Los monstruos del sueño de la razón están sueltos y nos rodean. Ocupan las primeras planas en todas las pantallas con declaraciones que se superan una a otra en perversidad, atacando todas y cada una de las bases que permiten la vida en sociedad. En ese contexto, no resulta extraño que una película de terror crudo dueña de una oscuridad arrolladora se convierta en un éxito.
Cuando acecha la maldad de Demián Rugna (Malditos Sean, Aterrados) llegó con grandes laureles a las salas argentinas por ser la primera ganadora latinoamericana del Festival de Sitges, el más importante de cine fantástico y de terror a nivel mundial. Aunque fueron sus primeras presentaciones previas las que llamaron la atención de productores que se dieron cuenta rápidamente que estaban frente a algo distinto. Así es que IFC Films la estrenó en EE.UU. y Reino Unido con un éxito considerable (más de 500.000 dólares de taquilla) para ser un film hablado en español y fuertemente local. También la adquirió la plataforma Shudder, especializada en terror y aledaños, para su estreno online. Así, era inevitable que la expectativa fuera alta. Y vaya que está a la altura de lo generado.
Rugna es un director experimentado en el género, que comenzó ya hace dos décadas de la manera más independiente posible, cuando este tipo de cine era prácticamente despreciado por la industria local. Así y todo, se las ingenió para comenzar a filmar como pudo y tras varias obras de diversa envergadura, en 2018 llegó su primer éxito: Aterrados. En el momento de su estreno tuvo un impacto modesto pero significativo para el cine argentino, llevando a 23.000 espectadores. Sin embargo encontró una segunda vida al ser adquirida por Netflix un par de años después. El boca a boca se corrió en redes y aunque la plataforma no ofrece números públicamente, es sabido que se convirtió en una sensación. No era para menos, al encontrarse los espectadores con “una como las de afuera” pero indudablemente argentina. En paralelo, otras producciones locales de altísima calidad como Muere Monstruo Muere o Historia de lo oculto, daban cuenta de que algo estaba cambiando.
Con este trasfondo, llegamos al estreno argentino que se dio en paralelo en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y en 116 salas de todo el país, una cantidad impensada para un film de estas características. Afortunadamente, la recepción estuvo a la altura de la expectativa ya que en su primera semana vendió 65 mil entradas, logrando el tercer puesto en la taquilla detrás de superproducciones de Marvel y Universal.
Cuando acecha la maldad es una historia puramente rural protagonizada por dos hermanos que se encuentran por accidente con un acontecimiento que no pueden explicar. Lo único que saben es que algo terrible ha sucedido y es urgente evitar que se contagie por las posibilidades catastróficas que traería consigo. Pero los planes nunca salen como es esperado, por lo que el espectador se ve arrojado a un tour de force en el que la maldad del título atraviesa la pantalla y golpea en las butacas sin piedad. Con escenas de impacto pero sin usar el jumpscare tan común en nuestra época (el “susto” que surge de la nada acompañado de música estridente para generar un efecto inmediato pero efímero), lo siniestro se va construyendo a lo largo del tiempo en pos de trascender la hora y media de duración de la cinta. Es inevitable irse de la sala con una sensación de pesadez y desazón, una oscura satisfacción de objetivo logrado para todo buen amante del verdadero terror.
El relato está localizado por la monótona continuidad de los campos de soja, como un desierto verde que se extiende por kilómetros sin interrupción, el marcado acento de los personajes e indicaciones al pasar que nos dan la pauta de estar en algún lugar del centro-sur de la provincia de Buenos Aires. La caracterización de la dinámica social propia de ese espacio destaca por lo precisa: el terrateniente blanco de chaleco y camioneta, los hermanos criollos como los pequeños productores tradicionales de la zona y la familia de peones de ascendencia originaria amontonados en una casilla de chapa con un solo cuarto. Esa precariedad en lo habitacional es la misma que viven en el día a día, rodeados de ese cultivo monopólico que requiere de agrotóxicos como el glifosato para prosperar. Un virus de exportación que implantamos en la tierra más fértil del mundo en pos de conseguir el combustible verde que la economía global nos demanda para vivir. No es necesario extrapolar demasiado para encontrar un paralelismo en la maldad demoníaca que experimenta esa familia expuesta a todas las inclemencias materiales con el impacto del cáncer y otras enfermedades asociadas al uso de los químicos mencionados en áreas habitadas.
Y es precisamente este comentario consciente de la realidad social circundante el que hace destacar a Cuando acecha la maldad entre la nueva oleada de narraciones de género enmarcadas en El Interior. La productora El Pampero, comandada por el director y guionista Mariano Llinás (La Flor, Argentina 1985) lleva varias películas que colaboran a construir ese corpus. Tanto Historias Extraordinarias como Trenque Lauquen eligen como escenario el campo, las ciudades y los pueblos bonaerenses alejados de los grandes centros urbanos para desarrollar relatos con altas dosis de género.
La literatura tampoco es ajena a este fenómeno donde se entremezclan lo rural con lo fantástico, lo misterioso e incluso lo terrorífico. Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez y Distancia de rescate de Samanta Schweblin son las obras más reconocidas de dos nombres que se inscriben en lo más alto de nuestra literatura contemporánea y en ambas eso que denominamos “el interior” ocupa un rol destacado no sólo como escenario sino como parte indispensable del corazón de lo narrado. Son ficciones que no podrían suceder en otro lado y eso une a toda a esta generación que rechaza el adocenamiento y uniformidad de la cultura global impuesta desde los grandes centros de producción intelectual para afirmarse en lo propio y desde allí conquistar el mundo a base de talento y verdad.
Volviendo a la película en sí, su condición geográfica y temática permite inscribirla en una tradición mayor: el terror rural, o folk horror. En esta la ruralidad juega un papel preponderante junto a tópicos como el aislamiento, las supersticiones folclóricas y el sincretismo religioso tan común en estos espacios. Originado en Gran Bretaña en los ‘70 con El culto siniestro (The Wicker Man) entre otras, atraviesa un revival en el último tiempo gracias a La Bruja (The VVitch), Midsommar o Lamb. En dos de estos films los animales tienen un rol importante y Cuando acecha la maldad recoge ese guante con escenas destacadas protagonizadas por un dogo de Burdeos y una cabra que al verla por primera vez entendemos rápidamente que aloja en su interior.
Sin embargo sus influencias no se limitan a un género, sino que también atraviesa el cine de posesión con pinceladas del fenómeno zombie. Las referencias son múltiples pero destacan por su buena utilización dos obras maestras como lo son El Exorcista del recientemente fallecido William Friedkin y The Crazies de George Romero. No hay héroes en esta historia, solo personas dañadas que hacen lo que pueden y arrastran heridas del pasado. Y entre ellas, la maldad se multiplica de formas inimaginables. Las coincidencias con nuestra coyuntura están servidas.
Lo extraño no solo sucede dentro de la pantalla. En un hecho con pocos precedentes, la segunda semana va a encontrar a la película con 24 salas nuevas, llegando a un total de 138, con particularidades como 10 funciones diarias en Cinemark Palermo. Esta facilidad para acceder a su visionado en cine es realmente una bendición (si es que la palabra es permitida en este contexto) que debe ser aprovechada. Desde este espacio llamamos a dejar los links que circulan por la web para más adelante, apoyar a nuestro cine de género que hace tiempo merecía un evento de estas características y particularmente vivir la experiencia de forma total, en pantalla grande y con otres. No se van a arrepentir.