Gremiales Política Jun 12, 2022

Operación Masacre y los vaivenes de la resistencia obrera

Se cumplió un nuevo aniversario de los fusilamientos cometidos por la dictadura antiperonista en 1956, un año que marcó el comienzo de una progresiva radicalidad política de la clase trabajadora argentina con propuestas programáticas todavía vigentes.
Sociólogo e integrante de la Escuela de Salud y Ambientalismo Popular

“Me llamo Julio Troxler. Volví pensando encontrar algún compañero. No encontré a nadie. No había nada que hacer. Estaban todos muertos. Me fui. Después supe que no era el único sobreviviente”. Así finaliza la primera escena del film Operación Masacre realizado clandestinamente por Jorge Cedrón en 1971 con guión escrito por Rodolfo Walsh, autor del libro que lleva el mismo nombre de la película, publicado en 1957, y que inmortalizó este caso en una magistral obra periodística y literaria. 

Troxler era un militante peronista revolucionario, sobreviviente de la masacre, que actúa de sí mismo mientras su relato en off narra con precisión los crímenes cometidos por la autodenominada «Revolución Libertadora» aquel 9 de junio de 1956 en los basurales de José León Suárez. Un año antes, el 16 de septiembre de 1955, las Fuerzas Armadas derrocaron al presidente democrático Juan Domingo Perón. Previamente habían bombardeado la Plaza de Mayo en junio de ese mismo año dejando un saldo de 300 muertos y más de 600 heridos. 

Una vez más se desataba sobre el pueblo el odio eterno de una clase dominante que prefirió siempre el dinero a dirigir una nación. El antiperonismo comenzaba a gobernar proscribiendo al movimiento popular más grande del país durante 18 años y buscando implementar una redistribución regresiva de los ingresos con una virulenta ofensiva patronal. 

Es en este contexto que comienza a formarse la resistencia peronista desde las bases obreras. Primero de forma clandestina, para luego ir asumiendo mayores niveles de organicidad y radicalidad política sobre todo a partir de los años sesenta con la influencia de la Revolución Cubana en el continente y los movimientos de liberación nacional del Tercer Mundo. 

La trayectoria política de Troxler, como también la de Walsh y tantos otros militantes y protagonistas de aquella época, describe a su vez el movimiento de una parte importante de la clase trabajadora argentina. Un recorrido que comenzó en los cincuenta con la resistencia a la dictadura de Pedro Eugenio Aramburu y el almirante Isaac Rojas, con la lucha por las conquistas sociales arrebatadas y por la vuelta de su líder político para luego intentar construir en los setenta la Patria Socialista conjugando peronismo y revolución. Un proyecto que tuvo su punto más alto de masividad precisamente en los años en que se filmó Operación Masacre.

Este proceso no hubiese sido posible sin aquellos primeros actos clandestinos de resistencia contra un régimen que ejerció toda su violencia física y simbólica para poner fin al empoderamiento político y social de los trabajadores y trabajadoras. Al punto de pretender desperonizar el país por decreto tal como ocurrió con el 4161 que prohibía mencionar a Perón y exhibir los símbolos del justicialismo. Sin embargo, el efecto fue el contrario y la identidad peronista se terminó reforzando mucho más. 

Fueron los caños en las fábricas y los boicots a la producción de estos años los primeros pasos de la resistencia popular. Y también lo fue el levantamiento cívico-militar que intentaron llevar a cabo los generales Valle y Tanco esa fatídica noche de junio de 1956. La misma en la que un grupo de civiles se juntaban en el gran Buenos Aires con la excusa de escuchar la pelea de Eduardo Lausse en el Luna Park para poder oír la proclama que los militares alzados habían preparado. Lo hacían sin saber que horas más tarde se enfrentarían al horror.

En la proclama que se pretendía difundir se leía: “Como responsables de este Movimiento de Recuperación Nacional, integrado por las Fuerzas Armadas y por la inmensa mayoría del pueblo -del que provienen y al que sirven- declaramos solemnemente que no nos guía otro propósito que el de restablecer la soberanía popular, esencia de nuestras instituciones democráticas, y arrancar a la Nación del caos y la anarquía a que ha sido llevada por una minoría despótica encaramada y sostenida por el terror y la violencia en el poder”.

Un año después, Perón desde el exilio nombró como su delegado personal a John William Cooke. La resistencia comenzaba a organizarse en todos los frentes. De este clima de lucha en ascenso surge el programa de La Falda a partir de un plenario de delegados regionales de la CGT y de las 62 Organizaciones que tuvo lugar en Córdoba. 

Un documento histórico de la clase obrera argentina que planteaba cosas como: el control estatal del comercio exterior; la liquidación de los monopolios extranjeros de importación y exportación; el control obrero de la producción y la distribución de la riqueza nacional; la participación de los trabajadores en la dirección de empresas públicas y privadas, entre otras medidas tendientes a transformar estructuralmente al país con justicia social y soberanía política y económica. En la misma sintonía , pocos años después tendrá lugar el programa de Huerta Grande (1962) y el de la CGT de los argentinos (1968). 

“La unidad exige un claro propósito y una estrategia común variada en su aplicación pero no aguada por malabarismos palabreros. Es, a nuestro juicio, lo mínimo que podemos ofrecer a los pueblos de América Latina», decía en ese entonces Cooke, palabras que reflejan una actualidad asombrosa.

Julio Troxler

Décadas después, Troxler finalmente fue fusilado por el terrorismo paraestatal. Su pertenencia a “la tendencia”, como se denominaban a los sectores revolucionarios del peronismo en los setenta, lo llevaron a ocupar la sub jefatura de la Policía Bonaerense bajo la gobernación de Oscar Bidegain durante la breve presidencia de Héctor Cámpora en 1973. Desde allí pudo ver los hilos que comenzaban a tejer y estructurar la Alianza Anticomunista Argentina, conocida luego como la Triple A. Una banda paraestatal que anticipó el genocidio que vino pocos años después asesinando dirigentes políticos, sindicalistas, abogados y militantes. 

El movimiento ya no era el mismo, su líder tampoco y la unidad de lucha de los primeros años de la resistencia apenas un recuerdo que se diluía en el enfrentamiento entre la burocracia sindical y la juventud revolucionaria.

Así fue que el 20 de septiembre de 1974, mientras se dirigía a la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires donde se desempeñaba como subdirector del Instituto de Estudios Criminalísticos -luego del cierre del diario Noticias donde trabajó como jefe de seguridad- Troxler fue abordado por un Peugeot 504 color negro con cuatro hombres en el interior que se lo llevaron a Barracas.

Frente a un paredón de ladrillos que limitaba con un terraplén del Ferrocarril Roca, en el pasaje Coronel Rico, lo hicieron bajar maniatado y los fusilaron con ráfagas de ametralladora. Esa misma tarde la Triple A emitió un comunicado: “La lista sigue. Murió Troxler y el próximo, para rimar, será Sandler”, en referencia al diputado Héctor Sandler quien tuvo que dormir en el Congreso de la Nación junto a su esposa para salvar su vida.

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