En los últimos diez días la coyuntura parece desenvolverse por dos carriles que a simple vista aparecen paralelos. En un primer plano aparecen todas las derivaciones de la condena judicial a Cristina y en un segundo se suceden las acciones de un Gobierno que está llevando al país a una nueva sobredosis de endeudamiento.
Si nos enfocamos en el “carril Cristina”, es posible dejar planteadas algunas valoraciones generales y un puñado de conclusiones, que en gran medida permiten vislumbrar ciertos escenarios posibles de acá en adelante.
El proceso de movilización que se dio una vez conocida la sentencia de la Corte Suprema, ratifica la caracterización de que estamos ante una avanzada reaccionaria que busca imponer sin mediaciones las reglas del capital y disciplinar fuertemente al movimiento popular, pero que no logra imponer un escenario de tierra arrasada o de derrota estratégica. También hay que decir que la reacción popular de respaldo a la ex presidenta no se dio en el vacío y que es parte de una serie de resistencias que con sus puntos bajos y altos nunca dejó de darse desde diciembre de 2023.
En ese marco, una primera conclusión es que el bloque de poder comandado por el gran capital e integrado por fracciones del sistema político, del Poder Judicial y de los grandes medios de comunicación perdió toda expectativa seria respecto de la democracia liberal y sus instituciones. Si en los ´90 el modelo chileno representaba para los sectores dominantes el horizonte deseable, con su mezcla de estabilidad institucional, alternancia partidaria y consenso neoliberal incuestionado, ahora lo que aparece como referencia es el caso peruano. Un modelo que combina un Poder Judicial fuerte, con un sistema político débil y fragmentado, trabajadores ultra precarizados, represión sistemática, y una economía primarizada y abierta.
La segunda conclusión es que, si la condena de la Corte representa un salto cualitativo en dicha ofensiva –que va más allá del experimento mileista y lleva más de una década–, la movilización de los días posteriores demuestra la voluntad de resistencia de los agredidos y, sobre todo, la vigencia de la figura de Cristina como referencia política. Sobre esto último vale agregar dos cosas: era algo que no estaba del todo claro de antemano y que, aunque no desborde, al menos por ahora, el terreno de los “propios” no deja de ser fundamental para la dinámica política actual. A su vez, el movimiento que se terminó materializando tuvo mucho que ver con el tono general y el contenido del discurso de la propia Cristina. Por un lado, fortaleza y cero victimización y por otro un desplazamiento rápido que fue de la denuncia a los responsables de su persecución judicial a poner el centro en la responsabilidad del Gobierno de Milei respecto de las penurias actuales. Desplazamiento que completó con la mención de una vuelta próxima al gobierno, lo que a su vez coloca el horizonte más en el futuro que en el pasado.
Una tercera conclusión es que en el peronismo se abren, al menos, dos debates. Uno respecto de la institucionalidad democrático burguesa. Fueron varias las voces que en estos días hablaron de la necesidad de pensar en un retorno al poder del Estado de la mano de una “reforma constitucional” o de “un Decreto 70 de este lado”, otros hablaron de un programa radical (por la profundidad) al estilo del programa del Frente Justicialista de Liberación (Frejuli) de 1973. Debate que no es otra cosa que un modo de volver sobre el balance del ciclo que va de los gobiernos kirchneristas a la emergencia del mileismo y que tiene al encarcelamiento de Cristina como elemento ineludible.
El otro debate que se abre en el peronismo es más obvio y hace a cómo interpretar el momento actual y puntualmente el rol de la ex presidenta. Por un lado, parece más claro que se empieza a dejar atrás un momento regido por la hipótesis del perfil bajo hasta que el modelo mileista se resquebraje por sus propias inconsistencias. Por otro, más allá de la unión defensiva de estos días, no está resuelto si la interpretación que primará del apoyo callejero se traducirá en un nuevo llamado a obedecer su voz de mando o si habrá lugar para un tipo de conducción más colectiva que reconozca el peso específico, no solo de los distintos sectores, sino también de otros liderazgos y referencias. Cuestión fundamental si se tiene en cuenta que la fortaleza demostrada por la figura de Cristina tiene una debilidad de origen dada por su actual proscripción.
Mientras tanto en el carril del Gobierno, la calma que podría derivarse de los resultados en materia inflacionaria o en los niveles del precio del dólar, no se condice con las acciones que siguen mostrando una preocupación constante por el ingreso de dólares y una pulsión irrefrenable por el endeudamiento. El 1,5% de inflación de mayo y el dólar a menos de $1200 se contrapone a los nuevos bonos emitidos para inversores extranjeros y bancos, con altísimas tasas de interés y varios de ellos con contraprestaciones en dólares. Un esquema que evidencia la incapacidad de la economía local para generar dólares genuinos y el agujero generado por la salida constante por turismo y consumo, y el incremento incesante de los recursos que el Estado argentino destina mes a mes para pagar los intereses de su deuda externa.
El otro gran dato de la semana tuvo que ver con la situación del mercado de trabajo. En el primer trimestre del año subió la desocupación y, sobre todo, se consolida la tendencia a la precarización del empleo. Hay que destacar que la informalidad llegó al 42% y que en algunos centros urbanos, como el Conurbano bonaerense y el Gran Córdoba, el desempleo roza el 10%. En pocas palabras: en un año y medio y habiendo implementado una buena cantidad de desregulaciones, el Gobierno de Milei no sumó un solo puesto de trabajo.
Así y todo, todo parece indicar que el Gobierno llegará a octubre en condiciones de obtener un fuerte respaldo. ¿La receta? Mucho de inflación aplacada y consumo importado gracias al FMI y al endeudamiento brutal. Una pisca nada despreciable de represión sistemática y muchos años de demonización y guerra judicial contra el kirchnerismo y los movimientos populares. Una cosa más: los errores de cálculo y la desmoralización en el campo adversario lo han ayudado y siguen haciéndolo. Tal vez, los cambios que puedan darse en este último ingrediente hagan que uno y otro carril dejen de correr en paralelo en el corto plazo.