Deportes El mundo Política Nov 26, 2022

El día internacional de La Zurda

Ambos salieron del llano y alcanzaron la cima del mundo. Se volvieron símbolos de lucha y bandera de los humildes. Se amaron y se entendieron como padre e hijo. Hoy comparten la eternidad y son llorados por los pueblos del mundo. Quizá sea hora de declarar al 25 de noviembre como el día de La Zurda.

Carlos Gardel y Rodrigo Bueno murieron un 24 de junio en un accidente volviendo de un recital. Ambos eran referentes de géneros musicales de extracción popular, que llegaron a triunfar cruzando las barreras de la clase y se transformaron en íconos al perder la vida en plena vigencia.

Un 26 de julio, en la misma fecha que San Martín y Bolívar se encontraban en Guayaquil para coronar un proceso revolucionario para toda la América Latina del siglo XIX, 131 años después surgió en Cuba un movimiento revolucionario que se volvería faro para las revoluciones continentales del siglo XX. Un año antes, en Argentina pasaba a la inmortalidad una de las mujeres que más transformó la realidad del pueblo argentino. ¿Casualidad o causalidad? ¿Astros, azar o destino? ¿Qué habrá detrás de semejantes coincidencias calendarias?

En pleno siglo XXI seguimos encontrando acontecimientos que no tienen explicación. Un 25 de noviembre el mundo vio partir a su mejor cerebro y a su mejor pie. No solo tenían la coincidencia de pensar y patear con la zurda los dos, sino que a ambos les latía el corazón también a la izquierda. Por distintos motivos y en distintas circunstancias, desafiaron y gambetearon a la muerte varias veces y se volvieron eternos el mismo día, como si lo hubiesen elegido.

Era una relación filial adoptiva en la que cada uno hacía su parte. Diego Maradona difundía las ideas de la isla, con sus tatuajes, con sus broncas, con sus confrontaciones políticas. Por su parte, Fidel Castro y Cuba cuidaron del Pelusa en sus peores momentos, lo rehabilitaron, le dieron asilo y atención al drogadicto cuando nadie le abría las puertas.

La vida los había cruzado por casualidad y la muerte los volvió a juntar. Creer o reventar. El Diez conoció al Che Guevara gracias al “profe” Fernando Signorini, justo en el momento de su vida donde empezaba a entender la desigualdad. Ya jugando y viviendo en grandes mansiones europeas, con autos de lujo y una vida de despilfarro, fue recién ahí que el pibe de Fiorito comenzó a comprender retrospectivamente que los dolores de panza de su madre, a la hora de la cena, eran la excusa para darle de comer a sus hijos en medio de las carencias.

Pero cuando el barrilete remontaba vuelo y empezaba a perder noción del suelo en el que pisaba, llegó Nápoles y lo convirtió definitivamente en el abanderado de los pobres. Se enfrentó al norte italiano, rico, racista y xenófobo que lo odiaba por defener a capa y espada su identidad. Inició su guerra con la FIFA por los derechos de los jugadores y armó un sindicato internacional de futbolistas, pero fue recién después de su consagración mundial en México que recibió la invitación especial para conocer a uno de los tipos que sería su inspiración. Desde ese momento se adoptaron mutuamente como padre e hijo.

El primer encuentro entre ambos fue en 1987. El comandante ya iba a cumplir 30 años al mando de la revolución cubana, pero no había perdido su esencia de tipo común. Quedó estupefacto cuando Maradona le contó en una cena íntima que la clave para patear los penales era mirar fijo al arquero rival para desmoralizarlo, mostrándose confiado. “Entonces Diego, ¿en serio que tú no miras el balón al patear?”, respondió sorprendido.

El Diego con apenas 26 años había tocado el cielo con las manos y luchaba denodadamente contra sus propios fantasmas para mantener los pies sobre la tierra. En ese entonces, quizá la única persona que podía entenderlo en todo el mundo era precisamente Fidel que también tuvo que lidiar con haber alcanzado la gloria siendo parte de una juventud rebelde.

Es que las hazañas del líder cubano también empezaron en el barro, en la dificultad, el exilio. Pero fue otro 25 de noviembre de 1956 donde se embarcó literal y metafóricamente en la concreción de sus ideales. Zarpó de México en el yate Granma, con más de 82 tripulantes dispuestos a terminar con la dictadura de Fulgencio Batista y conducir al pueblo cubano en la lucha contra el hambre, el analfabetismo, la dominación y la opresión. Fidel tenía apenas 30 años y ya era el líder de esa embarcación, el capitán de su equipo, el Comandante.

Pero el Fidel que recibió a Maradona en su casa cubana en 1987 doblaba en edad al barbudo que había cruzado el Mar Caribe. Después de dos años de peleas en la Sierra, había vencido militar y culturalmente y había realizado una revolución que seguía vigente cuando todas las demás empezaban a flaquear. El desafío era mantener viva la idea de futuro y nadie mejor que aquel Maradona salido del Azteca para brindarle aquella oportunidad.

Se acompañaron mutuamente, se apoyaron hasta en los peores momentos. Diego Armando se tatuó a Fidel al lado del Che, se enfrentó a George Bush, le dio todo su apoyo a los socios y amigos de Cuba como Hugo Chávez, Evo Morales, Lula da Silva, Néstor y Cristina Kirchner. Fidel peleó junto al Pibe de oro contra sus adicciones, contra la fama, contra las luces y flashes, contra el monstruo menemista y capitalista que convivía en el astro y que se apoderaba cada tanto de su vida, descuidando al humilde pibito de Lomas de Zamora. Lo ayudó a no cruzar nunca de vereda y mantenerse fiel a sus orígenes.

En 2016 Fidel abandonó el mundo de los vivos dejando una herida difícil de sanar en el hijo pródigo y en los pueblos de América Latina. Después llegaron Trump, Macri y Bolsonaro. El golpe a Evo, la destitución de Dilma y la cárcel para Lula. El coronavirus, el encierro y una crisis galopante a nivel mundial. Todo es un poco más triste desde aquel día. Pero en 2020 la herida se abrió de tal forma que ya no podía volver a cicatrizar más. 

El viaje había terminado para los dos y como si lo hubiesen planeado eligieron desembarcar el mismo día que años atrás el Granma partió de la costa mexicana con destino a la revolución. Quizá aquella amistad tan popular, tan nuestra, tan necesaria, continúe en algún lugar, en algún espacio, en alguna estrella. Quizá se hayan sumado al encuentro el Che, Evita o Chávez. Quizá algo de aquellos encuentros celestiales vuelve a cruzarnos, en alguna lágrima, en alguna llama o en algún vendaval. Mientras tanto, acá solo queda recordarlos, admirarlos y homenajearlos declarando al 25 de noviembre como el Día Internacional de La Zurda.

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