Política Jun 26, 2022

Pensar la escuela técnica: ideas y ejes para la construcción de una agenda

En el marco del debate abierto sobre las pasantías laborales para estudiantes en la Ciudad de Buenos Aires, resulta necesario abordar la especificidad de instituciones educativas que siempre tuvieron vinculación con el mundo del trabajo.
Docente en la Escuela Técnica e integrante de Futura-Laboratorio de Ideas | Equipo de Educación

Hace algunas semanas, desde Primera Línea, se propuso abrir una discusión sobre el tríptico educación, empleo y sociedad. La propuesta contiene una modalidad de debate alejada de las disputas diarias que protagonizamos con el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. El cambio de ritmo y temporalidad ayudan a construir campos de discusión que soporten los embates de la ministra de Educación, Soledad Acuña y, al mismo tiempo, nutran un hilo de ideas entretejido con la polifonía de los distintos sectores sociales, gremiales y políticos que sostenemos otro modelo educativo.

En primer lugar, es importante especificar algunas particularidades de la educación técnico profesional. Por un lado, la discusión en torno al perfil de les egresades y su inserción en el mundo del trabajo tiene un fuerte peso intersectorial ya que se asocia de manera íntima con el modelo de país, con la estructura productiva y con las aspiraciones de desarrollo estratégico de ciertas ramas industriales. Es decir, los consensos y lineamientos educativos surgen del diálogo entre gobierno, sindicatos y representantes del sector público y privado de la producción. Sin embargo, dicho diálogo no es ajeno ni al modo de acumulación de capital ni a la fisonomía del mercado laboral. Es por eso que, para pensar la escuela técnica, se debe realizar una caracterización de la matriz productiva argentina, las orientaciones económico-políticas que hegemonizan y regulan el mercado laboral, y los programas que enarbolan los actores políticos participantes.

En segundo lugar, resulta pertinente incorporar en la discusión el tipo de relación que se establece entre el mercado laboral, los perfiles de egresades y los sectores industriales; como así también, problematizar el rol que debe jugar el Estado para que la inserción de estudiantes técnicos responda a políticas públicas y no a la demanda y/o exigencias de expresiones patronales y cámaras empresariales basadas en el abaratamiento de costos, descualificación de les egresades y salarios bajos. Por otro lado, consignar el carácter federal y la pertinente incorporación de las economías regionales que debe tener cualquier propuesta técnico profesional. Es decir, cualquier iniciativa jurisdiccional debe partir de un marco nacional y de una orientación que busque construir una matriz productiva soberana, independiente y al servicio de un programa redistributivo, equitativo y garante de derechos laborales.

Por último, subrayar que en Argentina existen ramas productivas con un alto desarrollo estratégico (telecomunicaciones, biotecnología, energías renovables, industria de la informática) y especialidades técnico profesionales (computación, electrónica, construcciones, alimentación, automotriz, etc.) que podrían robustecer apuestas políticas con perspectiva sustentable y criterios que privilegien el ámbito social, la dimensión económico-política y el ambiente.

Pasantías y prácticas profesionalizantes

En la modalidad técnico-profesional, las Prácticas Profesionalizantes son la figura y la propuesta pedagógica que articula educación y mundo del trabajo. La misma, tiene una normativa específica que sintetiza el perfil profesional de les egresades con el desempeño de les estudiantes en el ámbito laboral. Es decir, la escuela y el plan de estudios son las bases que deben configurar dicha relación y no la lógica mercantil del actual mercado laboral. 

Es por eso que la mediación y dirección intersectorial debe responder a políticas públicas y no a las demandas de cámaras empresariales que, en muchos casos, promueven pasantías que nada tienen que ver con la formación técnica y profesional de les estudiantes.  En otras palabras, la acreditación, promoción y evaluación deben estar atadas a criterios nacionales y federales que coloquen en el centro del debate las posibilidades de fortalecer y/o crear ramas productivas estratégicas para transformar la estructura productiva y la calidad de vida de los y las trabajadoras argentinas. A modo de ejemplo, podemos mencionar  proyectos tecnológicos y prácticas profesionalizantes de especialidades como construcciones o informática vinculadas a los problemas habitacionales de las poblaciones vulneradas y a experiencias pedagógicas ancladas en la soberanía tecnológica.     

Por otro lado, necesitamos proponer alternativas a las proyecciones del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y evitar que las prácticas profesionalizantes se construyan desde lógicas empresariales que promueven la reproducción de las condiciones sociales de partida de cada estudiante y profundizan las desigualdades de clase, género y hábitat. Asimismo, la promoción del modelo de pasantías deja de lado todo tipo de cualificación y formación de les egresades de las escuelas técnicas. Son casi inexistentes las coincidencias entre los intereses y objetivos del actual mundo del trabajo y el sistema educativo. En efecto, mientras que el mercado laboral actual se encuentra configurado en torno a criterios que privilegian modos de contratación cercanos a la precarización laboral y a la inestabilidad laboral, la escuela debe promover la puesta en valor de las capacidades y formación técnica, como así también el aporte a sectores estratégicos y consolidación de políticas públicas equitativas y transformadoras.

Por último, es importante remarcar que la educación técnico profesional debe pensarse en relación con el mundo del trabajo pero desde premisas que pongan el foco en las tendencias y características concretas del tipo de vínculo que se propone desde el mercado laboral y desde el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. De esa forma, podremos pautar ejes que nos permitan avanzar en la elaboración de propuestas alternativas donde se privilegie el papel que puede jugar la escuela técnica en el fortalecimiento de áreas de producción estratégica, en la promoción de prácticas profesionalizantes orientadas a resolver problemas sociales como la salud, el hábitat y la crisis ambiental, cómo así también fortalecer áreas de producción claves que habiliten, por ejemplo, la soberanía tecnológica.

En función de aportar al debate planteado acerca de educación-trabajo-sociedad, y al calor de la experiencia de la educación técnica, cabe entonces preguntarnos ¿es posible avanzar hacia un modelo de vinculación de esos tres elementos en el ámbito de nuestra Ciudad que recupere lo mejor de esa experiencia? 

Sin dudas nos animamos a decir que sí, pero que solo podrá ser posible en el marco de políticas nacionales que acompañen y de una correlación de fuerzas favorable a este proyecto en el ámbito distrital. Desde nuestro lugar, podemos aportar con vocación política, políticas serias y organización, a ello.


  • Maxi Urso es docente en la Escuela Técnica de Villa Lugano (UBA), la Universidad Pedagógica Nacional (UNIPE) y la Escuela de Maestrxs. Además es afiliado a la Unión de Trabajadores de la Educación (UTE) y parte del Equipo de Educación de Futura-Laboratorio de Ideas

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