La vorágine de la actualidad argentina implica un ejercicio de reconstrucción permanente y también un esfuerzo por no naturalizar ciertos hechos que hasta hace muy poco tiempo hubieran parecido totalmente irrealizables. Entre ellos, la deriva de los modelos de país a los que se ve arrastrada la sociedad a causa del experimento libertario llevado a cabo desde hace veintidós meses.
Como venimos destacando en este panorama, el factor decisivo de la coyuntura es el fracaso del esquema económico implementado por el gobierno de ultra derecha y la aceleración de su descomposición política. En solo una semana se sucedieron tres escenas que resumen muy bien ese cuadro:
La primera, el domingo 5 de octubre José Luis Espert renunció a su candidatura a Diputado Nacional. Hasta ese momento, Javier Milei lo había sostenido a pesar de las evidencias de los vínculos que tenía con el narcotraficante Federico Machado. Quien, dicho sea de paso, fue finalmente extraditado a Estados Unidos después de tres años. Fuentes periodísticas de diverso color coincidieron en que en la decisión final respecto de Espert fueron clave las encuestas que mostraron el efecto negativo del narco escándalo en el caudal electoral de La Libertad Avanza, no solo en suelo bonaerense. La actitud poco contemplativa de casi todos los periodistas amigos y la actitud pública de ministros relevantes como Guillermo Francos y Patricia Bullrich, saliéndose a despegar de la postura presidencial, son otros indicadores del desarme político del Gobierno.
La segunda escena, es la del lunes 6 de octubre en el Movistar Arena. La presentación de Milei en modo rockstar buscó reeditar las performances que le dieron notoriedad pública hace un lustro con el objetivo de reactivar la mística comunitaria que, sin dudas, había generado en la campaña de 2023. Sin embargo, la apuesta por volver a recostarse sobre su aspecto bizarro, outsider o, incluso, apelar a su condición de “roto”, no puede generar el mismo efecto a casi dos años de haber asumido la presidencia. Más allá de haber oficiado como una especie de compensación simbólica para un pequeño núcleo de fanáticos, en su gran mayoría varones jóvenes de clase media pauperizada, lo más probable es que esas escenas tan escindidas del descalabro social y económico que vive el país, hayan alimentado el descrédito y la apatía entre los sectores que pasaron de tener esperanza en sus promesas a padecer sus políticas.
En tercer lugar, nos quedan las acciones del Gobierno estadounidense. Por una parte, el Tesoro del país norteamericano intervino el jueves en el mercado cambiario argentino comprando pesos para ayudar a descomprimir la presión alcista hacia el dólar. A su vez, el titular de esa entidad, Scott Bessent, fue la única voz que dio información oficial al respecto. Las principales cabezas del equipo económico argentino cumplieron una semana completa de estadía en Estados Unidos, pero además permanecen en una condición de semi-clandestinidad. La única expresión que se conoció sobre el tema por parte de un funcionario argentino de alto rango en los últimos días vino de parte del jefe de Gabinete, Francos, que dijo que “no cree” que Washington pida una ruptura con China.
Las tres escenas ilustran la crisis en curso y también nos dan pie para hablar de las incertidumbres que están instaladas en el horizonte. Las más concretas y urgentes: ¿qué negoció el mileismo con el Gobierno estadounidense? ¿Hay algo más que un swap y algunas promesas de inversión directa, en caso de pasar la prueba del 26 de octubre? ¿hay un acuerdo que involucre de alguna manera a las fuerzas “centro-colaboracionistas” nucleadas en Provincias Unidas? En esa línea, obviamente sigue teniendo sentido preguntarse por el efecto que tendrá el paso dado por el Gobierno libertario en el comportamiento electoral.
En un segundo nivel, aparecen las incertidumbres de mediano plazo que se vinculan con las consecuencias de fondo: ¿qué nivel de respaldo puede tener una política de subordinación total a Estados Unidos incluso entre las distintas facciones del poder económico? ¿cómo se legitimará una orientación que implica atarse de pies y manos a una economía no complementaria con la argentina y obedecer ciegamente a una potencia en decadencia que pide exclusividad?
Sea como sea, el 27 de octubre se abrirá una nueva etapa en la pesadilla que el experimento libertario representa para la sociedad argentina. Si todo parece indicar que el mileismo saldrá derrotado de la elección de medio término, lo que queda por verse es si la magnitud del golpe neutralizará las posibilidades de un relanzamiento apoyado desde el norte y avalado con la colaboración de muchos sectores que en el último tiempo tuvieron que desmarcarse. Más allá de cualquier poroteo legislativo, ahora pareciera ser eso lo que más se pone en juego el 26 de octubre.