Con la llegada al poder de Javier Milei y Victoria Villarruel se potenciaron y cobraron visibilidad los negacionismos de diversa índole. Asistimos a un rebrote de posturas negacionistas y apologistas acerca del genocidio perpetrado por la última dictadura cívico militar que también va de la mano del negacionismo climático. En ambos casos se trata de negar acciones que atentan contra la vida humana y no humana.
Hace unas semanas, el presidente del CONICET, Daniel Salamone, en respuesta a un usuario libertario, aseguró en X que el organismo dejaría de investigar las problemáticas de género y la crisis climática porque son “ideología” que merece ser desechada para dar lugar a “ciencia basada en la evidencia”.
Lo que se expresa en este comentario el titular del organismo es que tiene una ideología, una que niega las evidencias que científicos y científicas de todo el mundo -desde las distintas ciencias y desde miradas interdisciplinarias- vienen construyendo y presentando en revistas indexadas, informes técnicos, congresos, mediciones, indicadores y estudios de caso.
En la misma sintonía, días atrás, Ana Vidal de Lamas, subsecretaría de Ambiente, afirmó en diálogo con Dialogue Earth que aunque el cambio climático es “innegable”, también es “natural y cíclico” y “tiene poco que ver con la industrialización y el ser humano”. Es decir, niega el carácter antropogénico de la crisis climática generada por la acumulación en la atmósfera de gases de efecto invernadero emitidos por los seres humanos cuando queman combustibles fósiles.
A su vez, en mayo último, se dió a conocer que la ministra de Relaciones Exteriores, Diana Mondino, borró el compromiso ambiental 2030 de la web de Cancillería en sintonía con la fuerza española de ultraderecha Vox que calificó a la Agenda 2030 de “acuerdo izquierdista”.
Cabe recordar que la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible es un compromiso global de 193 países, adoptado en 2015, para desarrollar un plan de acción “a favor de las personas, el planeta y la prosperidad”. Allí participan la mayoría de los países de la ONU, OEA y otros organismos globales que lejos están de ser “izquierdistas”.
Negacionismo y negocios verdes
Al margen de la reproducción del mito de la neutralidad valorativa de las ciencias, ¿a quién sirve negar la crisis climática que postula el titular del CONICET y el gobierno libertario en general?
En primer lugar a aquellos que hacen negocios con la crisis para aumentar sus riquezas como el megamillonario Elon Musk, el “amigo” del presidente Milei que no disimula su deseo de apropiarse del litio que abunda en el noroeste argentino. Y en líneas generales a toda clase de empresas y actividades extractivas que buscan seguir maximizando sus ganancias sin nada que las controle o regule; aquellas que también pretenden dirigir inversiones a la economía verde o energías renovables como una nueva fuente de negocios para renovar las bases energéticas del sistema tras el agotamiento del modo de producción fordista de posguerra basado en hidrocarburos. En este punto entran las mineras, petroleras, compañías energéticas, el agronegocio y los desarrolladores inmobiliarios y turísticos.
Desde posturas que aseguran que la crisis climática es “ideología” hasta las salidas financieras que pretenden privatizar la naturaleza para “preservarla”, las respuestas a la derecha del espectro político implican en algunos casos que nada cambie y en otros que todo siga igual bajo una fachada pintada de verde. En este sentido ya existen propuestas en desarrollo para una modernización ecológica del capitalismo con reformas cosméticas y que incluyen programas de incentivos económicos al capital para que no contamine. Así ocurre con el mercado de carbono y la reducción de emisiones de carbono derivadas de la deforestación y degradación de bosques (REDD+).
Asimismo, este negacionismo climático tiene lugar mientras la transición energética hacía sociedades posfósiles ya es un hecho en pleno desarrollo marcado por los tiempos y las agendas de los países más ricos que le imprimen un perfil corporativo y mercantil. El negacionismo del gobierno libertario sólo sirve para profundizar esta agenda de las grandes potencias que traerá como consecuencia la profundización de un neodependentismo económico y tecnológico que además consolida a la Argentina como depósito de los pasivos socioambientales de la descarbonización del norte global. Y encima, por el nuevo Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI), nuestro país se consolida como una zona de sacrificio sin ningún rédito económico.
Todo esto significa agravar aún más el problema socioambiental mientras se acelera la destrucción de las condiciones de reproducción de la vida. Un proceso cuyas consecuencias seguirán recayendo sobre las mayorías populares del sur global y los sectores más desfavorecidos de los países centrales, mientras las élites económicas y financieras se ponen a resguardo ante la recurrencia de eventos climáticos cada vez más extremos.
Posturas como las que sostiene el gobierno nacional son justamente las que descartan evidencias en base a una ideología negacionista que busca favorecer a determinados sectores. Desde esta perspectiva, la creación de un régimen de privilegios en materia tributaria, cambiaria y aduanera como es el RIGI, las modificaciones en la Ley de Hidrocarburos y en la Ley de Procedimiento Administrativo contenidas en la Ley Bases cobran otro sentido y queda en evidencia quiénes son los ganadores de este combo.
Esto también va de la mano de ataques especialmente dirigidos contra el ambientalismo que ha sido señalado por algunos de los intelectuales orgánicos de la ultraderecha como refugio de cierto “marxismo cultural”. En este sentido, es justo señalar que los libertarios no fueron los primeros en demonizar y atacar al movimiento ambientalista.
Durante el gobierno de Alberto Fernández, funcionarios del ex ministerio de Desarrollo Productivo se dedicaban a publicar por redes sociales términos como “ambientalismo bobo” o “ambientalismo falopa” para obturar todo tipo de debate en defensa de un paradigma productivista fosilizado y atrasado.
La guerra contra las mujeres y la(s) naturaleza(s)
El gobierno nacional, además de negar la crisis climática, niega que la misma afecte de manera diferencial a mujeres, varones y diversidades sexo-genéricas. Básicamente no acuerdan con un enfoque de género que visibiliza estas desigualdades para buscar generar respuestas y políticas que las atiendan y aporten a reducirlas.
Diversos estudios a nivel mundial muestran que algunas de las causas que permiten explicar por qué la crisis climática impacta más en las mujeres y las diversidades son: el menor acceso a la escolaridad, menores posibilidades de acceso a recursos, herramientas e información, menor participación en los espacios de toma de decisiones y de planificación, y el bajo o nulo acceso a crédito. Solo por mencionar un dato, según la ONU el 80% de las personas desplazadas en el mundo por la crisis climática son mujeres.
Las mujeres e identidades feminizadas han visto fuertemente afectadas sus vidas por el “maldesarrollo” que avanza sobre sus cuerpos-territorios-vidas, contaminando y arrasando bosques, montes, barrios o las esperanzas de acceder a una vivienda digna, como sucede en las grandes ciudades. En lo urbano y lo rural la división sexual del trabajo fue acompañada de una división sexual del espacio: producción/reproducción tiene su correlato en público/privado. Incorporar el enfoque de género y diversidad en las políticas climáticas supone atender y analizar los aspectos culturales, roles, estereotipos y tareas que afectan el desenvolvimiento social según el género, y que por ejemplo hacen recaer la mayoría de los trabajos de cuidado no remunerados en las mujeres.
El negacionismo climático se da en un contexto de consolidación de la extrema derecha como un actor político normalizado y con capacidad de intervención en la escena política mundial. Estas fuerzas reaccionarias tienen diversos programas económicos y posicionamientos geopolíticos pero hay algo en común que las recorre: el hostigamiento sistemático al feminismo y al ambientalismo. ¿A qué se debe esto?
Además de ejercer resistencia, tanto el ambientalismo como el feminismo poseen la potencialidad de crear otros mundos posibles a esta realidad cada vez más parecida a las distopías que nos entretienen en las ficciones literarias o cinematográficas. Ambos movimientos no son buenos ejemplos si de lo que se trata es de que siga todo igual con otros medios y bajo otra fachada. La ultraderecha ha sabido identificar la potencialidad contra hegemónica y radical de los planteos del feminismo y el ambientalismo, propuestas y miradas que, por ejemplo, priorizan la interdependencia y la ecodependencia por sobre formas individualistas y antropocéntricas que solo piensan en el lucro y la extracción indiscriminada de bienes comunes entendidos exclusivamente como recursos a explotar.
¿Hay otros futuros posibles?
En este escenario de disputa abierta se abre un espacio de oportunidad política. El diálogo entre los feminismos y los ecologismos y ambientalismos presenta una importante posibilidad de alianza para construir modelos de desarrollo que pongan en el centro la sostenibilidad de las vidas (humanas y no humanas) y no la acumulación del capital. Modelos que visibilicen la histórica relación entre la conquista, posesión y explotación de los cuerpos de las mujeres e identidades feminizadas y de los territorios, mostrando el entramado entre patriarcado-capitalismo-colonialidad que las ha relegado históricamente a las tareas de cuidado de la “naturaleza” y de las personas, obligándolas a garantizar las condiciones materiales de subsistencia que hacen posible la reproducción del sistema.
Frente a un momento de incertidumbres e incertezas, las formas feministas de construcción, el acuerparse, el encontrarse, el hacer con otres, tejiendo redes, desnaturalizando y deconstruyendo las lógicas patriarcales aprendidas, intentando producir conocimientos y alternativas sin caer en otro extractivismo, el epistémico, devine la posibilidad de imaginar y crear otros futuros. Los diálogos entre los feminismos y los ambientalismos permiten atender al hacer y pensar cuidadosos, a aprender a devenir-con humanos y no-humanos -como plantea la filósofa Donna Haraway-, en lugar de la auto-creación a través de la apropiación de todo como recurso y del individuo salvándose solo. Tal vez por eso sea tan necesario desarmar estos dos movimientos, para que nada cambie, salvo el clima…
- Les autores son integrantes de la Escuela de Salud y Ambientalismo Popular