Política May 8, 2023

¿Cuáles son las chances de que Javier Milei sea presidente?

La Libertad Avanza mide 30 puntos, dijeron dos encuestadoras en abril. Pero los números no se condicen con el desagregado por provincia. Mucho menos si se analizan trayectorias y estructuras que van más allá del AMBA.
Abogado laboralista

El ejercicio es bastante elemental. Se trata de calcular cuánto mide Javier Milei, pero sin creerle a las encuestas. Con matemática, con historia, con cálculos estructurales; entender hasta dónde la amenaza es real y hasta dónde representa una expresión acechante pero lateral.

Dos expresidentes, Cristina Kirchner y Mauricio Macri, se refirieron al líder de La Libertad Avanza como a un peligro más concreto que potencial, y las encuestas azuzan en sintonía. Para ambos, por lo ideológico o por lo táctico, el ascenso de Milei incomoda tanto como no lo había hecho ninguna otra tercera fuerza en los últimos veinte años. Tal vez con una única excepción: Sergio Massa.

El líder del Frente Renovador incomodó al Frente para la Victoria entre 2013 y 2015, no sólo por su irrupción discursiva, sino por su capacidad de hacer pie entre el electorado peronista, en particular en las secciones primera y tercera de la provincia de Buenos Aires. Allí el massismo había ganado con solvencia las elecciones legislativas de 2013, pero llegó tercero –cómodo– a la ejecutiva de 2015.

Ese octubre Sergio Massa cosechó el 21% de los votos como candidato a presidente, con buenos desempeños en provincia de Buenos Aires (22%), Capital Federal (15%), Córdoba (20%), Entre Ríos (20%), Tucumán (21%) y Santa Fe (25%). Pero a excepción de Tucumán, en todos esos distritos hoy Milei mide menos que aquel Massa en intención de voto.

Lo cual no implica que el escenario no pueda cambiar, pero si los datos provinciales arrojan guarismos tan modestos, es difícil pensar que hoy Milei tenga un piso de 25 puntos a nivel nacional como señalan las encuestadoras Management & Fit, Synopsis, Zuban Córdoba y Opinaia.

La estructura

En marzo de 2015, Mauricio Macri alquiló por un módico precio la red de fiscales y dirigentes locales de la UCR, y eso facilitó su ascenso nacional. Un camino parecido al que hizo Massa al asociarse con el salteño Gustavo Sáenz y con el cordobés José Manuel de la Sota. El truco es bastante viejo, pero rinde todavía para quienes no tienen estructura en todas las provincias.

Milei, por lo pronto, ensaya lo mismo con las familias Menem y Bussi en La Rioja y Tucumán, pero no se extiende mucho más. Tanto que días atrás debió explicitar su carencia de candidatos propios en San Juan, Salta, La Pampa, Misiones, Jujuy, Corrientes, Santa Fe, Mendoza y Córdoba. Es decir, en un tercio del padrón nacional.

La dispersión electoral opositora existente entre 2003 y 2015 facilitaba la recolección de dirigentes provinciales, y en buena medida de ellos se nutrieron los armados de Macri y de Massa. Algo similar a lo que sucedió en 2009, cuando Francisco De Narváez ganó en la provincia de Buenos Aires. Ese antecedente suele citarse en el entorno de Milei como ejemplo de armados endebles pero exitosos, aunque en realidad funciona como ejemplo de la necesidad de una estructura consolidada: De Narváez ganó aquella vez secundado por Felipe Solá, que había sido gobernador hasta dos años antes, y por Mauricio Macri, que gobernaba ya la ciudad de Buenos Aires.

Lo cierto es que la conformación en 2019 de las dos grandes coaliciones actuales dejó pocas lagunas donde pescar. No existen segundas o terceras fuerzas provinciales capaces de sostener a un candidato nacional, ni dirigentes de fuste que no hayan recalado ya en Juntos por el Cambio o en el Frente de Todos. No hay dirigentes como Solá o De la Sota sueltos, capaces de embarcarse en una aventura así.

Hoy por hoy, Milei -su intención de voto, su nivel de conocimiento, su persuasión- se sostiene exclusivamente por su figura y por nada más. Por ello sería raro que pudiese sortear, por ejemplo, un desafío elemental que descubrió Elisa Carrió en 2007: la dificultad para sostener la competitividad en un país que vota con boleta de papel en 100 mil mesas al mismo tiempo repartidas en más de 15 mil establecimientos.

La historia

Siempre hay una primera vez, se dirá, y es cierto. Pero las chances de un batacazo de Milei en las próximas presidenciales se fundan más en el contexto global de irrupción de liderazgos de extrema derecha que en los antecedentes locales.

Desde 1983, en Argentina hubo dos aventuras presidencialistas más o menos serias por parte de aspirantes de derecha sin estructura nacional. El primero fue Álvaro Alsogaray, candidato de la Ucedé, que obtuvo el 7% de los votos en 1989. El segundo fue Domingo Cavallo, en 1999, que superó apenas el 10%. Con un dato elocuente: ninguno de los dos fue capaz de imponerse en siquiera una provincia.

Esa tendencia tal vez podría cambiar con Javier Milei. Hace dos meses se publicó una encuesta de CB Consultora que aseguraba que La Libertad Avanza está primera en preferencia entre los mendocinos. Sería, por ahora, la única victoria distrital.

En ese marco, no parece razonable reparar en los recientes resultados provinciales en Río Negro (9%), Neuquén (8%) y La Rioja (15%), porque el nombre de Milei no figuraba en la boleta. Pero sí destacar que el candidato presidencial, incluso en las encuestas más auspiciosas, se ubica lejos en la Capital Federal y en las provincias de Buenos Aires y Santa Fe, que reúnen el 50% del padrón nacional.

En el caso puntual de la provincia de Buenos Aires, todos los presidentes que ganaron en primera vuelta consiguieron allí al menos el 45% de los votos y quienes lo hicieron tras acceder a una segunda vuelta, no menos del 26%. Hoy Javier Milei mide allí unos 10 puntos menos en promedio.

En cualquier caso, falta todavía un largo tramo hasta las elecciones generales y habrá que ver qué efecto causan la economía y las primarias. Nadie podría arriesgar un resultado, pero faltan elementos para considerar seriamente que hoy -promediando mayo- el escenario electoral esté dividido en tres tercios similares, con Milei cerca de entrar a un ballotage.

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