Política Nov 2, 2025

El rescate menos pensado

Está claro que la elección del domingo 26 ha sentado las bases para un relanzamiento del gobierno de Milei. Sin embargo, una lectura adecuada de lo que pasó en las urnas es clave para ponderar en su justa medida fortalezas y debilidades.
Docente e investigador UBA/UNLPam y conductor de FMI (FM La Tribu)
Foto: Nicolás Suárez | La Nación

Algunas cosas pueden formularse con cierta claridad y contundencia, mientras que otras son más bien hipótesis a partir de los resultados de las elecciones de medio término. En ese punto adelantamos algo: el mileismo no es solo la unificación del antiperonismo, sino que expresa un imaginario que a su vez es producto de cambios sociales profundos y de mediano plazo. Como parte de ese ejercicio de análisis elemental y necesario, acá proponemos cinco grandes nudos. 

1. Un Gobierno en crisis fue rescatado por un 40% de los votantes

Empecemos por lo obvio. La crisis del mileismo no fue un espejismo ni una exageración del antimileismo. De hecho, el resultado sorprendió al propio oficialismo. En todo caso, la combinatoria de desastre económico, acusaciones de corrupción, narco-escándalo y pérdida de aliados en el sistema político no se tradujo en una ola de castigo masivo. La hipótesis de un oficialismo nacional sacando una cantidad de votos más cercana al tercio del electorado, reproduciendo escenarios como el de las PASO de 2019 o de las provinciales bonaerenses de septiembre, era una hipótesis válida. Ahora hay que ver porqué estuvo lejos de constatarse.  

El 40% que acompañó a La Libertad Avanza dice muchas cosas. Entre ellas, que existe un bloque social cimentado en una identidad política histórica como el “antiperonismo”, pero también organizado en torno a ciertos valores y aspiraciones. Ahí se combina el deseo por ver desaparecer a esa experiencia percibida como responsable de todos los males, con un imaginario que enaltece la realización personal desde una óptica meritocrática, que asume la competencia como lógica transversal a todas las dimensiones de la vida social y le da una importancia central a la participación en circuitos de consumo cada vez más globalizados.   

De paso, quedó demostrado una vez más que el discurso anticorrupción y republicanista es solo una máscara flexible del anti-igualitarismo que prima como núcleo duro de ese colectivo social. 

2. El mileismo activó el temor al vacío, pero también le dio un sentido al sacrificio

Se habló bastante en estos días respecto del temor al “lunes negro” y como la intervención del Gobierno estadounidense y sus condicionamientos operaron como una extorsión. En síntesis, mucha gente que podría haberse volcado a otra opción no peronista o no yendo a votar, terminó votando a La Libertad Avanza por temor al caos.

Menos se habló de cómo una vez corrido Espert, el oficialismo encontró un relato para hacer campaña casi en soledad. Aunque sumido en una crisis profunda encontró, por un lado, una consigna clara que reactivaba el fantasma del Gobierno del Frente de Todos: “La Libertad Avanza o Argentina retrocede”. Y, por otro lado, incorporó la razón de ser para la segunda mitad de su gestión: las reformas laboral y tributaria. 

Así, la voz amenazante de Trump no trabajó en el vacío y se articuló con otros sentidos que le dieron razones al sacrificio realizado (algo doblemente importante para alguien que no quiere reconocer que se equivocó totalmente al votar a Milei en 2023) y una mínima hoja de ruta para adelante. 

3. Seguimos en el plano de las minorías intensas

Por un lado, la foto de la elección habla de una paridad entre mileismo y antimileismo. Los datos a favor del mileismo, en todo caso, son haber logrado este resultado en un contexto de crisis y desilusión, y la tendencia de atracción hacia el polo ganador que una victoria de este calibre suele generar. 

Por otro lado, la sorpresa por el resultado opacó, en gran medida, un dato significativo: la participación electoral en las elecciones del domingo fue del 67,85%, la más baja desde el retorno a la democracia en 1983.

Para comparar: en 2021, en el último tramo de la pandemia, se registró una participación del 71% y en 2001, en plena crisis de representación, un 75%. Evidentemente, estamos ante un fenómeno al que hay que prestarle atención.

En ese sentido, vale agregar que si en 2017 el oficialismo obtuvo un resultado similar al logrado ahora por La Libertad Avanza, el respaldo fue cuantitativamente más relevante ya que aquel 41% logrado por Cambiemos fue con una participación del 77%. Aunque no relativiza ni el significado del triunfo ni la distancia con el resto de las listas, ante la baja participación, es importante tener en cuenta que ahora La Libertad Avanza tuvo el respaldo del 26% de las personas habilitadas para votar. 

4. La derrota de Provincias Unidas implica la vuelta al colaboracionismo de 2024 

Antes que nada, el fracaso de una variante centrista puede ser una buena noticia a mediano plazo para la construcción de una alternativa popular al mileismo. No obstante, ocurre lo contrario en lo inmediato. 

Los magros resultados de los oficialismos provinciales que integraron Provincias Unidas explican la configuración de un Congreso que será mucho más afín al mileismo de lo que fue hasta ahora. Y, al menos en el corto plazo, todos dejarán atrás el tono opositor de los últimos meses y volverán al colaboracionismo que predominó en 2024. 

A su vez, la derrota de Provincias Unidas habla del modo en que se dirimió la disputa por el voto antiperonista y hasta qué punto se impuso en ese sector importante de ese espectro la necesidad de rescatar al Gobierno nacional. A mediano plazo, en algunos casos, se puede prever una integración total, en otros algún esquema de convivencia y en otros es de esperar algún momento de confrontación para lograr la supervivencia. A priori, todo parece indicar que esas variantes dependerán más que nada de la estrategia libertaria.   

5. La derrota del peronismo es más política que electoral

En primer lugar, volvemos sobre algo que dijimos varias veces en este panorama. El peronismo, principal fuerza opositora por lejos, no propuso una campaña propiamente dicha y esperó el derrumbe del oficialismo. El efecto podía haber sido nulo electoralmente, pero hubiera servido para no relajar al voto propio, para prepararse para un escenario poco favorable y hasta para evitar pases de factura posteriores. 

En segundo lugar, el resultado reabre el internismo y, al mismo tiempo, vuelve urgente una resolución. Obviamente, la referencia de Axel Kicillof y su posible candidatura presidencial sufrieron un golpe duro. Aunque ahí se sostiene una paradoja: no parece existir hoy una opción mejor posicionada dentro del panperonismo y, sin embargo, el cristinismo ya advirtió que no solo tiene otro plan, sino que hará lo posible por debilitar las posibilidades del Gobernador bonaerense.

Dicho todo esto, puede ser más justo y más efectivo pensar en una crisis política que incluye al peronismo, pero que va más allá y abarca a todo el campo nacional popular y a las izquierdas en sus vectores culturales, sociales e intelectuales.

No obstante, hay tareas específicas. El peronismo tendrá que hacer ahora lo que no pudo o no quiso hacer en estos dos años. Es difícil pensar en reconstruir una mayoría social sin poner palabras al trauma que supone el Gobierno frentetodista y sin generar una agenda alternativa que tenga en cuenta las transformaciones que vive la sociedad y muestre una perspectiva superadora ante el desastre económico y social de Milei. En todo caso, será de ese proceso que emerjerán los liderazgos que tengan que emerger. 

Se trata de una tarea difícil, pero imprescindible. Y que no puede depender exclusivamente de los núcleos dirigentes actuales. Una búsqueda que tiene por delante muchos interrogantes y al menos una certeza: en política no se trata de ocupar el centro del espectro, sino de ganar el centro de la escena. Y eso no se logra sin respuestas que debiliten al adversario y sin proponer caminos y horizontes que sean asumidos como mejores y deseables por una gran parte de la sociedad. 

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