desde la nada una empresa que hoy conocemos como SpaceX.
Más de una década después y con un sinfín de cohetes lanzados en el medio, un Elon de 50 años miraba con atención a un sinfín de operarios trabajando en la Starship. Este vehículo de 120 metros de altura es, tal como el sudafricano prometía, el más poderoso que se haya construido jamás. Y este jueves 20 de abril despegó por primera vez con mucha expectativa.
Pero antes de entrar en los detalles del lanzamiento, es importante brindar un poco de contexto para poder dimensionar todo lo que está en juego. Por un lado, podemos pensar al cohete Starship como una especie venganza de Elon ante los dinosaurios de la industria aeroespacial que se reían de él. Pero sin duda, este vehículo es mucho más que esto. Se trata del primer cohete diseñado para ser 100% reutilizable.
Esto es revolucionario, ya que todos los sistemas de lanzamiento que existieron o que se usan en la actualidad tienen una o más partes desechables. O bien los tanques, los motores, los escudos térmicos o incluso todas estas partes se pierden durante el lanzamiento y deben ser construidas una vez más para el siguiente despegue.
Si la industria aeronáutica se manejara con estos criterios cada vuelo de Córdoba a Mendoza o de Posadas a Buenos Aires se haría con un avión nuevo o con motores a estrenar. No habría chance de que esos pasajes fueran accesibles. Lo mismo sucede con la industria espacial.
Más aún, el vehículo Starship, aún cuando no ha sido probado ya es parte integral del programa Artemis. Se trata ni más ni menos que del nuevo esfuerzo de Estados Unidos y sus aliados en Canadá, Japón y Europa para retornar a la humanidad a la Luna. Sin Starship no hay alunizaje y por ende los equipos de ingeniería de la NASA siguen con mucha atención cada avatar de este nuevo lanzador.
Tras distintas pruebas individuales en varios de sus componentes, finalmente este año la empresa SpaceX se disponía a lanzar por primera vez al cohete completo. El primer intento fue el día lunes 17 de abril y una válvula congelada frenó el evento. Tras ajustar algunas cosas, este jueves 20 lo intentaron de nuevo y finalmente lograron despegar a la bestia. Y es que este vehículo tiene 120 metros de altura y 9 metros de diámetro, es decir las dimensiones de una torre de 40 pisos. Sus 33 motores son alimentados por metano y oxígeno líquidos a temperaturas criogénicas.
El cohete fue lentamente ganando altura y a los pocos segundos ya se identificaban algunos chispazos, producto del apagado de algunos de sus motores. Para cuando ya llevaba algunos kilómetros de altura, el conjunto había perdido 5 de sus 33 motores pero aún seguía elevándose con el objetivo de llegar al espacio. Cabe aclarar que en esta primera misión el propulsor no llevaba ningún tipo de carga útil y mucho menos a gente a bordo.
Uno de los hitos más importantes del lanzamiento es la separación de la primera y la segunda etapa. Lamentablemente, en este vuelo de prueba esa separación tuvo algún tipo de anomalía y el vehículo siguió volando en conjunto. Pocos segundos después empezó a girar sin control y luego explotó sobre las aguas del Golfo de México.
Las imágenes de la transmisión mostraban a un Elon Musk bastante preocupado por lo que veía. Sin embargo no hay que ser demasiado duros con los equipos de SpaceX; esta era una prueba muy difícil y pocos creían que el cohete llegaría al espacio sin algún tipo de problema en el camino.
Mirando el lado positivo, el hecho de que el vehículo explotara a buena distancia de su plataforma implica que la misma ha sobrevivido sin mayores daños. Lo que seguirá en las siguientes semanas y meses es un análisis de los pormenores del vuelo y luego ajustar piezas para que el siguiente tenga un poco más de chances de éxito. La NASA, la comunidad espacial y el ego de Elon mirarán muy atentos este desarrollo.