– Considerando que la inflación no se desaceleró como preveía el gobierno y que las distintas medidas que se tomaron no surtieron efecto ¿es posible un escenario de hiperinflación? ¿por qué?
– Creo que hay dos elementos que permiten pensar que un escenario de hiperinflación es una posibilidad. Lo cual, quiero ser enfático, no quiere decir que sea probable.
El primero es que oficialmente Argentina entró en un régimen de alta inflación. Duplica a la de la década anterior, tiene dos dígitos y supera el 5% todos los meses. Pero además tiene una característica que es que, a partir de ahora, es imposible identificar una sola causa para la aceleración inflacionaria. Hay un fenómeno en el cual cualquier movimiento de precios desata un nuevo salto.
Un régimen de alta inflación requiere un plan que logre estabilizar de manera creíble en el tiempo los precios. Eso es algo que se está demandando desde hace tiempo y que el gobierno todavía no acierta a proponer. En gran medida porque está atado al programa que acordó con el FMI que no remite a un plan de estabilización que no sea extremadamente ortodoxo, o sea ajuste.
Entonces el primer punto es este régimen de alta inflación con una alta sensibilidad a cualquier movimiento que puede desatar una hiperinflación.
El segundo punto tiene que ver con otro elemento que estaba presente en la última hiperinflación que vivimos durante el gobierno de Raúl Alfonsín y los primeros años de Carlos Menem: la correlación de poder entre los actores económicos.
De alguna manera, el gobierno actual que no es un representante de los grandes grupos económicos ni de los acreedores, ha tratado de satisfacer las demandas de estos no haciéndoles pagar el precio de la fiesta que vivieron durante el gobierno de Cambiemos. En esa medida, ha defraudado las expectativas de muchos y muchas que desde una visión popular o progresista, lo han apoyado.
Esta defraudación hace que no represente ni a los sectores populares, ni a los sectores de poder. Con lo cual todos tienen capacidad de presionar y vetar. De alguna manera es un gobierno de nadie en términos de consolidar grupos sociales.
Esto es problemático porque todos están tratando de imponer sus intereses, no por la vía del consenso o la convicción, sino por su capacidad de veto. Ahí los acreedores externos y los grandes grupos económicos tienen capacidad de ejercer presión mediante corridas cambiarias. Hasta ahora el gobierno ha sido capaz de contener, pero una y otra vez atacan el valor del peso generando incertidumbre financiera.
Si esto terminara de quebrar el valor del dólar oficial, podría generar un episodio hiperinflacionario.
– En los últimos días se empezó a debatir la posibilidad de desdoblar formalmente el tipo de cambio, devaluar o intentar sostener la situación actual ¿qué análisis haces al respecto? ¿ves posible alguno de estos escenarios?
– En este momento el gobierno está viviendo presiones sistemáticas y permanentes contra el valor de los dólares financieros, legales e ilegales.
La idea de desdoblar el tipo de cambio de manera oficial sería una de las herramientas que se están analizando. Y bien podría contener esto. Pero para ello, algo que se debería hacer, es simplificar los regímenes de tipos de cambio. Si van a ser dos o tres, que no sean más y que permitan libremente cambiar las divisas. Si no, el gobierno está siendo superado por la capacidad real de administrarlos. Sea por la capacidad de intervenir en el mercado o por vigilar los intercambios que se hacen.
Esto creo que es una posibilidad, pero es riesgosa porque se sigue arbitrando entre los distintos tipos de cambio.
Recordemos que la mayor parte del superávit comercial ha estado saliendo por el pago de deuda. Ahí el gobierno tiene herramientas para controlar por otras vías.
– Si bien el problema de la inflación evidentemente no es algo sencillo de resolver ¿considerás que es posible tomar algunas medidas que logren mitigar la caída del poder adquisitivo? ¿cuáles?
– Si, creo que es posible pero no quiere decir que sea fácil ni rápido. Lo primero que debería hacer el gobierno es estructurar un programa integral que muestre de cara a toda la sociedad cómo van a encarar el problema de la inflación. Es algo que todavía no hizo, a diferencia de lo que hizo con la deuda.
Se puede criticar o no estar de acuerdo, pero está muy claro lo que dijeron que iban a hacer y es lo que efectivamente hicieron. Es lo que llevó adelante el ex ministro de Economía, Martín Guzmán.
En cambio con la inflación no sabemos. Tenemos un conjunto de medidas dispersas, no del todo coordinadas ni bien administradas. ¿Qué va a pasar con tarifas, tipo de cambio, tasas de interés? ¿Qué va a pasar con los salarios? ¿Cómo se van a mover? ¿Los acuerdos de precios van a ser controlados? ¿Quién no los cumpla que tipo de penalización va a tener?
Todo esto debería presentarse en un plan integral de cara a la sociedad, explicado de manera clara, y con posibilidad de controlarlo. En ese sentido, un plan de estabilización heterodoxo debería contar ante todo con sustento político. Depende de eso la capacidad de sostenerlo. Vamos a hacer esto y lo vamos a sostener hasta el final. Y eso va a implicar castigar al que se salga del acuerdo.
Otra herramienta concreta que se puede tomar, muy sencilla, tiene que ver con sostener las tasas de interés levemente por encima de la inflación. Eso permite captar parte del ahorro, evitando que corra contra el dólar y apura a que liquiden ganancias los exportadores trayendo dólares al país. Si la tasa de interés no está por encima de la inflación, no llega a impactar, haciendo caer la producción. La podés promover con segmentos especiales de crédito y la propia reactivación genera la necesidad de crédito.
La mala noticia es que, normalmente, los planes de estabilización suelen ser ortodoxos. Y en la medida en que el gobierno siga manejándose con el acuerdo del FMI, va a tener muy pocas herramientas para orientarse en un sentido distinto.
El antecedente que existe de un plan heterodoxo con acuerdo del organismo financiero es el Plan Austral, que funcionó por unos pocos meses y luego explotó en el aire. Esto tiene que ver, en parte, con lo que mencionaba antes de la pérdida de poder político del gobierno de Alfonsín frente a los distintos grupos de presión. Especialmente los acreedores y los capitanes de la industria de aquel momento.
– A los problemas estructurales de la economía argentina hoy se le suma un condicionante muy fuerte para cualquier gobierno que es el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional ¿es posible una mejora de las condiciones económicas del pueblo en el marco de los parámetros que estableció el organismo internacional?
– El FMI impone restringir el gasto, que las tarifas se ajusten y que el tipo de cambio vaya con la inflación. Todo esto debilita la capacidad del gobierno de ir hacia un plan heterodoxo.
De todas formas se podrían tomar medidas. Un acuerdo general de precios donde se castigue al que no cumpla; un shock distributivo por el cual se suban por decreto los salarios; un salario básico universal. Esto permitiría sortear el problema de la pobreza y al mismo tiempo, con controles rígidos de precios, tratar de contener el impacto inflacionario.
Podrían establecerse medidas que tengan que ver con fijar o controlar el tipo de cambio. O penalizar determinado tipo de actividades, cargándoles fuertes impuestos que las encarezcan, como se hizo ahora con el turismo.
Todas estas medidas con el FMI a cuestas son imposibles de llevar a cabo, porque el organismo a nivel mundial siempre lleva a más ajuste.