La secuencia de esta semana comienza con el veto del presidente Milei al aumento a las jubilaciones y a la emergencia en discapacidad aprobadas en el Congreso semanas atrás y termina con una cadena nacional que dejó la imagen de un gobierno golpeado. El saldo de esa saga es claramente desfavorable para un oficialismo que a diferencia de lo que pasó hace un año empieza a tener problemas para imponer como un sentido común la necesidad del ajuste y la lucha contra el déficit fiscal y para disciplinar a los pedazos del sistema político que venían haciendo de ofi-opositores.
El gobierno acumuló en cuestión de horas vetos sobre temas muy sensibles y represiones a los sujetos más vulnerables que tiene cualquier sociedad; muy probablemente esas acciones representen como ninguna otra la esencia de su proyecto. Del otro lado, gran parte de los sectores agredidos por el experimento libertario volvieron a demostrar que la ofensiva que sufren por parte del bloque dominante no se da en tierra arrasada. Solo entre martes y jueves las calles de la Ciudad de Buenos Aires alojaron sucesivas protestas de personas con discapacidad, jubilados, científicos, cartoneros y trabajadores de diversas ramas. Mientras tanto, en todo el país se vienen sumando conflictos por el cierre de empresas y hay paros docentes en siete provincias.
La derrota que el oficialismo sufrió el miércoles en la Cámara de Diputados, donde perdió doce votaciones, era impensable hasta hace muy poco tiempo. Como venimos previendo desde esta columna, el Congreso podía volverse un terreno más hostil para el Ejecutivo si el nivel de respaldo social a Milei caía significativamente o si una buena parte de las fuerzas provinciales y los gobernadores dialoguistas no llegaban a acuerdos con el mileismo en sus distritos para las elecciones de medio término. Finalmente pasó más lo segundo que lo primero. Es cierto que La Libertad Avanza se deglutió al PRO y cerró acuerdos con los gobernadores radicales de Chaco y Mendoza, pero es igual de cierto que sectores del PRO y de la UCR terminaron confluyendo con el peronismo cordobés en el espacio Provincias Unidas. Ese hecho no plantea de antemano una derrota para el Gobierno en todas las votaciones que tendrán lugar en el ámbito legislativo, aunque sí permite vislumbrar un nuevo escenario que llegó para quedarse, por lo menos hasta octubre.
Del lado del mileismo las pocas “buenas noticias” vinieron del frente financiero y cambiario. El FMI volvió a ratificar su apoyo incondicional y habilitó el desembolso de otros dos mil millones de dólares que estaba previsto, a pesar de que el Gobierno incumplió las metas de acumulación de reservas. Esa señal, sumada al efecto que tuvo el alza en la tasa de interés aplacaron la subida en el precio del dólar que por ahora quedó contenido por debajo de los simbólicos $1400, que establecen el techo de la banda de la supuesta flotación cambiaria fijada. De esta manera, el relanzamiento de la bicicleta financiera que vuelven a aprovechar los capitales especulativos aparece como la contracara de la fuerte sangría en las reservas del Banco Central que se dio en el último mes y el aumento de precios que seguramente se notará en los índices de inflación de julio y agosto.
En este marco, podemos resaltar algo que no es ni más ni menos que un dato de la coyuntura: el mileismo atraviesa un momento de claro desgaste y fragilidad, que va más allá de la situación de la oposición y de las opciones políticas existentes. Con un modelo económico que no da respuestas a las mayorías que ven empeorar sus condiciones de vida, parece quedar cada vez más en evidencia que el costo de haber logrado controlar la inflación ha sido demasiado alto. Los vetos efectuados y prometidos por el Gobierno muestran a las claras que ese resultado depende de mantener aplanados salarios y jubilaciones y de seguir ajustando el gasto público en salud, educación, cuidados e infraestructura. Lo mismo ocurre con las bondades de sostener un dólar barato a costa de multiplicar el endeudamiento que hipoteca el futuro del país, mientras se celebra obscenamente las ventajas concedidas a los sectores más pudientes (como ocurrió en estos días con la baja de retenciones al agro),
En ese marco vale preguntarse: ¿le alcanza al mileismo con un 3% de inflación mensual y una buena dosis de antiperonismo para obtener el aval electoral que a su vez le permita avanzar con la reestructuración de la sociedad argentina que se propone? Lo que hasta hace apenas un mes parecía una afirmación, hoy debe ponerse en signos de interrogación. En los tiempos que corren eso ya es bastante.