El primer jueves de diciembre de 1976, Delia Giovanola se acercó por primera vez a la Plaza de Mayo ante la desaparición de su hijo y su nuera. Se sumó a la ronda que empezaban a formar las madres que buscaban a sus hijas e hijos desaparecidos. Desde entonces -mucho antes de que las madres fueran las Madres y las abuelas, Abuelas-, las rondas se convirtieron para Delia en una cita de honor.
Con el transcurso de la lucha, otros momentos fueron adquiriendo el mismo carácter honorífico: las marchas del 24 de marzo, las lecturas de sentencia y, por supuesto, las restituciones. Sin embargo, lejos de la formalidad que podría suponerse frente a situaciones de estas caraterísticas, Delia siempre fue una persona alegre, divertida, ocurrente y perspicaz: así enfrentó, también, su lucha.
El 27 de octubre de 2020 comenzó la instancia de debate oral y público del juicio por los delitos cometidos en el Pozo de Banfield, el Pozo de Quilmes y la Brigada de Investigaciones de Avellaneda, “El Infierno”. La causa, que tuvo su primera elevación a juicio en abril de 2012, es llevada por el Tribunal Oral Federal (TOF) 1 de La Plata integrado por Walter Venditti, Esteban Rodríguez Eggers y Ricardo Basilico.
El proceso judicial popularmente conocido como “Las Brigadas” sentó en el banquillo de los acusados a 18 represores por los tormentos cometidos contra 442 víctimas, entre las que se encuentran 18 embarazadas y siete niñes nacidos durante el cautiverio de sus madres. Si bien las audiencias han permitido la declaración de numeroses testigues y la posibilidad de incorporar un nuevo caso a partir de uno de estos testimonios (de una nueva mujer embarazada de la cual hasta el momento se desconocía su paso por el Pozo de Quilmes y la posibilidad de su embarazo), a veintiún meses, la causa aún se encuentra en etapa testimonial.
En la audiencia N° 27, celebrada el 18 de mayo de 2021, Delia Giovanola declaró por la desaparición de su hijo Jorge Ogando, su nuera Stella Maris Montesano y su nieto nacido en cautiverio, Martín Ogando Montesano. Allí habló de la desaparición de “los chicos” como solía referirse a su único hijo y su nuera.
Al terminar el liceo militar Jorge se casó con Stella Maris, quien había sido alumna particular de Delia. Ambos militaban en el Partido Revolucionario de los Trabajadores – Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP) y a mediados de 1973 tuvieron a su primera hija, Virginia. El 16 de octubre de 1976 fueron secuestrados en La Plata. Él era en ese entonces trabajador del Banco Provincia y ella se encontraba embarazada de ocho meses.
A partir de entonces, Delia se hizo cargo de la crianza de Virginia al tiempo que emprendió la búsqueda del resto de su familia. A pesar del trabajo que implicaba cuidar a su pequeña nieta, los jueves se hacía presente en la Plaza para encontrarse con otras Madres, sostenerse, darse el brazo y redactar los primeros hábeas corpus.
Estaba presente cuando se propuso que quienes tuvieran hijas o nueras embarazadas salieran de la ronda para identificarse. Desde entonces, Delia se convirtió en una de las doce fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo. También estuvo presente cuando la Plaza de Mayo se colmó de medios internacionales en plena Guerra de Malvinas. Ese día Delia había ido con Virginia, que era solo una niña, pero volvió indignada a su casa en San Martín. Entonces buscó un papel o una cartulina para escribir algo. Lo que encontró a mano fue una bandeja de confitería. Recortó el borde con volados hasta quedarse con la parte plana de cartón. Al jueves siguiente, en la ronda, todos los fotógrafos se posaron en el cartel que sostenía con determinación: “Las Malvinas son argentinas, los desaparecidos también”.
Delia luchó incansablemente junto a las Abuelas por la restitución de todes les nietes apropiades. Cuando Virginia cumplió 18 años se sumó también a la búsqueda de su hermano Martín y trabajó en el mismo banco que su papá.
En 2015 un joven se acercó a Abuelas con dudas sobre su identidad. Como vivía en el exterior, se extrajo sangre a través del Consulado argentino en su país. Al poco tiempo pudo saber que era hijo de Jorge Ogando y Stella Maris Montesano, y que tenía una abuela que lo había buscado toda su vida. Su hermana Virginia había fallecido pocos años antes de su restitución.
Desde el comienzo Delia y Martín construyeron una amorosa relación. En la conferencia de prensa de la restitución, la abuela contó que el mismo día que Martín se enteró de la noticia conversó con él por teléfono. Entre chistes, festejó y extendió la sonrisa con las manos, porque de tanta alegría ya no entraba en su cara. Abuela y nieto tejieron un vínculo cercano y cotidiano.
Martín nació el 5 de diciembre de 1976 en el Pozo de Banfield, donde se encontraba secuestrada su madre. Después de dar a luz, Stella Maris fue llevada al Pozo de Quilmes. Luego de su restitución, declaró por primera vez en el Juicio Brigadas; lo hizo de manera virtual en la audiencia siguiente a la de su abuela Delia. Así, Martín narró su historia, su crianza con sus “padres adoptivos” y la búsqueda de su identidad. Su caso se suma al de otres jóvenes involucrades en la causa: Carlos D’Elía Casco, Victoria Moyano Artigas, Carmen Gallo Sanz, María José Lavalle Lemos, Victoria Petrakos Castellini (quien todavía está siendo buscada), y Teresa Laborde, hija de la sobreviviente Adriana Calvo.
Al terminar su declaración, María Lavalle (hermana de María José Lavalle Lemos, nieta restituida en 1988) se dirigió directamente al Tribunal exigiendo mayor celeridad del proceso judicial: “Todo este proceso judicial fue muy largo, demasiado largo, muchas demoras, mucha dilación y eso lo que hizo es que sea muy injusto… todo este acto de justicia. Y lo que de alguna manera solicito es que lo que esté dentro de sus posibilidades hagan lo mínimo para que sea un poco más justo”.
Las palabras de María son parte del reclamo histórico de las Abuelas de Plaza de Mayo y del conjunto de los organismos de Derechos Humanos. Pero con el correr del tiempo, sumado a que la pandemia impuso que las causas continuaran sin la compañía del público en la sala, sus palabras cobran especial relevancia. El pasado 2 de julio, Miguel Etchecolatz murió sin recibir condena por los crímenes cometidos en el Pozo de Banfield, Quilmes y el Infierno de Avellaneda.
El lunes 18 de julio Delia falleció a sus 96 años. En medio de la tristeza van apareciendo las sonrisas cada vez que alguien que tuvo el privilegio de conocerla recuerda una anécdota. Y aparece de nuevo lo que Delia nos transmitió el último 24 de marzo.
¿Cuáles son nuestras citas de honor? Para quienes crecimos convencides de que cada 24, cada 16 de septiembre, cada 10 de diciembre (y el calendario podría seguir y seguir) son una cita con la historia, las palabras de Delia nos atraviesan y nos devuelven al presente. Es un honor retomar sus banderas y continuar su lucha. Y siguiendo su ejemplo, frente a las más difíciles, estar en ronda, con perspicacia y alegría. Para mantener su memoria encendida.