El 24 de noviembre del año pasado un cohete Falcon 9 de la empresa de Elon Musk despegó desde California llevando a bordo una diminuta sonda espacial. Nueve meses después esa sonda se estrelló y… ¿todos celebraron? Hoy les voy a contar una historia de dinosaurios, sondas kamikaze y ciencia.
Hace unos 65 millones de años un meteorito de aproximadamente 11 kilómetros de diámetro impactó en la península de Yucatán. Este fenómeno fue devastador para la vida en nuestro planeta. Los dinosaurios, amos y señores de aquel entonces, vieron su ecosistema destruído y sus vidas cambiaron para siempre. Los que lograron adaptarse llegaron al día de hoy en forma de aves, pero muchas especies quedaron en el camino.
Con el paso del tiempo, los nuevos seres que reinan el planeta dominaron la energía química que viene de los fósiles de estos dinosaurios de antaño. La usamos para generar electricidad, para transportarnos por aire, tierra y mar. Y también para lanzar cohetes.
Las ironías del destino nos permiten ser testigos de esta venganza interplanetaria. Y es que estamos utilizando restos ultraprocesados de dinosaurio para ir a golpear ni más ni menos a un asteroide tal como el que los mató hace tanto tiempo.
La misión en cuestión se llama Double Asteroid Redirection Test (DART) o Ensayo de Redirección de Asteroide Binario. El objetivo de la misma es impactar contra un asteroide para luego observar si la colisión logró moverlo de su órbita y qué tanto.
El asteroide elegido como víctima se llama Dimorphos y se trata de una diminuta piedra de unos 170 metros de diámetro. El motivo de su elección obedece una serie de criterios. Primero y principal es que Dimorphos a su vez orbita otro asteroide mayor llamado Didymos. Esto en la jerga se conoce como sistema binario. Cada doce horas Dimorphos da una vuelta alrededor de Didymos y opaca su luz por breves momentos. Este efecto se puede observar con telescopios terrestres y permite calcular su órbita antes y después del impacto para observar cambios.
Otro motivo que hace a Dimorphos un candidato ideal como diana es que se encuentra a “nada más” que once millones de kilómetros de nuestro planeta. Esta distancia que parece monstruosa, en términos astronómicos es manejable. Se trata de un objeto que está a unas 28 veces la distancia a nuestra Luna y cuya demora en comunicarse ida y vuelta es apenas mayor a un minuto.
Finalmente, el hecho de que Dimorphos sea un asteroide pequeño favorece las chances de que el impacto genere un cambio de órbita más fácilmente apreciable.
La sonda DART a su vez cuenta con una hermana menor llamada LICIACube. Es una minúscula nave que se desprendió de DART unas dos semanas antes del impacto y nos permitió obtener espectaculares tomas del mismo en tercera persona.
Y hablando del impacto en sí, la transmisión fue realmente espectacular. Es que la sonda DART estuvo enviando imágenes en vivo de su aproximación a Dimorphos. Al comienzo el asteroide no era más que un pequeño píxel. A medida que pasaban los minutos la pantalla se fue tornando gris y en los últimos segundos se pudo apreciar el detalle de las distintas formaciones en la superficie… hasta que la nave se estrelló fatídicamente.
Es curioso que la mayoría de las misiones espaciales son diseñadas para funcionar durante años y a veces hasta décadas. La selección de qué componentes electrónicos usar se hace muy conservadoramente, prefiriendo siempre usar sistemas ya probados y confiables que aseguren no tener sobresaltos más adelante.
En este caso, la misión tenía una duración planeada de menos de un año. Gracias a esto se tomaron algunas decisiones de diseño más arriesgadas como el uso de mejores paneles solares, sistemas de comunicación por radio más potentes y un sistema de propulsión iónico.
Si bien las redes sociales se llenaron de referencias al cine catástrofe y la posibilidad de un asteroide que nos matará a todos, la realidad es que Dimorphos nunca supuso ni supondrá amenaza alguna para nuestro querido planeta. La misión DART no es ni más ni menos que la primera vez que estamos ensayando como humanidad un mecanismo para defendernos en caso de que algún asteroide venga a terminar lo que empezaron hace 65 millones de años.
Con tanta noticia descorazonadora de cómo rompemos nuestro planeta, es interesante pensar que como humanidad estamos finalmente usando la tecnología para preservarlo no sólo para nosotros sino para todas las especies que lo habitan. Esperemos nunca tener que usarla en una situación de vida o muerte, pero quizás esta noche podremos dormir un poco más tranquilos.