Hace un mes comenzamos a usar una figura para ilustrar la coyuntura argentina: la contención de la inflación y del precio del dólar, estaban generando un escenario de estabilidad que en realidad tenía pies de barro y contenía una crisis larvada que podría desplegarse en cualquier momento. Desde entonces todos los síntomas que aparecían tenuemente en el horizonte cobraron más fuerza. Y la última semana esa tendencia se profundizó.
- Pese a los esfuerzos del Gobierno el precio del dólar siguió subiendo. Arrancó la semana en 1275 pesos y la cerró por encima de los 1300. Hablamos de esfuerzos porque las autoridades de Economía hicieron de todo para tratar de contener la subida: aumentaron la oferta de contratos de dólar futuro, repusieron los llamados pasivos remunerados para captar pesos de los bancos y colocaron nuevas letras a un interés mensual muy por encima de la inflación.
- El riesgo país llegó a los 770 puntos y alcanzó niveles previos a la salida del cepo en abril para personas físicas. Un indicador clave en la estrategia del Gobierno para financiar los pagos de deuda que tendrá que afrontar en los próximos años, accediendo a nuevos créditos en el mercado internacional.
- Varias consultoras hablan de que la actividad económica en los últimos meses crece en la comparación con 2024, pero cae respecto del mes anterior. Ya se habla de una desaceleración del rebote en lugar de la consolidación del crecimiento. Caracterización que se condice con los datos de empleo que se conocieron la última semana: según la Superintendencia de Riesgos del Trabajo, entre abril de 2024 y abril de 2025, se perdieron más de 66.750 mil puestos de trabajo formales.
En ese marco, el Gobierno informó la privatización de AySA. Una acción que muestra su esencia y seguramente se transformará con el tiempo en una de sus herencias más dañinas. Al tiempo que también muestra la desesperación por hacerse de los dólares que no genera el modelo puesto en marcha.
En otro orden, la difusión de denuncias de corrupción que involucran a Martín Menem, presidente de la Cámara de Diputados, por un contrato millonario entre una empresa familiar y el Banco Nación, en medios oficialistas o afines al mileismo, también marca un momento de debilidad del gobierno. Alimentado además por algunas internas que vienen de arrastre, como el conflicto con la vicepresidenta Victoria Villarruel, y otras que hacen a las pujas lógicas de cara a los cierres de listas.
Volviendo al frente financiero y económico, es obvio que los hechos descritos más arriba atentan contra el núcleo central del capital político construido por el mileismo y dañan la credibilidad de la palabra presidencial que auguró un dólar a $1000. Sin embargo, no están tan claros los efectos inmediatos ni la profundidad del sacudón.
Por un lado, hay elementos para hablar de una profundización de la crisis. Está por cerrarse el período de mayor liquidación de divisas por parte del sector agroexportador. Las señales de los popes del mercado financiero no son, al menos por ahora, las esperadas por el Gobierno ante las medidas que tomó y es probable que haya un traslado a precios de la devaluación del peso que ya se llevó a cabo.
Por otro lado, sobre todo si pensamos en el corto plazo, no hay que descartar un nuevo gesto del FMI –o de otro organismo multilateral– que ayude tranquilizar la situación. De hecho, está pendiente un próximo desembolso por dos mil millones de dólares como parte del acuerdo firmado en abril. A su vez, la contracción de los ingresos populares, que se expresa en la tendencia a la baja en el consumo de bienes masivos, seguramente puede morigerar un traslado lineal de la suba del dólar a los precios del conjunto de la economía.
Mientras tanto, en el mileísmo tachan los días que restan para las elecciones de octubre. Y todo parece indicar que la mayoría de su base social sigue valorando, ante todo, el alivio que significa una inflación controlada y en mínimos históricos. También es muy probable que una porción importante de ese apoyo sea incondicional por estar afincado en valores, aspiraciones e identidades político-culturales de larga data, que encuentran en esta nueva versión de la derecha un canal de expresión eventual. Pero seguramente otra parte de ese respaldo es circunstancial y depende de la dinámica política y económica del mediano plazo. Y también, agreguemos, de cuánto es posible negar las enseñanzas de una historia reciente que nos dicen que ciertos caminos nos llevan al desastre.