El miércoles 19 de abril se realizó la presentación pública de nuestro primer documento, con una amplia participación de especialistas, docentes, estudiantes, diplomáticos, activistas y periodistas.
El nacimiento del grupo
Es un lugar común, entre los sectores liberales tradicionales, plantear que cuando se promueven políticas exteriores autónomas Argentina se “aísla del mundo”. En el año 2015, por ejemplo, influyentes dirigentes políticos locales exigían un giro en la política exterior, que incluyera una mayor convergencia con Estados Unidos y Europa. Meses antes de las elecciones presidenciales que marcarían el ascenso al poder de la Alianza Cambiemos, referentes de la oposición al kirchnerismo plantearon públicamente cuáles eran los desafíos, en materia política exterior, que debía abordar quien sucediera a Cristina Fernández de Kirchner.
Los firmantes del primer documento del autodenominado Grupo Consenso planteaban que en el futuro sería necesario “insertar adecuadamente” a la Argentina en el mundo, que el país se transformara en un actor global “responsable”, partiendo de nuestra “identidad occidental” y defendiendo las “instituciones republicanas, la división de poderes, la libertad de expresión, los derechos humanos y las garantías individuales”. Llamaban a consolidar los valores de una “sociedad abierta, moderna y respetuosa del ordenamiento internacional”. En síntesis, había que volver a ser un país “normal” y “serio”. O sea, asumir la realidad de la condición periférica y evitar cuestionar el rol de gendarme global que hace décadas ejerce Estados Unidos, con Europa y Japón como socios.
Señalaban, también, la necesidad de establecer una adecuada convergencia entre el Mercosur atlántico y la Alianza del Pacífico, pero sin dar cuenta de que, precisamente, esta última -impulsada por México, Colombia, Perú y Chile, países que firmaron Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos- era una herramienta para intentar una restauración conservadora e imponer una agenda neoliberal.
Además, bajo la idea de fortalecer las tradicionales relaciones con Europa y Estados Unidos, pedían al futuro gobierno encarar una política exterior diferente a la kirchnerista, que precisamente se había caracterizado por estrechar acuerdos con los BRICS -Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica-, sin dejar de lado históricas relaciones del país. En definitiva, demandaban una “apertura” del Mercosur, orientada a la Unión Europea y Estados Unidos, una idea sobre la cual las derechas latinoamericanas venían trabajando con fuerza en los últimos años.
Resaltaban como positiva la especialización en la producción de alimentos y energía, alentando un esquema reprimarizador y extractivista que genera exclusión y destruye el medio ambiente, permitiendo ganancias extraordinarias para un núcleo reducido de la clase dominante -y los grandes capitales externos con los que se asocia- y una escasa diversificación productiva. Retomando la agenda de Estados Unidos, señalaban que los principales enemigos a escala global eran el terrorismo, el narcotráfico y el crimen organizado. No decían nada de cómo esas “amenazas” se utilizaron para dar sustento a invasiones militares unilaterales, violar el derecho internacional o instrumentar campañas de desestabilización de gobiernos adversarios de Washington.
Estos referentes, algunos de los cuales ocuparon luego cargos claves en la Administración Macri, promovían un acuerdo en materia de política exterior que parecía cercano al “Consenso de Washington” de los años noventa, cuando la política económica de buena parte de los países no centrales estaba fuertemente condicionada por los organismos multilaterales de crédito, al calor de una indiscutible hegemonía estadounidense a nivel mundial. Con cierta nostalgia de las relaciones carnales que primaron en aquella década, aunque utilizando un lenguaje aggiornado, apuntaban a una restauración conservadora en la política exterior argentina e impulsaban la vuelta a una inserción internacional dependiente. Esta orientación es la que se desplegó durante los cuatro años del gobierno de Cambiemos.
En las antípodas de esa perspectiva, preocupados por la falta de debates y estrategias sobre la inserción internacional y la política exterior argentina desde una perspectiva crítica, a mediados del año pasado se dio la convergencia de un conjunto de internacionalistas, historiadores, economistas, politólogos, sociólogos, diplomáticos y periodistas que nos dedicamos en el ámbito académico, docente, periodístico y militante al pensamiento estratégico y a analizar la inserción internacional y la política exterior argentina y latinoamericana. Confluimos colegas de distintas provincias: Alejandro Robba (UNM), Alejandro Simonoff (IDICHS/UNLP), Anabella Busso (UNR-CONICET), Carlos Raimundi (UNLA-UNQ), Franco Lucietto (IDEHESI/CONICET), Gabriel Merino (IDIHCS UNLP/CONICET), Julian Kan (UBA- IDEHESI/CONICET), Leandro Morgenfeld (UBA-IDEHESI/CONICET), Manuel Valenti (OCIPEX), Mara Espasande (UNLa), Marco Teruggi (Analista Internacional), María Cecilia Míguez (UBA-IDEHESI/CONICET), María Haro Sly (Universidad de Johns Hopkins), Mariana Vazquez (UBA-UNDAV-Observatorio del Sur Global) y Matías Caciabue (UNAHUR-UNDEF-CLAE). Luego de muchas reuniones y debates, elaboramos nuestro primer documento, que compartimos y discutimos con colegas de todo el país. El 21 de diciembre hicimos público el “Documento del Grupo de Reflexión y Proyección de la Política Exterior Argentina Integración y Soberanía”, con la adhesión de más de 130 colegas que lo habían leído y acordado previamente.
Situación mundial
En la primera parte del documento se analiza el actual desorden global: “En la primera década del siglo XXI se hizo un lugar común decir que nos encontrábamos frente a un Cambio de Época. Con ello se quería transmitir que no era meramente una época de cambios, sino que se estaban desarrollando transformaciones estructurales que significaban una reconfiguración del orden mundial y regional existente (…) Más de una década después, el Cambio de Época se confirma”.
“Transitamos una crisis relativa de la hegemonía estadounidense-británica -con centro geopolítico en Occidente y centro geoeconómico en los países del G7- que está abriendo una etapa de profundas disputas, caos sistémico, guerra y transición hegemónica. Hay una situación de multipolaridad parcial creciente en la que, si bien se destacan Estados Unidos como antiguo hegemón de un lado y China como principal potencia emergente del otro, existen otros poderes -como Rusia, India, la Unión Europea, Japón, etc.-, y se impulsan procesos de regionalización y conformación de bloques en la búsqueda de ganar grados de relativa autonomía. Ello tiende hacia la configuración de un escenario complejo, bajo una dinámica relativamente multipolar, que no puede reducirse a la simplificación de una ‘nueva bipolaridad’”.
El documento del Grupo analiza “un conjunto de tendencias fundamentales en la presente transición de poder mundial”. La primera es “el declive relativo de Estados Unidos y Occidente, que contrasta con el ascenso relativo de China, Asia Pacífico e Índico (…) que pone en crisis una de las características fundamentales del sistema mundial en los últimos siglos: su occidentocentrismo”. La segunda es “la agudización de contradicciones estructurales que devienen antagónicas y dan lugar a crecientes conflictos”, donde “la contradicción principal que atraviesa al sistema mundial es entre los poderes en ascenso con centralidad en la masa continental de Eurasia (…) frente a los viejos poderes dominantes del Atlántico Norte, que buscan mantener el viejo orden”.
“En la presente transición de poder mundial y guerra, las periferias y los países emergentes se encuentran atravesados por la tensión entre el desarrollo nacional y regional o mayores niveles de periferialización, entre aumentar los niveles de autonomía relativa y capacidades para ejercer una soberanía efectiva o, por el contrario, profundizar las situaciones de dependencia, con el consecuente despojo de sus recursos naturales y el fortalecimiento de los mecanismos de transferencia de excedente”.
Nuestra América
En la segunda parte del documento se discute el rol de “Nuestra América”, que “conserva importancia en varios ámbitos económicos y geopolíticos en un mundo cada vez más disputado. Para pensar políticas acordadas entre los países de la región es necesario primero rebatir el sentido común que la califica como un área geográfica intrascendente. Varios elementos ponderan su rol. Entre ellos, tiene recursos estratégicos; como mercado incluye a más de 650 millones de habitantes, que en promedio poseen ingresos medios en relación a los niveles de ingresos mundiales, y conserva un lugar destacado como espacio de radicación de inversiones estadounidenses, europeas y chinas, entre otras. Como decíamos, la importancia de la región se hace evidente cuando la misma es presentada como un campo de disputa entre los grandes poderes para incrementar su influencia”.
“Otra singularidad, propia de este siglo, es que se revirtió la primacía económica que ostentó Estados Unidos desde los años veinte del siglo pasado. Salvo México, cuya economía depende enormemente de su vecino del norte, en el resto de los países hoy China es el primer o segundo socio comercial, prestamista fundamental y uno de los principales inversores externos. Esto modifica el esquema tradicional de inserción económica internacional de la región (…) El problema a resolver es desde qué modelo de acumulación, con qué esquema de integración y bajo qué proyecto político-estratégico desarrollamos la región y nos insertamos con el mundo”.
El documento destaca una serie de temas claves como “el peso significativo de las deudas externas”. Otro refiere a la situación del Mercosur, que en la actualidad “se caracteriza por la fragmentación política y la desintegración económica, aunque todavía logró sobrevivir como bloque comercial y representa un destino clave para las exportaciones de mayor valor agregado”, y la “urgencia” en abordar los actuales problemas “con una mirada estratégica de largo plazo, para acortar sus brechas de desarrollo con otros países o regiones del mundo y ampliar su autonomía política”.
Argentina en el mundo y la región
La tercera y última parte del documento se aboca específicamente a la situación nacional y de la región y plantea una serie de propuestas: “Necesitamos una política exterior inteligente, basada en nuestras necesidades e intereses nacionales, definidos por las mayorías populares” (…) Resulta necesario señalar la pertenencia de América Latina y de la Argentina como parte del Sur Global, para desde allí pensar el lugar de la región en el sistema mundial y la política exterior”.
“Las relaciones tanto con los poderes occidentales como con el mundo emergente deben realizarse a partir de códigos y estrategias propias, acorde con los intereses nacionales y regionales, incluyendo las demandas de las grandes mayorías populares, las perspectivas nacionales de desarrollo y el establecimiento de mayores niveles de autonomía relativa (…) Es importante confluir desde posiciones propias en espacios como el BRICS y otros similares que expresan problemáticas más cercanas al Sur Global y a cuestiones propias de los países ‘en desarrollo’, a la vez que impulsan agendas que procuran redefinir tanto la distribución del poder como la distribución de la riqueza a nivel mundial”.
El Grupo presenta varios temas centrales, como “tener una agenda clara sobre la profunda crisis ambiental mundial”, sin “caer en la falsa antinomia ambientalismo vs desarrollo”. También resalta la importancia de “retomar la construcción de instancias de coordinación/cooperación política e integración regional. Aún con sus limitaciones, las experiencias de la UNASUR, la CELAC, el ALBA-TCP y el Mercosur ampliado implican un acumulado sobre el que hay que avanzar para ampliar los márgenes de autonomía”. Esas instancias son a su vez importantes para “elaborar una estrategia conjunta para impulsar el multipolarismo en ámbitos multilaterales como la ONU, OEA, G20, OMC, etc.”.
La “integración regional”, se afirma, “debe ir más allá del ámbito declamativo”, señalando cuáles podrían ser los pasos concretos en el ámbito de lo productivo, monetario o de defensa. El documento desarrolla cada uno de los puntos propuestos para proyectar una política exterior nacional en tiempos de cambio de época, oportunidades, urgencias y desafíos. Finalmente, se resalta que “las islas Malvinas son argentinas y Latinoamericanas. Constituyen un rostro visible del colonialismo del siglo XXI y de la militarización del Atlántico Sur en tanto base británica y punto clave de la OTAN”.
Presentación pública
La presentación pública del grupo y del documento se realizó el miércoles 19 de abril de 2023 en el salón San Martín de la Universidad de la Defensa Nacional (UNDEF), el mismo en el que el presidente Juan Domingo Perón dio su discurso en 1953 sobre la propuesta del nuevo ABC (la asociación entre Argentina, Brasil y Chile para avanzar hacia la unidad continental). La jornada de debate, titulada “La Política Exterior Argentina en un mundo en transición”, empezó con un panel coordinado por Anabella Busso. Luego de las palabras de bienvenida del rector de la UNDEF, Jorge Battaglino, realizó un comentario amplio sobre el documento la investigadora Diana Tussie, una de las adherentes, tras lo cual presentamos las diversas partes del documento Gabriel Merino, Leandro Morgenfeld, Mariana Vazquez y Alejandro Simonoff.
A continuación, se inició el debate con los 75 presentes. Además de otros miembros del colectivo y firmantes, como Cecilia Míguez, Paula Giménez, Rubén Laufer y Sonia Winer, hablaron los embajadores Eduardo Zuain (desde Moscú) y Carlos Raimundi (desde Washington) y Santiago Villalba, Cónsul General en Nueva York, desde esa ciudad. Participaron también estudiantes y graduados del Instituto del Servicio Exterior de la Nación, docentes, investigadores y periodistas. Se recibieron, entre otros, los saludos de Atilio Boron y Telma Luzzani, ambos firmantes del documento, y de Bruno Rodríguez, en nombre del colectivo Jóvenes por el Clima: “Desde Jóvenes por el Clima mandamos un saludo a los compañeros del espacio Integración y Soberanía. Nos parece fundamental que el ambientalismo intervenga con una profunda consciencia nacional en la protección de los recursos naturales estratégicos de todos los argentinos”.
Al final de la actividad se planteó la necesidad de continuar los debates que se iniciaron en esta primera actividad pública. Se anunciaron unas futuras jornadas, en las que se buscará profundizar en el diagnóstico y propuestas de cada uno de los ejes planteados en el documento fundacional del grupo. Se espera entonces, para el mes de junio, consolidar y ampliar este espacio diverso, que recoge distintas perspectivas críticas de la inserción internacional, el pensamiento estratégico y la política exterior argentina, desarrolladas en centros de investigación de La Plata, Rosario, CABA, Córdoba y Buenos Aires, entre otros nodos.
- Leandro Morgenfeld es profesor regular de la UBA, Investigador Independiente CONICET y co-coordinador del GT CLACSO Estudios sobre Estados Unidos. También es compilador de El legado de Trump en un mundo en crisis (SigloXXI, 2021) y dirige el sitio www.vecinosenconflicto.com