1. Hoy: la identidad militante popular
¿Desde dónde? Desde una propuesta situada en la Argentina, pensar la identidad militante popular, sabiendo de lo estructural que son los espacios de construcción política en la vidas de les militantes y sabiendo también que esa identidad muchas veces traspasa las orgánicas.
Desde la imprescindible mirada histórica, recuperando aquel 17 de noviembre de 1972 cuando Juan Domingo Perón volvía al país desde el exilio. Un 17 de noviembre regresaba, abrazando y abrazado de militancia, hace 50 años atrás, luego de una proscripción política que lo tuvo 18 años de exilio, y es a partir de ese hecho histórico que se evoca el Día de la Militancia peronista.
La historia es importante siempre porque nos configura, más allá de que no lo sepamos o no seamos conscientes de ello. En nuestros tiempos de disputa de sentidos y relatos aún más, es clave conocer los hechos, los episodios de años atrás, porque determinan mucho en términos de presente y futuro también.
Hoy venimos de un 17 de noviembre 2022 en el Estadio Diego Armando Maradona en La Plata, con la presencia de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, el primer acto masivo después de su intento de magnicidio, con un proceso abierto de persecución judicial e intento de proscripción también. Cincuenta años después de aquel regreso de Perón, como militancia popular nos encuentra en un contexto defensivo en lo político, donde la defensa de la democracia es una tarea a asumir desde distintos frentes. En ese marco encontrarnos con la fuerza y el magnetismo que Cristina convoca, incluso viniendo o no de la identidad estrictamente peronista, hace confluir también a la necesidad de encuentro y mística militante, motores necesarios para recuperar la esperanza en un proyecto político, para la transformación de las difíciles condiciones que hoy atraviesa la Argentina.
Cristina habló en su discurso de la defensa de la vida y el fin de la muerte como instrumento político. A sabiendas del límite traspasado el 1 de septiembre, de alguna manera ella más que nadie en la política hoy se detiene ahí en un notable esfuerzo reparador. En su propuesta hay un “hablemos de esto” posicionando los debates estructurales que son necesarios dar, desde la distribución del ingreso, las condiciones económicas para el crecimiento del país, la relación del salario con el producto interno, y lo hace partiendo de algo muy elemental como es “respetar la vida” porque para hacer todo eso “hay que estar vivos”, dijo.
Y ciertamente para empezar a reconstruir, para iniciar una recuperación es necesario ese acuerdo básico y vital que se quebró, en la máxima expresión de violencia política cuando intentaron matarla. A la vez, si eso depende de los sectores que no ceden, o más bien agudizan sus estrategias, la dificultad se tornará un desafío constante que implique militar por defender y ampliar derechos, a la vez que frenar las escaladas violentas y evitar que permeen en más sectores de la sociedad.
En este marco actual se inscribe la necesaria épica, con un relato, con sentidos comunes y porque en definitiva ser militante popular es esa fusión entre las ideas y los hechos, es lo que pienso y siento, lo que anhelo como sueños y trabajo, dedico tiempo material, haciendo cosas para que eso suceda. Orienta las prácticas cotidianas desde el querer, desear un país justo, soberano, sin violencia, con inclusión, y es hermoso saber que no se trata de máximas en abstracto, más allá de lo oscuro que pueda ser el panorama.
Eso es militar en política con un sentir popular. Frente al pragmatismo que emula el odio, como pasaje a los actos más crueles incluso, las militancias populares, multisectoriales, integrales, tenemos la responsabilidad de forjar discursos y prácticas cuya dimensión de poder esté en nuestras manos. Una dimensión de poder para crear sentidos, para convocar, para interpelar e ir más allá de lo posible actual, donde precariamente se propone un sistema vaciado en lo simbólico de proyecto y futuro.
Venimos, estamos y atravesamos tiempos difíciles, la tristeza política como parte de las emociones latentes ante el no cumplimiento de muchas expectativas, es algo que es preciso reconocer y canalizar.
Después la fórmula no es nueva: en la psicología política cuando el horizonte es claro se trabaja de sol a sol. Es parte de esa identidad militante popular el ánimo incansable por resolver, por hacer, por crear, y así en ese paralelo con otras, otros y otres asumiendo tareas en todo el país, toma forma esa práctica militante cotidiana, territorial, multisectorial, que también define un modo de vivir y existir en los tiempos que nos tocan.
Ser militantes populares hoy por la Argentina, es superar constantemente los techos, individuales y colectivos, desafiando la realidad, construyendo alternativas, aumentando cada vez más la capacidad de fortalecer el poder y la escucha del pueblo, para ser protagonistas de la historia, parafraseando a Cristina “haciéndose cargo de ella”.
2. Entre lo individual y lo colectivo
En clave de algunos aportes sobre la producción de subjetividad militante, traer una mirada que nos permita ampliar la perspectiva de construcción como personas de carne y hueso con vidas dedicadas a los cambios, identificando también en este plano contradicciones, potencialidades, desafíos.
¿Qué significa producir subjetividad? Empezando por despejar, se abre la pregunta sobre ¿de qué hablamos cuando decimos subjetividad? sin confundir el sujeto (individual) con la subjetividad, ya que esta es la forma peculiar que tiene el vínculo humano en cada uno de nosotros, es un espacio que se produce y que no refiere solo a lo individual sino algo que se origina a partir de elementos sociales, culturales e históricos, y que implica la construcción de cierto universo simbólico común que es compartido en la realidad, y mediante el cual actuamos sobre ella.
Así podemos ver la subjetividad de una época marcada por determinados valores e ideologías, formas de relacionarse o construir vínculos y podemos pensar también la subjetividad de nuestra época signada por una crisis civilizatoria y por el arrasar del neoliberalismo, sumado a los efectos de la pandemia también en estos planos. Muchos analistas han hecho y hacen referencia a este diagnóstico, y el propio Jorge Alemán agudizando la mirada incluso acerca de la debilidad de las huellas en la memoria de corto plazo. Observó el correlato en la política Argentina, cuando vemos por ejemplo que el recuerdo del gobierno de Cambiemos hasta el 2019 y sus consecuencias, parece ser débil o casi nulo en muchos casos. Obviamente que no se trata simplemente de problemas de “memoria colectiva” sino que sobre la base de una subjetividad de época con estas características, operan discursos y maniobras narrativas muy eficaces con los medios a su favor.
En tanto ruptura de los lazos sociales, asistimos en simultáneo a una crisis simbólica donde la falta de referencias perdurables incluye una lógica de lo instantáneo y fugaz, que opera bajo la seducción de lo “ilimitado” que ofrece hoy el sistema capitalista. Hay una suerte de “despersonalización” que profundizó el neoliberalismo, en el mismo modo de hiperexigencia de siempre pero generando una demanda constante en nuestras vidas, en registros múltiples (incluida la dimensión virtual) a la que es imposible de responder porque posee estándares cada vez más altos de “éxito” y “pertenencia”. Una auténtica picadora de carne en términos subjetivos que vemos con impacto cotidiano en la salud mental de todes.
Si pensamos específicamente en la militancia y la producción de una subjetividad política, una hipótesis a trabajar es que frente a este escenario hay un componente más fuerte en la búsqueda identificatoria y de reafirmación de una identidad, que de un proyecto de transformación colectivo. Es importante registrar algo de esto, tal vez una pregunta a abrir y que aplica también las militancias por derecha. Podemos pensarlo expresado incluso en las múltiples militancias por causas que nos identifican y podrían reflejarse en parcialidades de luchas aisladas, o activismos que convocan más desde una identificación puntual, que en una integralidad de proyecto político.
La subjetividad militante, entendida en términos de capacidad reflexiva, consciente, tiene algo del convencimiento que nos permite constituirnos como sujetes políticos. En este sentido la idea de subjetividad política como plantea Ignacio Dobles Oropeza en su libro Militantes, la vivencia de lo político en la segunda ola del marxismo en Costa Rica, aparece como la forma mediante la cual se interpreta, se construye y actúa la política desde el plano individual en el espacio de lo social. Estas condiciones están trastocadas en la actualidad. Y podemos pensar en torno a nuestra propia experiencia en tanto militantes, en términos de la producción de una subjetividad política que implica desafíos individuales en tanto somos personas que vivimos también atravesadas por las lógicas internalizadas que nos operan y actúan sobre nosotres más allá de las convicciones conscientes. Así, las lógicas del capital y el patriarcado son las que inevitablemente nos han estructurado, por las que hemos desarrollado nuestra socialización y continúan presionando día a día. Así, podemos decir que ser militante hoy es estar en modo activo identificando los mandatos y atravesamientos estructurales, visibilizarlos, cuestionarlos y combatirlos pero creando y proponiendo algo diferente.
Lejos de ser un glorioso punto de partida, la subjetividad militante se construye al calor de las luchas contra la opresión en sus diversas formas, mediante la formación, la escucha plena, activa y en la dinámica de la organización política pero no solo allí, en la construcción de un proyecto político que funciona como horizonte ético de nuestras prácticas. Implica a su vez un desafío nuevo en cuanto a la superación de mandatos y evitar la tarea militante como una acción más reproducida desde el mandato de “cambiar el mundo” o alguna variante similar, sino como una tarea asumida desde la lógica del deseo, como motor y genuino empuje de nuestras acciones orientadas por el convencimiento de ideas políticas. Al decir feminista “nos mueve el deseo” es una consigna cargada de sentido para la transformación que es válido multiplicar.
El “hermoso punto de llegada” no es la culminación de un proceso individual, sino la posibilidad de continuar construyendo una subjetividad política que efectivamente sea revolucionaria. Citando a Oropeza: “Esta se expresará no sólo en lo ideológico, sino también en lo afectivo e interpersonal, en los estilos de vida, en ese cruce de privado y público que se expresa en la visión y el compromiso político como aporte personal al cambio social”.
3. Formación de cuadros: construir una ética militante
El “cuadro político” como figura histórica, construida y pensada en la dinámica de procesos revolucionarios y/o en el seno de las organizaciones de masas, debe ser rescatada y despejada, identificando en ella el grueso de un contenido que define al “cuadro” con una fuerte cuota de idealización, enquistando estereotipos en nuestras propias construcciones. Incluso de las propias dirigencias, asumir lo perfectible, los errores, los conflictos, y más bien acentuar en las características a potenciar para compensar aquello que, humanamente nos define en lo que falla también.
Una característica fundamental que aparece destacada es el estar en contacto con el pueblo. “Escuchar es pensar dos veces”, dice Alfredo Grande, y efectivamente el contacto con los problemas de las personas, la identificación con esos problemas y sufrimientos es la escuela más valiosa de la militancia. El trabajo del cuadro militante es el de acompañar en la interpretación de los problemas, en el conocimiento del origen, de los hechos históricos que permitan revelar la raíz de la explotación, para llevar al compromiso de la acción y transformar la realidad.
Antonio Gramsci hacía referencia a la intuición política como aquella capacidad para “conectar con rapidez hechos aparentemente ajenos unos a otros y concebir los medios adecuados al fin para descubrir los intereses (de clase) que están en juego y para suscitar las pasiones de los hombres y enderezarlas a una acción determinada”.
Esta idea de intuición política en Gramsci hace referencia a cierto atributo de los dirigentes del partido, y supongo a la intuición política como capacidad subjetiva, como un instrumento cognitivo de la militancia revolucionaria en tanto hace a su desarrollo formativo y supone una ampliación de la conciencia, una forma de leer la realidad en sus mayores complejidades para transformarla. A su vez la capacidad para “suscitar las pasiones” en pos de un objetivo determinado, significa que el correlato de la intuición es la acción que puede generar la movilización de las personas para cambiar las cosas.
Si lo pensamos hoy, mirando al 2023 pero también más allá ampliando los márgenes, necesitamos más que nunca saltar todos los cercos, no quedarnos entre quienes convencides vamos hacia un mismo lugar. Hay algo de romper el ostracismo de hablarnos a nosotres mismes que necesitamos ejercitar. Para eso concebir lo popular como algo dinámico, que se mueve en interacción con distintos territorios en la sociedad (en el trabajo, el barrio, en la cultura, en las instituciones educativas, entre otros) y en este plano pensar la multisectorialidad como elemento clave en la configuración de un proyecto político, que integre cada dimensión permitiendo la formulación de propuestas sobre ellas.
Por otro lado, intentando profundizar y articular la formación de cuadros con una perspectiva ética, es preciso considerar que la construcción de una ética militante estará vinculada a un entramado de valores e ideas que se correspondan en la mayor medida posible con la praxis sostenida.
Decir “la mayor medida posible” implica reconocer las altas probabilidades de contradicciones cotidianas que justamente pueden llevar a cuestionamientos desde la ética militante. En este sentido se trata de evitar la moral en el sentido normativo católico, que estanca las posibilidades de reflexión genuina sobre nuestras prácticas y atravesamientos, produciendo muchas veces un mandato más del orden inscripto en el “deber ser revolucionario”.
Pensar más bien un sentido de la ética militante, tiene que ver con reflexionar sobre la praxis, y la importancia de esta en perspectiva marxista, entendiéndola como una actividad subjetiva y consciente la vez, a modo de una filosofía que supone transformaciones constantes ya que en el hacer no solo está la posibilidad de cambiar el orden de las cosas sino también a nosotros mismos.
4. Se trata de soñar: mística militante
La mística es un espacio fundado desde lo simbólico que nos permite recrear nuestra historia de luchas y proyectar el futuro. A su vez podemos pensar la mística en cada acontecimiento que difiere en la realidad y nos encuentra como colectivo, en unidad a partir de los símbolos, nuestra ideología e identidad revolucionaria. El espacio donde se produce la mística como acontecimiento podemos pensarlo en una marcha o una ronda feminista, en un plenario, en un encuentro interno de la organización, o en un acto como el del 17 de noviembre pasado en La Plata.
Retomando las ideas de nuestros compañeros del Movimiento Sin Tierra (MST) de Brasil, la mística debe ser desarrollada también en torno a valores éticos y políticos, ya que tiene la función de consolidar los ideales, aprovechando los hechos que suceden en el día a día y eso es lo que la crea.
Cuando hablamos de la dimensión identitaria, podemos ver como la mística actúa como un entramado de recursos que desde la identidad fortalecen al colectivo a la vez que permite reafirmar convicciones en el plano individual. En este sentido consideramos la importancia de la mística en la producción de una subjetividad transformadora, que apunte al cambio constante y a la apuesta más allá de lo posible.
El carácter de experiencia colectiva es fundamental a la hora de generar la interpelación subjetiva, movilizando el pensamiento, la conciencia, así como en términos de marcas que se inscriben en nuestra historia y memoria colectivas, en términos de nuestra historia individual consciente e inconsciente. Por estos caminos configuramos la militancia del tiempo que nos toca, en unidad y con profundas sensibilidades para dotar la estrategia de poder que necesitamos y merecemos como pueblo.