Política Ene 23, 2025

Al Milei le está yendo bien

Excepto la inflación, los indicadores económicos del primer año de gobierno libertario son negativos. Sin embargo la imagen del gobierno sigue siendo positiva ¿por qué?
Milei

A Milei le está yendo bien, aunque nos cueste aceptarlo. Parece que, como algunos dicen, “todo marcha acorde al plan”. Pero ¿cómo es esto posible? Si nos basamos en los últimos datos, no ha sido el mejor de los años en términos económicos.

Según las proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), el PIB habría sufrido una contracción del 2,8%. Los datos de desempleo, por su parte, tampoco son alentadores: siguiendo los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), el tercer trimestre arrojó una tasa del 6,9%, que, si bien significó una mejora respecto del segundo, se ubicó por encima del 5,7% del mismo período del año previo. Asimismo, tampoco fue un buen año para los ingresos de los trabajadores: según un estudio de Fundar que analiza los promedios de diciembre 2022 a septiembre 2023 y de diciembre 2023 a septiembre 2024, todos los ingresos considerados se vieron reducidos, a excepción de la Asignación Universal por Hijo. Los salarios registrados cayeron un 8%; los del sector público, un 23%, y los no registrados, un 19%.

Sin embargo, el gobierno se mantiene firme en las encuestas de opinión. Según el último informe de Zuban Córdoba y Asociados, el oficialismo cuenta con una aprobación del 47,3%, superior al 43,9% de diciembre de 2023, y Javier Milei, con un 46,6%, es el político con mayor nivel de aceptación. Esto, sin duda alguna, se debe al principal logro del gobierno: la baja de la inflación.

Este panorama arroja varios interrogantes. Pero hay uno que sobresale por encima de los demás: ¿cómo es posible que el gobierno esté teniendo éxito si, más allá del proceso de desinflación, nuestras condiciones de vida han empeorado desde que comenzó este nuevo ciclo político? 

Es un escenario difícil de descifrar, sobre todo al calor de los acontecimientos. Cuando algún día esta etapa termine, tendremos mejores herramientas para resolverla. Ahora bien, en el medio de nuestro asombro y estupefacción, la clave está en una cuestión más fundamental que, quienes nos reconocemos opositores, deberíamos analizar: ¿es políticamente posible que a un gobierno le vaya bien, aunque a la sociedad le vaya mal? Sociedad y gobierno van en direcciones opuestas: a uno, le va bien; al otro, mal. ¿Esto es una mera anomalía o son circunstancias que se pueden prolongar en el tiempo?

Quien puede darnos una pista es Jean-Jacques Rousseau. En su célebre Contrato Social, el filósofo ginebrino dedica uno de los cuatro libros a analizar los distintos tipos de vínculos entre el gobierno y el cuerpo político. En ese estudio, traza una distinción fundamental entre los distintos tipos de voluntades que atraviesan la vida política de una sociedad. Por un lado, está la Voluntad General, esto es, la voluntad del pueblo, del conjunto de ciudadanos que conforman la comunidad política, la voluntad soberana. Por otro lado, se encuentra la voluntad del príncipe, es decir, la voluntad del cuerpo de gobierno. Son dos voluntades que deben estar articuladas de cierta manera –una sociedad exitosa es aquella en la que la voluntad del gobierno se ajusta a la soberana–, pero que, no obstante, son distintas y pueden diferir.

Esta distinción es, para Rousseau, el principio constitutivo de las formas de gobierno. En cada una de ellas, ambas voluntades –junto a una tercera, la voluntad del magistrado o funcionario público– se articulan de un modo específico. Pero, más allá de su origen, sirve para irradiar sobre una cuestión nodal para entender nuestra vida política: gobierno y sociedad pueden ir en direcciones distintas. Es decir, los objetivos del primero pueden ser otros que los de los ciudadanos.

La Voluntad General, dice también Rousseau, es siempre recta. En otras palabras, siempre tiende a lo bueno. Las personas, en su conjunto, siempre desean lo mejor para sí. En este sentido, que la gestión de Milei esté siendo exitosa a pesar de los malos indicadores no significa que la gente quiera vivir peor: el pueblo siempre quiere lo mejor para él. Sin embargo, puede equivocarse, principalmente cuando se nubla por los intereses particulares de las personas. Y esto, afirma Rousseau, sucede cuando la política se vuelve facciosa.

¿No es esto lo que ocurre ahora? Como señalan Zuban y Córdoba en el informe citado anteriormente, el 2024 fue un año de polarización total. Si bien Milei se encuentra estable en términos de opinión pública, no logra penetrar en aquel sector de la sociedad que no le confió su voto en las últimas elecciones. Como muestra un estudio de la consultora Trespuntozero, si el ballotage entre el presidente y Sergio Massa se hubiese repetido un año después, los resultados habrían sido casi idénticos: un 55,1%-44,9% a favor del presidente frente al 55.65%- 44.35% del 2023.

Argentina, en efecto, se encuentra en un estado de polarización total. Esto, sin duda, juega a favor del gobierno, que ostenta estar cumpliendo la principal promesa de su contrato electoral: terminar con la inflación. La oposición, por su parte, no logra cohesionar y dirigir el descontento de la otra gran porción de la sociedad, que continúa reacia a convalidar al oficialismo. 

Esto es lo que permite que el presidente, a pesar de haber degradado nuestra calidad de vida, siga firme en su plan de gobierno. Sus objetivos distan de los de la población, sin embargo, mientras no haya una alternativa política que articule las demandas civiles y enfrente de un modo eficaz y coherente a Milei, este seguirá adelante.

Esta alternativa tiene que resolver muchas cosas, internas personales y asuntos programáticos. Pero, antes que nada, debe aceptar una premisa central, condición de posibilidad de todo futuro triunfo: al gobierno libertario le está yendo bien. Si no aceptamos la realidad y partimos de un buen diagnóstico, nuestro porvenir será oscuro.

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