El mundo Política Mar 11, 2023

Breves (y urgentes) notas sobre el ludismo

Se cumple el aniversario de un movimiento que, lejos de impulsar una rebelión de desesperados, marcó el principio de una incipiente conciencia de clase.

Un 11 de marzo, pero de 1811, estalló la primera rebelión ludita en Nottingham, Inglaterra. La destrucción de maquinaria como forma de protesta no era algo nuevo, sino que ya se venía desarrollando desde hacía algunas décadas al compás del incipiente proceso de industrialización.

Esta acción no respondía a un “terror” a la tecnología, sino que era una forma de protesta que tenía bastante que ver con las nociones de la economía moral de la época, con la protección del oficio artesanal frente al avance de la maquinaria y la grave situación económica generada por la guerra contra la Francia revolucionaria. Si bien hubo varias oleadas de destrucción de maquinarias, la más importante fue la del período 1811–1812, que coincide con una gran carestía generada por este conflicto bélico y por el cierre del mercado americano, lo que impedía la exportación de la producción británica.

Por las noches, luego de enviar cartas amenazadoras a los dueños de las máquinas de tejer (firmadas por el mítico Ned Ludd, un personaje ficticio) los luditas ingresaban a los talleres con las caras embetunadas, armados con “Enoch”, su martillo, y procedían a destruir los telares mecánicos. Poseían un gran nivel organizativo y estaban protegidos por las comunidades y aldeas donde vivían y trabajaban. Para 1812, decían las autoridades británicas, el movimiento había llegado a tal nivel de organización que la situación ameritaba la intervención del ejército inglés para frenarlo, cosa que sucedió. Los cabecillas del movimiento fueron juzgados y condenados a la horca.

Esto último no es menor, ya que como dice George Rudé en La multitud en la historia los contemporáneos al ludismo “se inclinaron a ver en estas actividades designios más profundos y siniestros (…) difícilmente pudieron dejar de asociar la destrucción de maquinarias con los movimientos de reforma política (…) hubo una tendencia a creer que los ludistas estaban realmente dispuestos a derrocar el gobierno por la fuerza”. Los ecos de la “era de la revolución” se sentían en la Inglaterra de finales de siglo XVIII y principios de siglo XIX, donde la difusión del ideario radical y jacobino con la formación de las Sociedades de Correspondencia hacían temer a las clases dominantes un estallido similar al ocurrido en 1789 en Francia.

Aunque en algunos momentos llegó a tener ciertos ribetes “políticos”, con proclamas a favor de “desplazar” al gobierno, sus intenciones y objetivos eran otros. Como nos permite ver la investigación histórica, el ludismo tuvo más que ver con un gesto último cuando las negociaciones no alcanzaban a solucionar los conflictos laborales. No fue un “movimiento desesperado” sino más bien una de las primeras muestras del desarrollo de una incipiente conciencia de clase entre los trabajadores ingleses y claro, también entre la burguesía y la aristocracia, quienes se unieron para defender sus intereses ante lo que sentían como una amenaza a sus ganancias.

El movimiento ludita fue eliminado casi de raíz hacia finales de la década de 1810. Pasó a la historia como una rebelión de desesperados sin ningún tipo de organización ni eje rector. Sin embargo, autores como Hobsbawm, Rudé o Thompson permitieron recobrar el sentido de sus acciones, las nociones morales que las orientaron y las causas y consecuencias de las mismas. Aportaron a rescatar su praxis de la “enorme condescencia de la posteridad”. Sus acciones, distintas a nuestras formas actuales de lucha y organización, nos siguen inquietando en un mundo donde la tecnología y las maquinarias colonizan más y más nuestra cotidianeidad. En las acciones, cartas y canciones firmadas por Ned Ludd, quizás, podamos encontrar un espejo donde mirarnos, un reflejo de un pasado que nos sigue interpelando, un eco de tiempos pretéritos de hombres y mujeres que reclamaron una vida que valga la pena ser vivida.

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