En la última semana de campaña algunos hechos y escenas resultan significativos para ponderar la situación en la que el Gobierno libertario llega a las elecciones de medio término. Elecciones que, vale recordar, el mismo Javier Milei definió inicialmente como un momento decisivo para demostrar el nivel de popularidad de su política de ajuste y que poco tiempo después se convirtió en un episodio casi traumático.
Antes que nada, una valoración general. Vivimos la campaña con menor nivel de actividad militante y con menos debate público de los últimos años. Como ya dijimos en este panorama, por un lado, es comprensible la táctica de una parte de la oposición que eligió el perfil bajo ante la crisis creciente del mileismo. Sin embargo, pensándolo en función del mediano plazo y desde el punto de vista de la crisis de iniciativa que sufren las fuerzas populares –al menos– desde 2019, es un hecho alarmante. El experimento libertario no solo va a dejar una economía devastada, también tendrá efectos negativos a nivel de la subjetividad y de la trama organizativa contra la que hay que luchar a conciencia.
Ahora sí, la primera escena que oficia de indicador relevante para analizar la fase en la que se encuentra la crisis del oficialismo es una que se dio en el programa de Luis Majul en La Nación+. Al comenzar la semana, el conductor advirtió que Milei había suspendido la entrevista que habían pautado y dijo que entendía la decisión para evitar cualquier pregunta que pudiera incomodar al presidente. El miércoles, el vocero Manuel Adorni se hizo presente en el estudio y en medio de un clima bastante tenso explicó que Milei no le temía a ninguna pregunta, pero tenía “el cuerpo cansado”.
La segunda imagen que dice muchas cosas de la crisis del gobierno es la renuncia del canciller Gerardo Werthein. El empresario con pasado en el Comité Olímpico ni siquiera esperó al lunes y pegó el portazo luego del bochorno en la Casa Blanca y mientras el Gobierno le entrega el comando de la economía al Tesoro Norteamericano. Lo de Werthein no solo muestra la debilidad de Milei, su salida no es la de un funcionario más dada su pertenencia a un grupo económico local de peso y también por su carácter de socio con Majul en El Observador.
En tercer lugar hay que mirar la entrevista del jueves al ministro de Economía, Luis Caputo, nuevamente en LN+. Con el tono cansino de siempre, Caputo aseguró que el lunes no cambiará nada. Volvió a insistir con las reformas estructurales que pretende imponer el Gobierno, pero sobre todo aseguró que el esquema cambiario de flotación entre bandas seguirá en pie y que está tranquilo con el dólar en $1500.
Es de esperar que un ministro salga a decir una cosa así a pocos días de unos comicios trascendentales. No obstante, mientras esas declaraciones circulan en medios y redes, pasaba algo paradójico con la figura de Caputo. Por una parte, su voz se escucha cada vez menos. La acciones y anuncios que al gobierno le permitieron llegar con sobrevida al 26 de octubre provienen desde hace semanas desde su par estadounidense, Scott Bessent. Incluso no fueron pocos los analistas que descartaban su salida una vez pasadas las elecciones. Al mismo tiempo, Caputo vive un momento de re-empoderamiento. Si su esquema financiero y económico ha tenido resultados indefendibles en todos los niveles, el mileismo parece no tener plan B. Así como en su momento el ministro ofició para un Milei recién electo como una vía de acceso a la llegada de capitales, ahora aparece como el eslabón con el sector del capital financiero anglo-norteamericano que está dispuesto a salvarlo de la debacle total. De hecho, mientras hacía esa entrevista, su colaborador Pablo Quirno asumía como nuevo Canciller y la cúpula del banco de inversión global JP Morgan oficiaba de anfitrión del presidente en suelo argentino.
Una cuarta imagen nos sirve para terminar de pintar el cuadro. Una vez más la manifestación de los miércoles de organizaciones de jubilados frente al Congreso terminó en represión, con un jubilado hospitalizado a causa de los golpes de la policía. A pesar del descrédito creciente, el Gobierno libertario nos recordó que vino a poner orden.
Luego de meses de proyecciones de cara a las elecciones de medio término, llegó el momento de decirlo con toda claridad: el experimento libertario es un fracaso por donde se lo mire. Nada de lo proyectado por Milei y su equipo se constató en la realidad. Ni pedos de buzo, ni salarios creciendo, ni nuevos puestos de trabajo de calidad, ni dólares saliendo por las orejas, ni Argentina potencia. Y si me corren, ni siquiera inflación a la baja.
Para las grandes mayorías, todo lo que venga a partir del lunes será igual o más doloroso que lo que padecido hasta ahora. En cualquier caso, nadie debería sorprenderse por un castigo en las urnas acorde a ese padecimiento.

