– En la primera parte señalabas que el gobierno de Alberto se fortaleció en los primeros meses de la pandemia, y después cuando los sectores concentrados de la economía empezaron a declararle la guerra y aunque el escenario en Latinoamérica empezó a girar positivamente, no cambió el temperamento. ¿Por qué? ¿No está en el ADN político del presidente, es por la composición amplia y heterodoxa del Frente de Todes que no permite definir un rumbo político o es por que, como se acostumbra decir, no da la correlación de fuerzas?
– La correlación de fuerzas es una cuestión a modificar, por lo tanto cuando vos sos gobierno y tenés articulaciones sociales, tenés que intervenir en ese sentido. Es cierto que siempre el poder tiene más poder que uno, pero la tarea es cómo se modifica eso.
Creo que hay un problema desde el comienzo, que es el problema político principal del Frente de Todos y que no lo hemos logrado resolver hasta ahora (no sé si lo resolveremos): más allá de haber sido un muy interesante acuerdo electoral que logró su objetivo, no existe como fuerza política. La primera reunión de los partidos nacionales del Frente de Todos se hizo luego de la derrota de las PASO en 2021, nos encontramos los 14 partidos. Muchos ni nos conocíamos, y éramos parte del mismo frente.
Tuvimos una reunión luego de perder 6 millones de votos respecto al 2019 y con todas las excusas de Juan Manzur, Wado de Pedro y el Chino Navarro de que tendríamos que habernos juntado antes y que quedamos que nos juntábamos 15 días después. Nunca más nos juntamos.
Esa es la clave del problema de este gobierno, que hace además que todos los debates sean públicos. Somos todas fuerzas políticas que cada una tiene su perspectiva y ha trabajado en función de ella, y de repente ve que el Gobierno va para cualquier lado menos para el que vos querés ir y ni siquiera lo pudiste discutir. Indudablemente eso estalla y se ve públicamente. Igual por suerte se ve públicamente, eso hace que esto tenga cierto dinamismo y pasen algunas cosas. Pero lo cierto es que esa falta de institucionalidad es el problema político principal que nos ha traído hasta acá y debería haberse revisado ante la derrota para poder encarar otro tiempo. Al no hacerse se mantuvo lo mismo, redoblando la apuesta.
Habíamos perdido en el marco del ajuste conversado con el Fondo durante 2021 y al acuerdo llegamos derrotados. Alberto Fernández tenía más capacidad de negociación con el Fondo cuando asumió que cuando lo cerró este año. No es que la política que se desarrolló le permitía acumular poder para negociar mejor. Cómo íbamos a tener un mejor acuerdo si habíamos perdido electoralmente, ya no éramos mayoría y encima no teníamos un dólar de reserva en el Banco Central. Entonces, en lugar de haber tenido una política de acumulación de poder político, de haber tenido más respaldo popular, hicimos un ajuste, perdimos a la gente y dilapidamos las reservas en beneficio de los principales grupos del país. Fue un desastre.
En ese marco llegás del peor modo y el acuerdo fue el peor posible, no el mejor. “El mejor que pudimos alcanzar”, sí, en un contexto de derrota. Podría haber sido peor, pero lo cierto es que es muy malo. Y es muy malo ahora, porque el gobierno entra en un escenario de liberar las restricciones sanitarias con un nivel de deterioro social importante, donde la tasa de crecimiento va a ser menor, donde el conflicto social va a ser mayor y donde la capacidad de respuesta que te da el acuerdo es menor todavía. Con lo cual, la posibilidad de mejorar en este contexto es indudablemente compleja.
– Si bien los aumentos de precios son una parte importante del problema, Argentina atraviesa un escenario social muy complejo con altos índices de pobreza y el fenómeno de trabajadores (incluso registrados) que no logran cubrir la canasta básica. ¿Qué políticas considerás que habría que tomar para mejorar la situación de quienes viven de su trabajo?
– Se necesita una estrategia, más allá de que reconozco que el poder político del gobierno para hacerla no existe. El gobierno podría modificar su situación política si volviera a convocar al Frente, planteando una estrategia distinta, pero no pareciera querer hacerlo.
Habría que combinar una estrategia anti inflacionaria con una política de ingresos en serio, que es la que el gobierno nunca tuvo. No es una política de ingreso darle bonos a los jubilados, darle bonos a los laburantes, un bono hoy que se lo sacás mañana.
En un contexto donde vos tenés al 50% de la población laboral por fuera del circuito formal, los instrumentos tradicionales como salario mínimo, paritarias y demás no resuelven el problema del conjunto. Son muchos los que no cobran salario mínimo y son más todavía los que no están involucrados en las paritarias. Uno de cada tres trabajadores no cobra el mínimo, incluso trabajadores formales. Entonces el primer punto es como se le pone un piso a la sociedad y ahí es donde la política de ingresos excede al salario y reclama de una estrategia de universalización de ingresos.
El segundo tema es que nadie tiene que trabajar por menos del mínimo laboral, eso implica que los cuatro millones de personas que hoy forman parte de la economía popular deben incorporarse en una red de laburo cuyo ingreso sea el salario mínimo. Pero tiene que ser una red programada por el Estado con objetivos serios, inscripto en una estrategia de desarrollo y en donde laburen ocho horas en función del salario mínimo vital y móvil.
– Pero hoy el salario mínimo no cubre la canasta básica alimentaria.
– Para nosotros el piso tiene que ser la línea del hambre. El ingreso universal debe permitir, junto con la asignación por hijo, que no haya ningún hogar bajo la línea de indigencia. Y establecer el salario social de empleo y formación como el instrumento para los cuatro millones de trabajadores posibles de la economía popular. Tiene que incorporarse como parte de un programa de desarrollo que incluya autoconstrucción de viviendas, estrategias de soberanía alimentaria, reforestación de zonas, etc. Miles de cosas hay para desarrollar como política pública en la situación de la Argentina y que tenemos fuerza laboral con posibilidad de hacerlo.
El otro punto es que hay que poner en debate los cambios tecnológicos y los aumentos de productividad que se dan en la cúpula empresarial y también hay que poner en debate la precariedad. Hoy en el mundo laboral de la Argentina además de desocupados y subocupados, hay 5 millones de sobreocupados que trabajan jornadas superiores: están entre 59 y 60 horas semanales.
De esos 5 millones, hay 2 millones que están en blanco y hacen horas extras a lo pavote. Si esos que están en blanco cumplieran las normas de las 8 horas con un razonable proceso de control laboral, vos podrías ocupar 800.000 personas más por la cantidad de horas disponibles que te quedarían. Del mismo modo que en las grandes empresas con el cambio tecnológico. Si vos repartieras la productividad podrías ampliar el número de personas porque trabajarían menos horas.
Hay que construir nuevos instrumentos para un mercado laboral totalmente distinto y que potencie la capacidad de negociación de los trabajadores. En un mercado informal que no tiene piso su capacidad de negociación es baja, de hecho, quienes están en paritarias terminan canjeando guita por derechos en los propios convenios.
– Recientemente se debatió en México la posibilidad de una reforma eléctrica que busca garantizar la soberanía sobre recursos estratégicos para el país ¿Es posible pensar algo similar para la Argentina? ¿Cuáles serían los sectores fundamentales de la economía en los que habría que intervenir?
– Sí, claro, porque Argentina tiene recursos propios. Pero acá hubo otra oportunidad que este gobierno desaprovechó, que es haber recuperado con plenitud YPF. Cuando empezó la pandemia, los valores de la acción de YPF eran inexistentes, hubiésemos podido comprarla muy barato y disponer de una herramienta de intervención en el sistema energético para discutir en serio.
Bueno, no se hizo. Porque no hay una visión en esa dirección. Creo que en ese aspecto se sigue padeciendo la ilusión óptica de que hay una burguesía nacional con un proyecto de país cuando en la práctica, en la cúpula empresarial, de la mano de las transformaciones que se vivieron, no hay ninguna burguesía nacional.
La burguesía nacional está en sectores secundarios de la actividad económica y está fuertemente fragmentada. No es la locomotora de nada. Así que en ese sentido me parece que sí, que hay un espacio para armar esto pero que implica recuperar el papel del Estado en el sector energético. Implica pensar que vos tenés que invertir la lógica.
Acá lo que se hizo fue poner como referencia de la explotación de hidrocarburos el precio internacional, cuando tiene que ser el costo de producción local. Y la diferencia es la renta que se discute con la petrolera que intervenga, tratando de maximizar la apropiación de renta en el mercado doméstico y a partir de allí financiar un proceso de reconversión que nos saque de la dependencia exclusiva de los hidrocarburos.
Argentina en este sentido tiene un problema y creo que es un problema que tiende a agravarse porque se ponen todos los huevos en la canasta de Vaca Muerta cuando en realidad está pensada como una suerte de factoría exportadora de hidrocarburos no convencionales. Más allá del impacto negativo del fracking en términos ambientales y demás. Pero eso, no nos saca de la dependencia excluyente del hidrocarburo, así que en ese sentido no solo dependemos hoy, sino que pareciera que el horizonte de las clases dominantes es proyectarnos como exportadores de eso. Vaca Muerta puede ser la nueva soja y en realidad tendría que estar pensada desde el lado del autoabastecimiento. Como un complemento y no como una escala en general pasando por encima de todos los recaudos ambientales y demás que existen.
Así que sí, creo que es imprescindible, aparte el complejo energético, así como el complejo ferroviario, el complejo naval, son todos complejos donde Argentina tiene experiencia, tiene historia y tiene para armar una estrategia de reconstrucción productiva. Sin embargo hoy YPF, que podría organizar una cadena de proveedores locales mucho más potente, de repente importa y fuga divisas al exterior en función de criterios poco entendibles.
Cuando ves quienes fugaron divisas en el período de Macri una de las principales es YPF con cerca de 700 millones y que seguramente allí están las retribuciones a los accionistas del exterior que forman parte del 49% de la petrolera. Por eso me parece imposible pensar un plan de esa naturaleza sin un mayor papel del Estado en el sector energético que tenga como clave cambiar el punto de referencia que es el costo local y no el precio internacional.
– El acuerdo con el FMI establece una serie de metas para la economía argentina ¿Creés que en el contexto actual es posible cumplirlas? ¿si no se cumplen qué puede pasar?
– Si no las cumplimos estamos a tiro de default. Es el Fondo el que define el default de la Argentina. Por eso, para aquellos que veían en el acuerdo que eliminamos el default, en realidad, el acuerdo establece un mecanismo trimestral de incertidumbre permanente donde no sabés si en alguno de esos meses no te van a decir “no, hermano así no va”. Es falso todo lo que se decía de que se resolvía el default, el default no se resolvió, te están controlando a ver si haces lo que tenés que hacer porque si no estás en default.
Pero además, acumulás la deuda para los próximos años. A partir del 2026 empezás a volver a tener niveles de pagos que no podés afrontar. Durante dos años vas a hacer buena letra, en el mejor de los casos, para tratar de que no te suelten la mano y cuando termines tenés que empezar a pagar lo que no tenés. O sea, tenés que volver a discutir, a reestructurar, con lo cual la idea de que el acuerdo con el Fondo da un horizonte de certidumbre y de largo plazo para las inversiones es mentira. En este caso puntual, es mentira absoluta.
Por otro lado, creo que el acuerdo es inflacionario porque tiene una regla cambiaria que reproduce y aumenta el incremento de los precios. El dólar está obligado a seguir la evolución de los precios y por lo tanto inflaciona lo que viene del exterior. La lógica es que cuando uno tiene precios internacionales altos no tengas retenciones o tu tipo de cambio no se mueva. Pero si además de que tenés precios altos, vos vas modificando el dólar, vas echándole nafta al precio. Por lo tanto, la regla cambiaria es inflacionaria.
Además hay actualización tarifaria que también es inflacionaria, por más que sea del 42%, es inflacionaria; y la tasa de interés positiva que pide el Fondo también. Con elevación de la tasa de interés, suba de tarifas y suba cambiaria, no hay modo de contener la situación inflacionaria. Te obligan a una inflación del 50% permanente de piso. Con esos números no hay recuperación alguna de poder adquisitivo bajo ningún punto de vista. Aunque te den el 53%, porque esos tres puntos no existen, llegan después de que te los erosionaron.
Todo eso lo que hace es generar un escenario de menor crecimiento, conflicto social y un gobierno limitado para intervenir como lo demostró lo que acaba de hacer con bonos. Si uno toma en cuenta el deterioro que tienen jubilados, trabajadores no registrados o los trabajadores que están en los planes sociales, el bono que le dan no compensa lo perdido en el periodo de Alberto Fernández. Es un bono que no resuelve el ingreso de ese sector, porque te dan dos cuotas y después te lo sacan.
Vamos a un escenario de conflictividad social creciente y con dificultades para el cumplimiento del acuerdo por parte de Argentina. De hecho ya hoy estamos con dificultades para tener las reservas que el Fondo exige. Para el primer trimestre nos dieron más dinero. Es decir, tuvimos el reconocimiento de un conjunto de Derechos Especiales de Giro (DEG) que nos dio el Fondo por los que habíamos usado para pagarles. Pero ahora, hecho el acuerdo, nos devolvieron como 4.000 palos con lo cual estaba ya cubierta la meta de reservas. Pero es tal el modo en que las vamos perdiendo que está complicado hasta esa meta.
Así que yo creo que hay un escenario difícil donde el gobierno va a estar preocupado por una respuesta social sobre la cual va a tener dificultades para darla y en donde además, el objetivo central debiera ser cómo sacarnos de encima ese collar.
– ¿Entonces el acuerdo no resuelve los problemas de largo plazo, pero tampoco en lo inmediato?
– Ahí vuelvo al punto que dije de manera rápida en la primera parte: este no es un crédito más del Fondo, es un crédito de componente geopolítico, otorgado por los EE.UU. a través del FMI que obligó al organismo a violar todas sus normas. No para sostener a Macri solamente, sino para condicionar el futuro del país, y condicionar lo que Argentina tiene como potencialidad de acuerdo con China. Le dan el crédito a Macri condicionando el gobierno de Alberto y ahora le dan el crédito a Alberto condicionando el gobierno que sigue hasta el 2034.
Claramente hay una decisión de controlar la situación y el futuro de la Agentina que tiene agregados institucionales que están apareciendo: lo de la Corte no es joda en el sentido de que está absolutamente alineada con el poder económico, que actúa como límite a las políticas públicas que intentan democratizar algo. Se agrega en ese cerrojo lo que implica la existencia de una Comisión Permanente del Fondo acá, la visita trimestral de 140 funcionarios para controlarte las políticas y la existencia de un poder corporativo y oligárquico que actúa como límite para cualquier política pública. Entonces parece que acá hay un fenómeno que intenta tejer un contralor sobre el futuro de la Argentina muy potente y ahí hay que tomar el toro por las astas y plantearse una estrategia para ver cómo nos lo sacamos de encima.
En ese sentido creo que es necesario volver a convocar al Frente de Todos, hacer convocatorias más amplias para discutir este tema. Es central recuperar lo que se empezó a hacer y no se hizo que es la investigación de la deuda a nivel local, y el cuestionamiento del papel del Fondo a nivel internacional. Esas dos cosas yo creo que son centrales para modificar la conciencia política de la comunidad y poder alinear la perspectiva política de otra manera. De lo contrario se generan situaciones de confusión que hacen que hoy aparezcan encuestas en donde hay una parte importante de la sociedad que cree que esta deuda la creó Alberto Fernández. Es un disparate que a dos años del desastre producido en materia de deuda por Macri haya una cantidad importante de gente que cree que esto lo hizo el gobierno actual, es un nivel de fracaso monumental.
Entonces el tema de investigar cómo fue el rol de los funcionarios involucrados, los beneficiarios y demás tiene una potencia política muy importante. El proyecto de ley para que se constituya un Fondo que cancele la deuda con el FMI con el aporte de quienes fugaron me parece que es una propuesta interesante, siempre y cuando efectivamente el proyecto que elimina el secreto bursátil financiero y fiscal exista.
– En sintonía con lo que venís mencionando, independientemente del acuerdo actual con el FMI, la deuda externa funcionó históricamente como un condicionante ya que, más allá de las voluntades políticas, impone un marco general de ajuste ¿Cómo se puede romper esa lógica que lleva décadas en nuestro país? ¿Es posible hacerlo?
– El fenómeno es de endeudamiento perpetuo, por la sencilla razón de que la deuda nunca se tomó evaluando su capacidad de pago. Nació de otra manera, es una deuda originalmente privada, que tomaron los principales capitales para especular financieramente y expandirse, y que buena parte incluso la fugaron. En ese marco se internacionalizaron y luego se la trasladaron al Estado, que la recibió sin ningún tipo de contrapartida.
Ahí aparece el déficit estructural del Estado. Al revés de lo que dice el neoliberalismo, que es el déficit el que genera la deuda, la deuda es en realidad un elemento estructural del déficit de la Argentina y por lo tanto en el momento en donde el Estado tuvo que afrontar el pago de lo que nunca había tomado lo resolvió con más deuda. Tomó nueva deuda para pagar deuda vieja. Alberto Fernández tomó una deuda que cancela la deuda que Macri tomó con el Fondo. Ese proceso se mantiene en el tiempo.
Desde 1975 para acá tenés 350.000 palos de deuda, pagaste 300 mil millones de dólares de intereses y tenes 350.000 palos de fuga. Esto es una lógica de endeudamiento perpetuo en donde lo que busca el capital financiero internacional es que vos te mantengas endeudado, no que lo resuelvas. De hecho la negociación de Guzmán es una negociación como todas las otras que tiene por objetivo que la Argentina estabilice un superávit, pague los intereses y que el capital que nunca pagará porque no tiene con qué, lo vaya a buscar al mercado internacional dentro de tres o cuatro años.
Vos no vas a pagar ese capital, vas a tomar una nueva deuda para pagar la deuda que tenías, con lo cual seguirás teniendo la misma deuda y seguirás pagando lo mismo con menos o más intereses de acuerdo a cuál sea la tasa del nuevo capital que tomes en el momento que lo tomes. Cuando en realidad vos no tenés en claro cuál va a ser la relación de la economía mundial con la tasa de crecimiento de la Argentina, no sabes cuál va a ser la tasa de interés, no sabes cuál va a ser el precio de tus productos. Tenés un conjunto de variables que hacen absolutamente impredecible que vos puedas cancelar nada.
Por esta lógica, y con este origen, la deuda no tiene solución financiera, tiene solución política. Por eso es tan importante avanzar en procesos de investigación para demostrar cuáles son las razones del endeudamiento, que no son otras que haber producido una reestructuración y reconfiguración social de la Argentina hasta llegar al país que tenemos hoy con 17 millones de pobres de un lado y 114 mil multimillonarios del otro que son dueños de casi cinco argentinas juntas.