Deportes Dic 18, 2023

Dossier: crónicas sobre el Mundial 78

En el primer aniversario de nuestro tercer título mundialista en fútbol masculino, publicamos algunas historias que ilustran fragmentos de nuestra realidad durante la primera Copa del Mundo ganada por Argentina.

Estas crónicas sobre el Mundial de 1978 fueron escritas por estudiantes de primer año de la carrera de Periodismo Deportivo de la ETER Escuela de Comunicación para la materia Técnicas Gráficas II, a cargo de la profesora Leticia Garziglia.


La arenga del dictador y el contrato del Pato

Por Pablo Pedro Díaz

Estaban vestidos con trajes grises. El plantel completo de la selección argentina fue formado en un perfecto semicírculo por el personal a cargo del vicealmirante Lacoste, responsable de la organización del Mundial 78.  Los jugadores permanecieron inmóviles a la espera del dictador. Entre ellos estaba Ubaldo Matildo Fillol, arquero del equipo argentino. Los demás asistentes, en su mayoría militares, permanecían en absoluto silencio. Se respiraba un aire espeso. De pronto el mutismo se cortó con el sonido de pasos que se acercaban. Vestido con su uniforme verde, la figura del dictador Jorge Rafael Videla, apareció en el salón. No miró a nadie, pero miró a todos. Con decisión en sus pasos se acercó al micrófono y con un preciso y amenazante tono militar arengó: “Así como el comandante arenga a su tropa antes del combate, exhortarlos a que se sientan y sean realmente ganadores del torneo”. Traspasados por la frialdad de las palabras, los jugadores mantuvieron todo el tiempo las manos tomadas por delante de sus cuerpos, los rostros petrificados y las piernas entumecidas. La vista fija al frente, sus miradas perdidas, oían, pero no escuchaban.

Faltaban dos días para el comienzo del Mundial. El resultado deportivo era estratégicamente vital para los planes políticos de la Junta Militar. Lo que vendría después es conocido por todos. Argentina se coronaba campeón del mundo por primera vez en su historia. El pueblo salía a las calles alentado por los dictadores. “Porque mientras la gente está embebida con el espectáculo, olvida sus problemas personales y se mantiene pasiva frente a los abusos del poder”, decía Gerardo Castillo Ceballos en su crónica El eterno retorno de la política de Pan y Circo. La prensa afín engalanaba el resultado, exacerbaba la organización. El horror intentaba ser maquillado permanentemente.

Pocos meses después de la finalización del campeonato mundial, la pelota seguía rodando, los torneos locales continuaban su marcha y la patria futbolera festejaba la obtención del Mundial sub-20 en Japón de la mano de Diego Armando Maradona. Sin embargo, la situación política en Argentina no había cambiado, la dictadura seguía sembrando terror. Mientras tanto, ajenos a todo esto, los jugadores volvían a sus vidas, a sus clubes. Las grandes figuras del Club Atlético River Plate negociaban y firmaban sus nuevos contratos con la institución. Ubaldo Matildo Fillol, arquero de River y campeón del mundo con la selección mayor, no aceptó las condiciones que le ofrecían y optó por mantenerse firme en la defensa de sus derechos.

Una tarde, mientras el Pato estaba en su casa, escuchó la puerta que se abría. Era la hora en la que usualmente llegaba su padre. Sintió unos pasos que se acercaban. El sonido no era el de siempre. “¿Será mi padre?”, pensó. Aún con dudas, fue a su encuentro. Al asomarse, lo vio parado en medio del salón, visiblemente golpeado y sangrando, y quedó inmóvil. Su padre era un hombre mayor, humilde, un laburante. Corrió esos pocos metros hasta llegar al lugar. Mientras le arrimaba una silla para que se siente, le preguntó qué le había pasado. Le contestó que un grupo de desconocidos lo habían atacado y mientras le pegaban gritaban acerca del contrato de su hijo con River. Una combinación de bronca, dolor e indignación atravesó el cuerpo del astro.

Pocos días después, fue convocado por un periodista de la revista deportiva El Gráfico para realizar una nota con el vicealmirante Lacoste. Fue a la Casa Rosada, entró a la oficina, el militar lo esperaba solo, sentado en su escritorio, vestido con su uniforme blanco. “¡Siéntese!”, le ordenó. Y con tono amenazante, continuó: “¡Usted tiene que firmar con River!”. El Pato sonrió ingenuamente y le preguntó si era miembro de la comisión directiva. Lacoste lo miró fijo a los ojos, hizo una pausa, puso su mano por detrás de la cintura y sin pestañear, mientras sacaba un arma y la ponía arriba de la mesa, le dijo: “Yo soy socio honorario de River y usted va a firmar porque si no, pueden desaparecer usted, su familia y nadie se entera”. Conscientemente inconsciente de los hechos, como quien no quiere ver lo que está ocurriendo a su alrededor, se levantó y se dirigió a la salida. El militar le gritó que volviera. Una vez sentado, impartió una nueva orden: “Ahora mándese a mudar, acá las ordenes las doy yo”. Eran tiempos de Rafael Aragón Cabrera en la presidencia de River. Sin embargo, “al club lo manejaba Lacoste, hacía y deshacía”, dijo años más tarde Reinaldo Carlos Merlo (Mostaza), compañero de Fillol y uno de los referentes del plantel riverplatense.

Fillol defendió sus derechos y sus reclamos salariales hasta el final. Por ello recibió, además del apriete de Lacoste, presiones de la prensa y hasta insultos de parte de la hinchada. Finalmente quedó libre.

El Pato siguió en Brasil y Europa su exitosa carrera. Se retiró como un grande, con reconocimiento unánime a su trayectoria y su hombría de bien. El vicealmirante Lacoste fue acusado por delitos de lesa humanidad, administración fraudulenta y el atentado a Juan Alemán, durante el transcurso del Mundial 78.

Doscientos veinte deportistas desaparecieron durante la dictadura militar. Diecinueve de ellos, futbolistas. ¿Fillol pudo haber sido uno de ellos? Seguramente. Tal y como lo confesó años después: “No me cabía en la cabeza que pudiera hacer lo que me decía”.

El plantel completo de la selección argentina sufrió la presión de los militares, la exigencia de la competencia y durante muchos años las sospechas de propios y extraños. Demasiado antes, durante y después, para deportistas que representaron a un pueblo futbolero como el nuestro y nos dieron unos días de alegría, en medio del horror.

En 1983, volvió la democracia. La represión comenzó a salir a la luz. Ellos, los jugadores, y el pueblo nos fuimos enterando de todo lo que había pasado. “Al comenzar a enterarnos del horror que se vivió empecé a tener miedo, demasiado miedo”, confesó el Pato. Mientras recordaba esos días con angustia, la imagen de su padre golpeado invadía su cabeza, su cuerpo se quedaba inmóvil, sus piernas se entumecían, mantenía la mirada fija a la nada, oía, pero no escuchaba. Así, como cuando vivió en carne propia la arenga de Videla.


La última esperanza de las Madres

Por Agustín Lemos Palau

Detrás de un arco del Estadio Monumental se da una suelta de globos de colores que marca el comienzo de la ceremonia de apertura. Cientos de personas, vestidas con ropa blanca y detalles en celeste, forman sobre el césped «Argentina 78». Sobre ellos vuela una bandada de palomas en símbolo de paz. Una referencia a lo que minutos más tarde, Jorge Rafael Videla haría hincapié en su discurso: «Pido a Dios, nuestro señor, que este evento sea realmente una contribución para afirmar la paz». A tan solo 20 minutos del estadio, el periodista holandés Jan Van der Putten entrevista a un grupo de mujeres, carentes de miedo, que denuncian frente a la cámara de la televisión holandesa que les arrebataron una parte de sus vidas. «¿Dónde están?», gritan a viva voz. 

Van der Putten fue corresponsal para distintos medios en América Latina y vivió en el país desde 1973 hasta 1976. El golpe de Videla lo llevó a tomar la decisión de abandonar Argentina porque, como él dice, la situación era insostenible. En 1978 decidió acreditarse para cubrir el mundial, pero el evento deportivo más importante del mundo no fue su motivación para volver. Su propósito fue contar la realidad que atravesaba el pueblo argentino tras dos años bajo una dictadura militar. Si bien fue a realizar su trabajo para una radio, su gran manejo del español le permitió que un equipo de la televisión holandesa le ofrezca colaborar en la entrevista a las Madres de Plaza de Mayo. 

Al grito de “circulen” y a modo de llamada de atención hacia las Madres, la policía agarraba el micrófono y la grabadora del equipo para evitar que continúe la entrevista. Pero esta advertencia no pasó a mayores. Entre el tumulto de mujeres que acusaban fuertemente al gobierno, fue Marta Moreira de Alconada quien alzó la voz en nombre de todas. «Nos han quitado lo más preciado que tiene una madre», dijo firme frente a la cámara. Entre los desaparecidos se encontraban mujeres embarazadas. Actualmente se sabe que alrededor de 500 bebés fueron robados y abandonados en institutos, algunos fueron vendidos y otros tantos entregados a familiares de militares. 

Al contar con la acreditación correspondiente, Van der Putten podía ingresar a cualquier estadio a ver cualquier partido. Sin embargo, eligió abocarse a su propósito. Del otro lado no tardaron en enterarse de la existencia de periodistas que estaban haciendo su trabajo, y muy bien. En su equipo se encontraba una argentina. Caminando por la calle, notó que un hombre de traje la estaba siguiendo. Pese a sus intentos de perderlo, no lo logró. Finalmente el hombre se le acercó y le dijo: «Deciles a tus amiguitos que tienen que portarse bien». Ella, desafiante, le preguntó qué pasaría si no lo hacían. “Que se atengan a las consecuencias”, sentenció. 

Tras el hecho, que sucedió en la previa de la final entre Argentina y Holanda, los periodistas se contactaron con el Ministerio de Relaciones Exteriores de su país. Desde el otro lado del Atlántico les llevaron tranquilidad al equipo. Si algo les sucedía, el conjunto holandés se retiraba de la final. Por lo que no volvieron a existir advertencias por parte de los trajeados. Al parecer, no querían sumarle un escándalo a lo que ya era un Mundial bastante controversial. Para los militares, este torneo era la gran oportunidad de dar a conocer al mundo una imagen distinta de la que se creía del país. No por nada se gastaron 700 millones de dólares para su realización. Esto agigantó la deuda externa y provocó que para finales de 1978 ascienda a 12,5 mil millones de dólares. 

La presencia de periodistas internacionales era importante, pero solo si daban a conocer lo que les convenía a Videla y compañía. La entrevista a las Madres fue de gran ayuda para visibilizar la causa principal, los desaparecidos. La realidad es que no hay una cifra exacta, pero se estima que hubo alrededor de 30.000 durante la última dictadura militar. Entre ellos se encuentra Domingo Roque Alconada Moreira, el hijo de Marta. Ella falleció en 2007 sin poder encontrar a Dominguito, como le decían. 

No hubo violencia en la única advertencia que sufrió Van der Putten y su equipo, pero prefirió no arriesgarse y decidió abandonar el país por Mendoza y no por Ezeiza. Años más tarde, el propio Jan reconoció que no se enteró del gran impacto de la entrevista hasta mucho tiempo después. Había logrado lo que vino a buscar. Puso en el foco de atención las problemáticas que atravesaba un país entero. 

“Son nuestra última esperanza”, rogaba Marta con la voz quebrada. Y lo fueron. 


Un abrazo entre tanta locura

Por Joaquín Boo Ianzito

El hombre sin brazos abrazaba a dos héroes mundiales. Uno lloraba sentado en el césped. El otro, con las medias bajas y las rodillas embarradas, acompañaba el abrazo. Los fotógrafos, por su parte, corrían descontroladamente para captar cualquier momento de la consagración. Así fue, cuando Ubaldo Matidlo Fillol, tras el pitazo final contra Holanda en la final del mundo, se fundía en un abrazo con Alberto Tarantini. Víctor Dell´ Aquila, hombre sin brazos, irrumpía en el abrazo de los jugadores sin importar su capacidad física.

25 de junio de 1978, a horas de conocer al ganador de la Copa del Mundo. La dictadura bajo el comando del militar Jorge Rafael Videla atormentaba a la Argentina. La gente ansiosa entre tanta desesperación. El estadio Monumental al límite de su capacidad, no entraba un alma más. A pocos metros de ahí, la otra cara de la moneda. La Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), el principal centro clandestino de detención, que funcionó antes y durante el Mundial. Con el pasar del tiempo los desaparecidos aumentaban. La gente reclamaba paz, un abrazo entre tanta locura. Así lo entendió Víctor Dell’ Aquila mientras se abrazaba con Fillol y Tarantini en los festejos del campeonato del mundo. Sin dudas, un abrazo que representaba a todo el país.

Durante los años de dictadura, José María Muñoz, ex relator de América, inició una campaña en contra de la tirada de papelitos durante los partidos de Argentina en el Mundial. Este movimiento se hizo para demostrarle a los turistas una buena imagen del país. En este contexto apareció Clemente, un pájaro amarillo que irónicamente no tenía brazos y, en un acto de rebeldía, decía: «Tiren papelitos, Muchachos”. El personaje animado logró convertirse en una figura del Mundial de 1978. El objetivo, según cuenta Caloi, su creador, era defender las costumbres de los hinchas argentinos de una manera aguerrida. El fanatismo por Clemente fue total, lo convirtió en un hincha más. Un personaje que sentía y expresaba los mismos sentimientos que millones de argentinos. El impacto que produjo el humorista con él no sirvió para denunciar o alertar al mundo lo que pasaba en Argentina con la dictadura cívica-militar, pero sí logro que los hinchas arrojaran papelitos, algo que estaba prohibido por la Junta Militar

En la historia de los Mundiales, hubo algunos que fueron organizados y desarrollados por el bien común del país anfitrión. Este no fue el caso de la Copa del Mundo de 1978 que estuvo manchada de sangre a manos de la dictadura que regía, en ese entonces, en Argentina. Al principio Jorge Rafael Videla, líder de la Junta Militar, no quería organizar el Mundial porque lo consideraba un “gasto desmedido”. Emilio Massera, almirante de la Armada, soltó una frase que hizo cambiar de opinión a Videla: “Políticamente es conveniente hacer el Mundial”. Otro caso de dictadura durante un Mundial es el de Brasil que llegó a la Copa del Mundo de México 1970 bajo el dominio de los militares, quienes empezaron el golpe en 1964. El general Medici, presidente de la Junta, destinó recursos de las loterías para patrocinar el fútbol. El único objetivo era ganar el Mundial. Esa selección, considerada para muchos como la mejor de la historia, no necesitó “jugar sucio” por debajo de la mesa para ganar. Pelé ya era O Rei, y el líder de esa generación de increíbles talentos. “Al estar pendientes del fútbol y del campeonato, lo que estaba pasando en nuestro país llegó a pasar al segundo plano. Ganar el Mundial fue una auténtica alegría para todos, pero la parte mala fue que eso tapó las torturas, los desaparecidos y los asesinatos”, llegó a declarar “El Rey” haciendo autocrítica.

***

A su corta edad, la vida de Víctor tuvo un giro inesperado. Durante una mañana tranquila en el barrio de San Francisco Solano su admiración por ver pasar los aviones lo llevó a escaparse de la escuela. Con la edad de doce años y sin tenerle miedo a nada, decidió subirse a un poste de luz con más de quince metros de altura. No era la primera vez que lo hacía con el fin de ver los aviones. En esta ocasión y tras un mal movimiento, perdió el equilibrio y agarró con su mano derecha el cable de alta tensión, al querer sacarlo rápidamente y en el medio de la desesperación intentó ayudarse con su mano izquierda y sus dos manos quedaron electrocutadas. Su cuerpo cayó de espaldas a la calle. Rápidamente lo llevaron al hospital de Solano, en donde le amputaron los dos brazos.

Aquel niño que disfrutaba subirse y ver el barrio desde las alturas se debatía entre la vida y la muerte. Ocho días después del accidente despertó y lo primero que vio fue a su mamá llorando. “Me quise secar las lágrimas y no pude”, reconoció Víctor unos años después sobre los primeros instantes en el hospital. “¿Para qué me dejas vivir?”, fue otra de las preguntas que hizo, a lo que el médico respondió: “Vos tenés que devolverle la vida a tu madre”. Sin dudas una frase que hizo reaccionar a un chico sin esperanzas. Con el paso de los años Víctor Dell´ Aquila empezó a ser autónomo, aprendió a manejar con los pies y realizaba trabajos de fontanería y albañilería. Siempre reconoció que la final del mundo de 1978 marcó su vida.

Fanático total del fútbol, salía a la cancha con los jugadores de Boca y luego veía los partidos detrás del banco de suplentes. El día de la final contra Holanda se arriesgó y sin entradas fue a las cercanías del estadio Monumental con la esperanza de poder ingresar. Minutos antes de arrancar el partido pudo reconocer a una persona que trabajaba en la seguridad del estadio y lo dejó pasar. Ubicado en la Alcorta media, disfrutó todo el partido. Era casi de noche, la final entraba en los últimos minutos del alargue, Argentina se estaba quedando con la Copa del Mundo. Víctor, de 22 años, solo tenía el objetivo de abrazar al conejo Tarantini, único jugador de Boca Juniors en el plantel. Faltaba un minuto para finalizar el partido, el loco de Víctor salto el alambrado y se ubicó detrás del arco del Pato Fillol, que lo vio y le preguntó “¿Qué haces ahí?”. Finalizado el partido el arquero empezó a caminar hacia delante dejando el área. Tarantini corría para festejar con algún compañero, de lejos pudo observar al Pato sentado en el borde del área. Mientras los dos héroes mundiales se abrazaban, Víctor tocaba con su zapatilla derecha los botines de ambos jugadores y los abrazaba sin poder hacerlo.


Pez esclavo

Por Tobías Bajar

Y allí están, los vemos a ellos por el Canal 13 de la televisión argentina. Desde la propia Escuela Mecánica de la Armada (ESMA), donde todo va de maravillas, en el famoso “centro de inteligencia”. Los que quedan están disfrazados de policías o conserjes, ya que los demás están, pero en huesos o viajando a la Isla del Tigre para que nadie los vea. ¿Cómo periodistas ingleses que van a recorrer iban a darse cuenta que estaban pisando los mismos pisos donde seguramente, unos días antes, había personas inocentes agonizando por las torturas de los “señores de la gorra”? De repente, el olor a perfume nuevo invadió todas las narices de los presentes. Los muebles y las estanterías brillan, los baños parecen del Sheraton. Todo es una mentira, muestran imágenes y dan a entender que todo está bien. Los periodistas terminan el reportaje, comienzan a irse y las gotas de transpiración ya están cayendo lentamente por las espaldas de los anfitriones, los ojos van de un lado a otro. Todo está a punto de volver a la “normalidad”. A la normalidad de ellos, la que les gusta a ellos. Se cierran las puertas con un golpe muy seco y el silencio recorre a cien kilómetros por hora cada sector del “centro de inteligencia tortura”.

A pocas semanas del inicio del Mundial, se puso en marcha un plan de propaganda diseñado por el Estado. Se mostraba que Argentina era un país apto para albergar una Copa del Mundo y un país donde “los argentinos somos derechos y humanos”, porque se estaba empezando a correr el rumor de que en en el país había campos de concentración. Por ello, periodistas que venían del exterior a cubrir el mundial hacían visitas a la ESMA para mostrar qué era lo que se hacía ahí y, en parte, eran utilizados por los militares para dar a entender que era un “centro de inteligencia”.

Una de las que se vio en la tele es Miriam Lewin, secuestrada el 17 de mayo de 1977, torturada de un lugar al otro. Comenzó en una comisaría, continuó en una casa de la Fuerza Aérea y, a principios de 1978, la llevaron a donde empieza y, posiblemente, termine esta historia: la ESMA.

Capucha. El altillo de la desesperación. Oscuro y sin brisas. Miriam se acuesta atada de brazos y pies. Al lado suyo se escuchan voces muy tímidas que son reprimidas automáticamente por chistidos de los guardias o patadas en la cabeza. La imagen desde afuera: personas tiradas en el piso como si fueran sacos de boxeo, una al lado de la otra. No se mueven, quién sabe si respiran. Los detenidos no tienen ni idea de qué está sucediendo, ni dónde, ni con quiénes, ni la magnitud que tiene.

– ¿182?

– Presente

– ¿183? ¿Está? ¿¿¡¡183!!??

– Sí, presente.

Son un número en una lista.

A la hora de inscribirse a una carrera, Miriam eligió como sede la Escuela de Periodismo del Instituto Grafotécnico. Allí, además de desempeñar su estudio, conoció a quien luego sería su novio, todo parecía ir de maravillas.

Años más tarde, esto sería su “salvación”, ya que militares le preguntarían cual estilo “campos nazis”, según ella:

– ¿Qué sabés hacer?

Para su irónica suerte la seleccionaron y pasó al sótano del edificio, a la “Huevera”, donde tuvo lugar su primer trabajo como esclava de los militares.

Meses previos a esto, el embajador de la época en Francia, Tomás de Anchorena, recibió 100 mil dólares para construir en París una extraordinaria oficina donde se publicaban todos los materiales que se generaban en el campo de concentración para contrarrestar las denuncias de violaciones a los derechos humanos.

Maples de huevos en las paredes para aislar el sonido de las víctimas tenía esta habitación del Casino de los Oficiales llamada Huevera. Aquí debió llevar a cabo la producción audiovisual para mostrar al exterior que la “campaña anti-argentina” era falsa. ¿Dónde se difundía? En el Centro Piloto de París.

Luego de quince días de estar en el sótano subió a la “Pecera”, ubicada en el tercer piso del edificio. Cubículos transparentes eran lo que separaba esa oficina de los prisioneros. ¿Para qué? Para gozar verlos trabajar como esclavos. Aquí seguía trabajando como una más, pero ahora con ellos al lado.

Con la lapicera en la mano, Miriam escribe el editorial dictado por el Tigre Acosta. Termina de redactar en máquina de escribir. Lo arrancan con violencia, lo apoyan en un sobre de papel madera y se entrega en manos de un motociclista que lo lleva directo a Canal 13.

Sergio Villarruel, un prestigioso periodista televisivo, lee para el todo el país un editorial escrito por una chica detenida-desaparecida en la Escuela de Mecánica de la Armada.

Si te interesa lo que leíste y querés que contribuir a que sigamos brindando información rigurosa podés colaborar con Primera Línea con un aporte mensual.

Aportá a Primera Línea