Gases, tiros y represión en el centro de la ciudad de Córdoba. Cientos de miles de trabajadores intentan confluir en un acto conjunto en el marco de una huelga general decretada por los principales sindicatos. La columna de trabajadores y trabajadoras de la planta Santa Isabel de la empresa IKA desborda el cordón policial. Cae en el pavimento Máximo Mena, un joven obrero del Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor (SMATA), la primera víctima fatal. Así comenzaba, el 29 de mayo de 1969, uno de los hitos más significativos y de mayor proyección histórica y simbólica de las luchas obreras y populares de la historia argentina: el Cordobazo.
Estudiantes, vecinos y vecinas, sacerdotes tercermundistas, en suma, toda la heterogeneidad del pueblo cordobés irá sumándose, con el correr de las horas, a los obreros y obreras en un mismo grito de bronca largamente contenido durante años y que mantendrá suspendida la ciudad por dos días.
El Cordobazo dio el puntapié inicial para el comienzo de un ciclo de movilizaciones y levantamientos regionales, “los azos”, que durarán hasta 1972. Este, fue un período de puebladas caracterizado por la acción directa y la lucha de masas donde se conjugaron reivindicaciones económicas y políticas marcadas por un fuerte componente antiautoritario contra un régimen dictatorial de la autorproclamada “Revolución Argentina (1966 – 1973) que sofocaba y reprimía todo tipo de protestas y manifestaciones populares.
Existen diversas interpretaciones historiográficas sobre el significado del mayo cordobés, pero lo cierto es que marcó un punto de inflexión para las luchas y resistencias que desde el golpe de Estado contra Juan Domingo Perón en 1955 venían peleando contra los embates de las clases dominantes. Fue un antes y un después porque el Cordobazo significó que el movimiento obrero y los sectores populares retomaran la iniciativa política acelerando y agudizando el acumulado de lucha popular forjado hasta ese entonces y expresado en diversas propuestas políticas programáticas: los programas de La Falda (1957), Huerta Grande (1962) y la CGT de los Argentinos (1968), en cuya redacción participó Rodolfo Walsh. Todos ellos documentos que condensan los momentos de lucha y conciencia revolucionaria más elevados de la clase obrera argentina.
A su vez desató un proceso político que tuvo como consecuencia inmediata la caída del dictador Juan Carlos Onganía y el plan económico de entrega y miseria del todopoderoso ministro de Economía, Adalbert Krieger Vasena. Un proceso que finalmente culminó con la apertura democrática de 1973.
En esos años emergieron situaciones novedosas para la época: obreros y estudiantes confluyendo en las mismas barricadas y dirigentes sindicales clasistas surgidos de la experiencia de trabajadores y trabajadoras, luchando codo a codo con ellos, mientras las cúpulas sindicales “colaboraban” con la dictadura.
La figura de Tosco y el «sindicalismo de liberación»
Entre tanta efervescencia y hartazgo, fue Agustín Tosco de Luz y Fuerza, el dirigente obrero que mejor supo expresar políticamente todo eso que desde abajo empezaba a irrumpir. Sus prácticas antiburocráticas lo convirtieron en un enemigo acérrimo de la burocracia sindical. En ese sentido es recordado su enfrentamiento con José Ignacio Rucci, secretario general de la CGT de aquel entonces, inmortalizado en el famoso debate que tuvo lugar en febrero de 1973 en el programa “Las dos campanas”, conducido por Gerardo Sofovich y emitido por Canal 11.
Asimismo, su vocación frentista, plasmada en la unidad de acción que construyó en Córdoba junto a Atilio López, de la Unión Tranviarios Automotor (UTA) y del peronismo combativo, y Elpidio Torres de SMATA y el peronismo más ortodoxo, hizo de Tosco una figura discutible y cuestionada para las posturas clasistas más puristas.
Sin embargo, su figura se proyecta al presente e interpela sobre cómo construir un nuevo sindicalismo combativo, plural, diverso, democrático y representativo de las bases. Que pueda disputar y luchar contra la burocracia sindical dialoguista y tejer las alianzas tácticas necesarias para enfrentar un régimen político injusto o construir uno más igualitario, sin diluir las diferencias estratégicas en otras ajenas ni perder la autonomía de clase. Todos criterios que el Gringo expresaba en su idea de «sindicalismo de liberación».
Nuestro presente
Hoy el pueblo trabajador enfrenta desafíos y problemas que no existían cinco décadas atrás. La transformación en el mundo del trabajo bajo la hegemonía del capitalismo neoliberal, el fin de los Estados de Bienestar y la descomposición de la sociedad salarial con todo su andamiaje jurídico e institucional que aseguraba derechos, trajo fragmentación y heterogeneidad en la clase obrera actual con altos niveles de precarización e informalidad. Una de las máximas expresiones de esta vulnerabilidad es la economía de plataformas ligada a la ideología emprendedurista en la cual cada trabajador debe generar su propio ingreso porque se supone que ya no hay trabajo seguro para todes.
A este panorama se le suma una exclusión estructural que obligó a trabajadores y trabajadoras a inventarse su propio empleo para subsistir. Lo que se denomina economía social y popular que también dio nacimiento a una gremialidad de nuevo tipo que combina elementos organizativos del sindicalismo tradicional con los de los movimientos sociales.
Así también hoy no es posible construir herramientas gremiales sin incorporar a las mujeres, al colectivo LGTTBIQ+ y a las agendas del sindicalismo feminista y del ambientalismo. Todas cuestiones ineludibles para construir un sindicalismo de liberación en este siglo que defienda el salario y los derechos laborales pero que a la vez luche por la transformación revolucionaria de las condiciones de vida de la clase que vive de su trabajo.
En este sentido, el Cordobazo también interpela sobre la necesidad de construir un imaginario de futuro movilizador que supere el pesimismo que caracteriza al horizonte de sentido de nuestra época para que el enojo y el miedo que genera la crisis civilizatoria que atravesamos no se canalicen en salidas neofascistas.