En los últimos días desde el Ministerio de Economía se informó que se proyecta una inflación de “hasta” el 62% para 2022. Número que incluso podría quedarse corto pero ya de por sí sería el índice más alto desde la hiperinflación de fines de los ‘80 y principios de los ‘90.
Martín Schorr, magíster en Sociología Económica, doctor en Ciencias Sociales e investigador del CONICET, intenta analizar las razones de este incremento de precios más allá de la expresión abstracta de que se trata de un “fenómeno multicausal”. Además cuestiona que se aplique un recetario “ortodoxo” ligado al ajuste y el enfriamiento de la economía.
Finalmente pone en cuestión el “mandato exportador” que si bien estaba claramente representado por la figura del ex ministro Matías Kulfas, considera que es un rumbo estratégico adoptado por el gobierno de Alberto Fernández. Desde su punto de vista, cuando el comercio exterior está en manos de “unidades económicas altamente transnacionalizadas” resulta “muy discutible que ese modelo resuelva los problemas de restricción externa”.
– ¿Cómo ves el momento económico del país y cómo evaluás la orientación que se da el gobierno del Frente de Todos en este sentido?
– Dos cosas: una más de coyuntura y otra más estructural. En el plano de la coyuntura, muy mal. La situación económica está complicadísima y hay dos o tres cuestiones que son claves. El tema de las divisas; el tema cambiario; y sobre todo la inflación con lo que implicó de deterioro del poder adquisitivo y la transferencia de ingresos de los trabajadores al capital.
El gobierno no sé si es condicionado, más bien diría que no tiene tanta voluntad para avanzar en herramientas claves como las retenciones o de mínima cupos a la exportación de ciertos productos. Ahí hay un tema crítico. Un poco porque asumen el recetario de la ortodoxia en términos de manejo de la inflación que tiene que ver con bajar el nivel de actividad vía la tasa de interés. Y eso a su vez es funcional a hacer un poco más razonable el escenario de divisas.
En el plano más estructural me parece que hay un rumbo trazado que es el de, llamémosle, «honrar la deuda». Y para eso el despliegue de lo que nosotros llamamos el mandato exportador. Un modelo muy ligado a la inserción a partir de producción primaria, ventajas comparativas, que desde mí punto de vista adolece de un montón de problemas. Pone a la distribución del ingreso no como un punto de partida o como una variable independiente del esquema económico, sino como punto de llegada de un modelo de crecimiento traccionado por exportaciones. Eso también es bastante preocupante.
– Paradójicamente, uno de los exponentes más coherentes con esta mirada que describís era el ex ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, que por razones extra económicas fue eyectado del gabinete.
– Desde el punto de vista del manejo inflacionario me parece que está más alineado con lo que es el Ministerio de Economía. Pero en lo que respecta al rumbo estratégico, al mandato exportador, claramente estaba enarbolado detrás de la figura de Kulfas.
Ese es un modelo muy discutible desde el punto de vista de la propia caracterización. Esta idea de que para redistribuir lo mejor que se puede hacer es un modelo económico traccionado por exportaciones. Ahí hay un montón de elementos a tener en cuenta: quienes exportan en Argentina y qué se exporta desde Argentina, para saber si es un modelo viable para sostener un formato de crecimiento económico fuerte.
Cómo gran parte de lo que se exporta está controlado por unidades económicas altamente transnacionalizadas también es muy discutible que ese modelo resuelva los problemas de restricción externa. Ahí le podemos sumar la cuestión de todas las crisis, desde el punto de vista ambiental, que disparan las producciones primarias y tenés un combo que por lo menos genera dudas e interrogantes sobre sí es el mejor modelo viable para Argentina.
Hace ya 50 o 60 años Aldo Ferrer decía que al modelo de las ventajas comparativas le sobraban dos tercios de la población. Con lo cual ahí hay una asignatura pendiente que ha tenido este gobierno y con la salida de Kulfas en todo caso se abre un escenario de cierta disputa pero -por lo menos hasta ahora- no de cuestionamiento de este rumbo estratégico.
– Volviendo al tema de la inflación la pregunta coloquial sería si alguien tiene idea en este país de cómo se lidia con este tema. Pero más allá de la definición genérica y abstracta de que es un fenómeno multicausal, en este proceso inflacionario en particular ¿cuáles considerás que son los factores o el factor de mayor incidencia?
– Vos lo dijiste, es multicausal y esto no implica lavarse las manos de la respuesta. En la coyuntura actual me parece que es bastante claro que el problema tiene que ver con dos cosas. Una es lo que se llama la inflación importada, que en el caso argentino a partir de la invasión rusa en Ucrania juega muy fuerte por el lado de los alimentos y la energía. Pero también y fundamentalmente en el plano interno, son los grandes formadores de precios tanto en el espacio productivo como en la gran comercialización minorista.
Ahí hay un tema que no se está discutiendo y creo que es central. Porque la inflación importada la podés morigerar con retenciones, con cupos, no hay mucha discrepancia en términos de lo que se podría hacer pero no se está haciendo. En cambio en el plano de los grandes formadores de precios hay mucho por hacer, centralmente tres cosas.
La primera tiene que ver con la política desrregulatoria de los ’90 que retiró al Estado de la capacidad de intervenir sobre complejos productivos con un alto grado de oligopolio. Eso no se restableció, entonces hoy se puede tener una cierta estrategia de control de precios sentándose a negociar con las grandes empresas, pero después no hay herramientas fuertes como para regular o intervenir sobre la forma en que esas empresas condicionan a sus proveedores, etc.
En segundo lugar, Argentina tiene herramientas disponibles como es el marco normativo antimonopólico y de defensa de la competencia que se aplica muy poco. Por ese lado hay mucho para hacer sobre todo en el control de lo que se llaman “prácticas abusivas”. No resuelve la inflación pero es una herramienta regulatoria fuerte.
Y el tercer elemento que me parece interesantísimo es el de las empresas públicas de alimentos. En este formato de, no una gran empresa a nivel nacional, pero sí a niveles provinciales.
En la medida que el Estado produce alimentos tenés un doble beneficio en el combate a la inflación. Por un lado le garantizas a los proveedores de materia prima -micro, pequeños y medianos- un precio justo y razonable que hoy los oligopolios no le pagan. Pero además tenés la posibilidad de llevar alimentos baratos a la gente por la vía de la cadena de comercialización controlada por el emprendimiento público.
Estos elementos no están formando parte de la discusión y vemos que lamentablemente el escenario está ganado por dos tipos de argumentos. El enfoque monetario, que plantea que para bajar la inflación hay que sacar pesos de circulación y para eso hay que subir la tasa de interés; perdiendo de vista que ese es un modelo que va a morigerar la inflación por la vía de la destrucción de la actividad económica.
Y la otra línea principal que es muy preocupante, que no está solo en algunos sectores del gobierno sino también en buena parte de la oposición, es que lo que explica la inflación es la puja distributiva, centralmente los reclamos salariales. Como que una forma de contener el aumento de precios es sacar el pie del acelerador en temas de recomposición salarial cuando el salario no para de caer desde 2015 en adelante, con lo cual está claro que no va por ahí.
– Mencionábas la inflación a nivel mundial, el tema de la guerra ¿pensás que estamos ante el inicio de una recesión a nivel global?
– Yo no soy un especialista en el tema, pero creo que a nivel global hay un consenso muy importante de que se camina a un escenario de estanflación. De cierto estancamiento económico con inflación, algo que a un país como Argentina con todos los problemas de crecimiento y distribución del ingreso que tiene, le va a jugar en contra.
Pero a la vez, creo que ese escenario abre una perspectiva interesante para discutir a nivel interno. Lo que está claro es que sí el mundo camina para ahí, el mandato exportador es limitado. Entonces invita a pensar esquemas alternativos de crecimiento.
Se puede empezar a discutir por un lado si la distribución del ingreso tiene que ser el punto de llegada o un punto de partida. Creo que ahí hay mucho para hacer, sobre todo cuando a nivel mundial está en el centro de la discusión el tema de la desigualdad.
Y el otro tema es el de la política industrial y en ese marco la discusión de sí se puede o no pensar en un nuevo formato de intervención estatal. Sí algo habilitó la pandemia es que fueron puestos en cuestión los recetarios viejos donde no se podía hacer nada en términos de apoyo fiscal, políticas productivas, focalizar parte de la acumulación en los mercados internos atendiendo la problemática de la desigualdad. Hoy las principales economías, para salvarse, los tiraron a la basura y están caminando sobre modelos con más intervencionismo, que habilita el gasto público con un sentido contracíclico, de transferencia de ingresos.
Con lo cual el escenario es bastante preocupante pero hay una ventana de oportunidad que me parece que si se dieran ciertas discusiones sería muy bueno que aprovechemos.
– Hace algunas décadas largas parecen mucho más constreñidas las condiciones para reconstruir el pacto entre el capital y el trabajo del Estado benefactor que en algún momento produjo procesos crecientes de acumulación del capital, aumento de la productivdad, pero también de los salarios reales. Y en términos de coyuntura, las condiciones de Argentina hoy parecen ser distintas a las que habilitaron el ciclo kirchnerista y están bastante limitadas. Algo que vos decís recurrentemente es que los grandes grupos tienen una capacidad de veto importante para detener cualquier proceso redistributivo y en nuestro país no hay burguesía nacional aunque haya empresarios argentinos. Considerando esto ¿qué escenario ves vos que no nos lleve al fatalismo neoliberal y a pensar el sujeto que pueda impulsar una alternativa?
– Lo primero es lo que hablábamos sobre si la distribución del ingreso es variable dependiente o independiente. Para mí tiene que ser punto de partida. Ahí la cuestión de la reforma impositiva y fiscal, desde cómo el Estado interviene y sus prioridades me parece clave.
Ahora, una estrategia de redistribución si no va acompañada de una política industrial que le mejore la competitividad o productividad a los sectores de la burguesía más anclados en el mercado interno, es un tema crítico. No veo hoy en el espacio de la heterodoxia sectores o fracciones sociales que estén impulsando esta discusión de la política industrial.
Y ahí hay dos elementos adicionales. Uno es dejar de creer que la sustitución de importaciones, son propuestas de política de la década del ’60 del siglo pasado. Hay todo un desafío por delante. Argentina no es Colombia, Ecuador, Venezuela, Chile o Uruguay que no tienen una base industrial como para llevar adelante una estrategia en ese sentido.
El otro tema es que creo que hay margen y necesidad de volver a discutir el rol del Estado. Con propuestas más maximalistas que tienen que ver con, por ejemplo, esto de las empresas públicas de alimentos, pero también con todos los criterios regulatorios.
Dicho esto, está claro que nada se puede lograr sin base social y construcción política detrás. Ahí está mí pesimismo. No veo hoy sectores ni sociales ni políticos, salvo algunos muy puntuales y minoritarios, que estén pensando en la construcción de estos modelos alternativos.
Por eso no creo que el problema sea técnico, sino político y la debilidad del campo popular para anclar políticamente una alianza social que lleve adelante este tipo de planteos. Sino, la capacidad de veto que hay del otro lado que tiene que ver con presionarte con la formación de precios, las corridas, etc. es muy fuerte, por eso la salida es política.
Creo sí que, paradojalmente, la situación complicadísima que abrió la pandemia provocó una transformación en la lógica de intervención de los Estados. Ahí hay mucho margen de acción y Argentina con este mandato exportador no aprovechó.