Política Nov 10, 2025

Avanzando entre escombros

Cambios en el gabinete, sostenimiento de la política cambiaria y la reforma laboral como punta de lanza. El gobierno retoma la ofensiva.
Docente e investigador UBA/UNLPam y conductor de FMI (FM La Tribu)

Pasada la sorpresa y los análisis acerca de los resultados de la elección del 26 de octubre, durante la última semana el mileismo empezó a normalizar la nueva etapa alimentando la imagen de un triunfo avasallante. 

Por un lado, el presidente Javier Milei volvió a denostar a Mauricio Macri y el Gobierno adelantó los cambios en el gabinete que previó para diciembre. El nombramiento de Manuel Adorni como jefe de Gabinete, habla más de la resolución de la interna y de la revalidación del papel de conducción de Karina Milei. La designación de Diego Santilli al frente del Ministerio del Interior da cuenta de la impronta más activa hacia los gobernadores. Pero, sobre todo, el Gobierno retomó la iniciativa discursiva y parlamentaria. 

La punta de lanza es la tan mentada reforma laboral, que el Ejecutivo promete además tener aprobada en una de las cámaras del Congreso antes de fin de año. Los argumentos referidos a que una mayor flexibilización de las condiciones laborales se traducirá en más y mejor empleo no se condicen con lo que pasó en el país en los últimos 35 años. Sin embargo, esa iniciativa tiene para el mileismo un doble plusvalor. En lo inmediato recrea la épica anti casta tan cara al momento de emergencia de Milei. Como dijo Sturzenegger, esa reforma apunta a tirar abajo “privilegios de un grupo selecto”. Y, a mediano plazo, la reforma laboral a la que apunta el oficialismo tendrá un efecto disciplinador sobre los sectores que cuentan con condiciones más favorables para la organización y la acción colectiva.      

A esto hay que sumar la actitud de los gobernadores que hasta el 26 de octubre confrontaron con Milei, incluyendo varios peronistas que ganaron en sus provincias. Desde el cordobés Martín Llaryora hasta el catamarqueño Raúl Jalil se anotaron en las primeras visitas al flamante ministro del Interior y en general saludaron las reformas impulsadas por el oficialismo. En el medio, apostarán, como ya intentaron en otros momentos, a quedarse con algunos recursos mientras negocian no solo cómo moverse respecto a esas iniciativas, sino también de cara a la discusión del presupuesto 2026 que se sigue tratando en el Congreso. 

Y por qué no, el perfil del nuevo triunvirato de la CGT y el tono inicial también alimentan la idea de que Milei está muy fortalecido y que será mejor negociar que confrontar. 

En este marco, el Gobierno salió a ratificar su política cambiaria, cosa que en este caso es más crucial ya que –como bien sabemos– ocupa el núcleo de su estrategia para contener la inflación (junto con el ancla salarial y el ajuste fiscal). Las declaraciones del presidente y los primeros movimientos, hablan de un esquema de dólar barato que no se toca y de que la vía deseada para sostenerlo seguirá siendo el endeudamiento. Si la relación de máxima subordinación a Estados Unidos puede prever una situación controlada por la asistencia garantizada de Trump, no pasa lo mismo con el futuro de una economía que acelera la destrucción de puestos de trabajo, incrementa el consumo de productos y servicios importados y no para de drenar divisas. Solo por dar tres datos de una economía que está en recesión desde marzo: en octubre cayó el nivel de empleo privado y también la cantidad de monotributistas; se llegó, en menos de dos años, a un nivel inédito de consumo de bienes importados del 35% (para tener una idea en el menemismo no llegaba al 30%); y el déficit comercial con Brasil pasó en un año de 175 millones de dólares a 5000 mil millones. 

Solo en ese contexto se pueden entender cabalmente las declaraciones del CEO de Mercado Libre Argentina, Juan Martín de la Serna, reclamando regulaciones para sus competidores chinos, porque ponen en juego el futuro de las pymes y el empleo local, además de la rentabilidad de su empresa, claro está. 

Es difícil pensar en una respuesta rápida a este relanzamiento mileista que provenga de un peronismo golpeado y con una interna kirchnerista vitalizada. Ese estado de situación no permite ni generar una estrategia unificada para enfrentar la avanzada gubernamental y empresarial, ni salir a relativizar el apoyo logrado por un oficialismo que fue avalado en las urnas por el 26% del padrón ni para intentar capitalizar como campo popular triunfos sectoriales como el del personal del Garrahan. 

No obstante, nada parece indicar que el mileismo no tenga que vérselas en los próximos meses con los síntomas recurrentes de la crisis larvada que su política genera inevitablemente en la sociedad argentina. Y mucho menos que los sectores agredidos y perjudicados por esa avanzada regresiva queden relegados a un papel de víctimas y observadores. Eso sí, estos tiempos no parecen ser ni para moderados ni para los contorsionistas. Si cabe alguna duda, basta con googlear Nueva York, y preguntarse ¿qué hay de nuevo, viejo?

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