La escuela puede ser muchas cosas. Hugo Midón decía que podía ser un espacio libre, un buen lugar para crecer, un lugar donde todo se puede encontrar si se deja buscar. Efectivamente la escuela puede ser eso, y puede ser muchas cosas más. Puede ser aquél lugar de refugio, de contención, de placer, o puede ser también ese lugar al que años después lo recordemos con desagrado, como aquel lugar en el que sobrevivimos en las penumbras, en el silencio.
Hace varios años que en la Ciudad de Buenos Aires las comunidades educativas son el objeto de políticas que tienden a reforzar los discursos de estigma y discriminación de distintos sujetes sociales que habitan la escuela. Les vagues, zurdes, les fracasades, todo eso somos para la propia ministra de Educación, Soledad Acuña. Eso, sumado a la desinversión presupuestaria que repercute en distintas cuestiones del día a día, hacen que atravesar la cotidianeidad sea muy cuesta arriba.
Sin embargo, y aunque por momentos la mochila pese, aunque por momentos parezca que nos ganan agenda, que nos ganan subjetividad, les docentes, estudiantes y familias, les pedagogues y especialistas, volvemos a tomar impulso y recordar que la escuela puede ser muchas cosas pero que principalmente es lo que día a día construimos.
En los últimos días, tomó notoriedad pública una resolución del Ministerio de Educación que plantea que “en el ejercicio de sus funciones, los/a docentes en los establecimientos educativos de los niveles inicial, primario y secundario y sus modalidades, de gestión estatal y privada, deberán desarrollar las actividades de enseñanza y realizar las comunicaciones institucionales de conformidad con las reglas del idioma español, sus normas gramaticales y los lineamientos oficiales para su enseñanza”. Dicho documento fue acompañado de “Guías de Recursos y Actividades para Trabajar en la Escuela”, respaldadas en la firma de especialistas como Diana Maffía, quien ahora solicita explicaciones de lo que se hizo con ello.
Esta decisión se da, según diversas fuentes del Poder Ejecutivo, producto de los resultados de las evaluaciones FEPBA y TESBA que, entre otras cosas, arrojaron que los impactos negativos más importantes de los años de pandemia en educación, se expresaron mayormente en relación a prácticas del lenguaje, lengua y literatura.
El Gobierno de la Ciudad no sólo busca impedir de manera directa que les docentes puedan utilizar formas no binarias de lenguaje inclusivo -tales como la “e”, “x” o “@”-, sino que además se intenta que la escuela sostenga un discurso y una construcción performativa de los cuerpos, las ideas y las voces, de manera tal que encajen en sus expectativas electorales y en su modelo de sociedad. Todo esto, obviamente, con la plena atención de las cámaras de televisión.
1. El lenguaje ¿natural?
Nuestra historia lamentablemente tiene una larga tradición de prohibiciones e intentos por encorsetar los usos y prácticas en diferentes lenguajes.
El 14 de octubre de 1943 la élite argentina logró un deseo que pregonaba desde comienzos de siglo: a través de una resolución, se prohibió el uso en la radiodifusión del resve y del lunfardo. A partir de allí se observó una forzosa modificación en letras de diferentes tangos que las llevaban a que muchas veces cambiaran el sentido, cuando no lo hacían a lo desopilante. Poco tiempo duró ese intento, porque no se puede prohibir lo que pertenece al consenso que una comunidad -o una parte de ella- realiza en el intercambio cotidiano.
Si de absurdos se trata, se puede tomar el ejemplo de la prohibición que hizo la última dictadura en el campo de las matemáticas, para observar que las prohibiciones no sólo ocurrieron en el mundo de la lengua, sino que también en otras formas de lenguaje. A partir del 1977 y mientras se enviaba a los establecimientos educativos un documento titulado “Subversión en el ámbito educativo” para identificar a quienes cuestionaban al régimen, se ordenó suprimir de la currícula lo vinculado a la Matemática Moderna, en particular la Teoría de Conjuntos, por considerarla inapropiada, subversiva. No existe forma de negar la práctica y el uso que una comunidad, en este caso científica, le da a un lenguaje.
Es interesante poner sobre la mesa el ejemplo del voseo. Característica del uso rioplatense, el voseo (práctica en la que se utiliza el pronombre “vos”) hoy es utilizado por el conjunto de la comunidad, sin embargo desde épocas de Domingo Faustino Sarmiento hasta mediados del siglo pasado, estuvo en discusión en el ámbito educativo -y por fuera también-. El acta de un inspector fechada en julio de 1909, aseguraba: “Al visitar algunas escuelas, he hallado maestros que decían a los alumnos: sentate o parate. Este defecto debió ser corregido hace tiempo. El maestro tiene plena libertad para dirigirse al alumno empleando el pronombre tú o usted, pero debe hablar siempre en castellano”.
El ejemplo discute directamente contra los guardianes del orden gramatical esgrimido desde la Real Academia Española (RAE), dado que justamente el voseo tiene la característica de modificar, flexionar para ser correcto, a algunas palabras que conviven en una oración: en el caso utilizado por el inspector, tú párate y vos parate, el verbo sufre una modificación dependiendo del pronombre que lo acompañe. Aprender una lengua es aprender, entre otras cosas, las relaciones de correspondencia entre las palabras. Para leer, para escribir y para hablar, es importante hacer un buen uso de esas relaciones. De ahí, que un nuevo modo de pronominalización añade una nueva forma en la que se construyen las relaciones gramaticales y sociales, lo que sin dudas enriquece el aprendizaje a través de la reflexión y la elección.
La e, la x, el @ como formas del lenguaje inclusivo no binario “reflejan procesos sociales que se dan no solo en la lengua castellana, sino que se están dando debates similares en diversas lenguas con el objetivo de visibilizar, de nombrar lo que antes naturalizabamos incluir en el masculino”, explicó el traductor, médico y escritor Walter Giacomelli. Pretender prohibirlo mediante una resolución ignora que es algo que precede a un papel y que excede a les docentes. En nuestro país, diversas instituciones se hicieron eco de ese proceso, y el lenguaje inclusivo fue reconocido en establecimientos de la Universidad de Buenos Aires, la Universidad Nacional de Mar del Plata, la Facultad de Psicología de la Universidad de Rosario, la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de UNCUYO y diversos profesorados de la CABA, entre otras.
2. El rol de la escuela
Si de visibilizar se trata, si hay algo en lo que no podemos incurrir es en fomentar el silencio, la vergüenza, el estigma desde las propias aulas. Defender las formas no binarias de lenguaje no es un capricho, sino que es el profundo compromiso por construir una escuela donde todes puedan acceder y permanecer en un sistema educativo de calidad e inclusivo.
Claro está que el hecho de que efectivamente sea así, depende de varios factores y trasciende al lenguaje inclusivo. Sin embargo, sería un grave error ignorar que hoy existe una Ley de Identidad de Género, que hace tiempo se comenzaron a otorgar DNI no binaries, que la Educación Sexual Integral (ESI) invita a valorar la diversidad, que son muches pibis les que producto de esas normativas y de otras, han podido crecer con mayor libertad y encontrar en el aula el refugio para poder hacerlo.
La escuela debe ser el lugar donde todo se pueda soñar, decir, vivir. Debe ser el lugar que invite a desafiar los mandatos, los estigmas, las etiquetas, y ser y hacer desde el deseo. La escuela debe ser el lugar donde se ofrezcan nuevos horizontes, donde se formen ciudadanes democrátiques.
Para Matías Zalduendo, secretario de Derechos Humanos de Unión de Trabajadores de la Educación (UTE): “La escuela es un ambiente y un espacio democratizador que no se puede silenciar. Queremos que las escuelas sigan siendo territorios libres”. En el mismo sentido, Brisa Hunglinger, consejera de Géneros de la Escuela Mariano Acosta, agregó: “Día a día estamos sosteniendo espacios, acompañando distintas situaciones que tienen que ver con hacer de nuestra escuela un lugar habitable para todes. Hay cosas que no se pueden frenar ni piden permiso para entrar a las escuelas, una de ellas es que les estudiantes sean quienes quieran ser. Por eso da vergüenza que la línea del Estado sea la invisibilización”.
Pretender callar e invisibilizar, nos acerca a una escuela intolerante y a la reproducción de las violencias simbólicas que solo ayudan a fomentar el odio y la exclusión.
3. La perspectiva de la gestión del GCBA
Hace mucho tiempo que estudiantes, cooperadoras y docentes exigimos que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (GCBA) se comprometa a realmente jerarquizar la educación. Es absolutamente falaz que sea esta una preocupación genuina entre las filas oficialistas. En esa línea intervino rápidamente el colectivo Familias por la Escuela Pública: “Hay cambios que no se pueden frenar con una resolución ministerial, pero seguirán pasando frío o comiendo ultraprocesados”.
Es que si el interés por la educación existiera, realmente no estaríamos frente a una gestión que mientras sale en los medios a hablar de lo esencial que es, recorta sistemáticamente el presupuesto. Si existiera un interés real por la educación, estaríamos discutiendo cómo salir a buscar y acompañar a cada pibi después de la pandemia, en lugar de decir que “están perdidos en los pasillos de una villa en un canal de televisión”. Si existiera un interés genuino por la Lengua, estaríamos discutiendo enfoques de alfabetización, programas y recursos. Programas de lectura, de acceso a materiales didácticos que acerquen, fortalezcan el andamiaje y las trayectorias de cada estudiante. Si existiera un interés genuino por la inclusión, estaríamos debatiendo cómo fortalecer la aplicación de la ESI, como garantizar que la Ley de Identidad de Género se conjugue con ella, y cómo construir una escuela que desde lo material, lo curricular y lo simbólico pueda ser un espacio de escucha, de entendimiento y contención.
Pretender adjudicar al lenguaje inclusivo los resultados de pruebas estandarizadas, demuestra una enorme intencionalidad por parte del GCBA de mezclar debates de manera tal que le sean funcionales.¿Por qué no se convoca a un debate democrático acerca de cómo está funcionando el sistema educativo porteño? ¿Por qué el GCBA no asume la responsabilidad de comandar la cartera educativa con seriedad y compromiso?
Según ellos, el lenguaje inclusivo genera “obstáculos o confusión en los procesos de alfabetización”. Sin embargo, “no hay ninguna evidencia concreta para plantear eso, más que la posición ideológica de la ministra de Educación. Al contrario, el lenguaje inclusivo brinda la posibilidad de debatir y reflexionar tal como lo indica el diseño curricular”, sostuvo Zalduendo. “Larreta y Acuña están en una carrera electoral desesperada por parecerse a Milei y Patricia Bullrich, entonces toman medidas que buscan disciplinar, castigar y excluir”, concluyó.
No es casualidad que el Gobierno de la Ciudad clausure esos debates, a la vez que elige uno que sabe que rápidamente acaparará las cámaras, intentando correr el amperímetro hacia los lugares más retrógrados de nuestra sociedad. Esto se da mientras la carrera electoral de la ministra avanza, y el reloj de arena corre, lo que evidencia las claras intenciones de reclutar un voto perdido por derecha.
- Lucía Cancela integra Futura-Laboratorio de Ideas y es la coordinadora del Equipo de Educación
- Quimey Ludueña es militante de Educación Soberana y estudiante del Profesorado de Letras