El mundo Política Abr 9, 2024

EE.UU. vs China: una pelea que llegó hasta Ushuaia

El anuncio del presidente Javier Milei de la instalación de una base militar estadounidense en la ciudad más austral del mundo se inscribe en una disputa geopolítica global.
Periodista de política internacional, conductor de Ballotrash y delegado sindical en Diario Popular

“Las fuerzas del cielo” han acordado la defensa contra “el maligno”. Aunque dicho así parezca un enunciado esotérico, rayano a lo absurdo, ambas caracterizaciones fueron explícitas y su sentido metafórico ha acompañado uno de los despliegues militares más grandes de la historia. La construcción de una base naval integral estadounidense en Ushuaia que anunció el presidente argentino, Javier Milei, durante la visita de la jefa del Comando Sur de los Estados Unidos, Laura Richardson, es un capítulo más de una estrategia nacida casi un siglo atrás que ha llevado al país norteamericano a tener cientos de instalaciones militares fuera de sus fronteras. Desde el “triángulo del Litio” hasta el punto más austral, ahora el Sur del “patio trasero” pone los cimientos para lo que será la número 76 en Latinoamérica.       

El tema vuelve a estar en boga por el anuncio, pero hay dos constantes que se sostienen cada vez que alguien dedica un rato a la temática: cada vez son menos las personas que creen que las posiciones militares extramuros de Estados Unidos son para luchar contra el terrorismo y el narcotráfico; y el número de instalaciones aumenta año a año.

En su libro Nación base: cómo las bases militares estadounidenses en el extranjero dañan a Estados Unidos y al mundo (2015), el activista por la Coalición para Realinear y Cerrar las Bases Militares de Ultramar y profesor de la American University of Washington, David Vine, estimaba en 750 las desplegadas en todo el mundo. Actualmente se calcula que existen 800 y, en virtud de los últimos anuncios, la tendencia no parece declinar. 

Lo que nació como una estrategia de contención política y militar diseñada por George Kennan para asfixiar a la Unión Soviética, hoy está destinada con exclusividad a China, el nuevo maligno.   

Vengo a proponerles un dueño

“Quiero anunciar una nueva doctrina de política exterior para Argentina. Definir alianzas estratégicas es un elemento central de una política exterior inteligente. Pero estas alianzas no pueden estar basadas simplemente en intereses económicos, tienen que estar ancladas en una visión común del mundo”, afirmó Milei durante el anuncio, luego de que sonara dos veces el himno de los Estados Unidos de América. 

Ahí es donde entra en cuestión “el maligno” que Richardson nombró hasta el hartazgo en su exposición ante la Cámara de Representantes de su país. Y, así como el más débil es Clarín, el maligno es China. 

“Me parece que es parte de la jerga con la cual está extendiéndose las ultraderechas para construir distintos enemigos. Para Milei puede ser desde el Papa hasta cualquier gobierno que plantee cualquier regulación de la economía; para él es socialista y lo enmarca en una lectura más propia de la Guerra Fría que de la actualidad”, explicó el historiador e investigador del Conicet, autor de Nuestra América frente a la Doctrina Monroe, Leandro Morgenfeld. “Hace por lo menos veinte años que estamos en una transición en la que el mundo es más multipolar y Estados Unidos no acepta eso, entonces la construcción de los adversarios como enemigos, como el mal, como otro eje del mal como dijera George Bush hijo, tiene que ver con la justificación ideológica de algo que tiene que ver con sus intereses políticos y económicos”, añadió.

Y el maligno, que viene acechando al patio trasero del imperio desde que le compraba la soja a la oligarquía agroganadera argentina para alimentar sus chanchos a principios de los 2000, ahora instaló una estación de observación y estudio del espacio en Neuquén, además de realizar inversiones en materia de infraestructura y comercio. Pero si la respuesta a la iniciativa espacial fue el Centro de Operación y Coordinación de Emergencias que el Departamento de Defensa financió para Mauricio Macri, tal vez la nueva instalación pueda explicarse a partir de la intención de China de construir un puerto también en Tierra del Fuego. El bien y el mal, las bases militares y los puertos. Allí donde algunos ven un alineamiento, subordinación y pérdida de la soberanía, las fuerzas del cielo ven “una visión común del mundo”. 

De esta manera, EE.UU. pone un pie cerca de la Antártida, luego de haber apoyado un codo en la Hidrovía, todo con los ojos puestos en lo que la misma Richardson denominó “el triángulo del Litio”. “Yo diría que estamos con una competencia estratégica en el hemisferio occidental con la República Popular China. Para ver el aumento de inversión en el comercio, China pasó de 18.000 millones en 2002 a más de 450.000 millones hoy (enero 2023) y está en camino a que crezca hasta más de 750.000 millones en un futuro cercano. Tenemos mucho que hacer, esta región importa, tiene mucho que ver con la seguridad nacional y tenemos que intensificar nuestro juego”, aseguró la jefa del Comando Sur.

“Estados Unidos está perdiendo la carrera por el desarrollo económico y productivo con China, se está quedando rezagado. Es la explicación de por qué ajusta el músculo militar. Siguen teniendo una primacía militar y una capacidad de presión política y diplomática indiscutible, y es por eso que ellos aprietan en lo que conocen como el patio trasero. China es el primero o segundo socio comercial en la región y, como en el caso de Argentina, también un prestamista, que superó a otros organismos dominados por Estados Unidos, como el FMI”, afirmó Morgenfeld.    

Latam US Force’s

Ni las bases, ni la presencia militar norteamericana son exclusivas de Europa y Asia. África tiene las suyas y en América Latina, por supuesto, también las hay. Tal vez la más significativa sea Guantánamo, en Cuba, donde Washington puso un pie durante la guerra contra los españoles y nunca lo sacó. Pero está lejos de ser el único territorio cedido a las fuerzas estadounidenses. 

Son 76 las posiciones militares plantadas del Río Bravo hacia abajo, repartidas entre bases de operaciones (tienen un valor de más de 10 millones de dólares, cuentan con más de 200 soldados y están bajo la órbita del Departamento de Defensa), bases pequeñas (valen menos de 10 millones y pueden ser de gestión conjunta con el país), y bases financiadas (pertenecen al país y suelen ser centros de capacitación e instrucción). Estas últimas son las más comunes. Pero fuera de esta clasificación, año a año se denuncian instalaciones no declaradas que las embajadas niegan sistemáticamente. 

Honduras es el país con más instalaciones militares, con nueve. Lo siguen Belice y Guatemala, con ocho; Panamá, con seis; con cinco vienen Perú, El Salvador, Costa Rica y Colombia; Nicaragua tiene tres; Dominicana y Ecuador, dos; y finalizan la cuenta Brasil, Chile, Cuba, Paraguay, Uruguay y Argentina, con una. A esto hay que sumarle las bases en el Caribe.

Historia y números de una vieja costumbre

La génesis de la política militar imperialista en constante expansión, o al menos en gran envión que lo llevó a consolidar sus ambiciones imperiales, podría situarse en los primeros años de la Segunda Guerra Mundial: tras abandonar la neutralidad, bajo la Ley “Cash and Carry”, Estados Unidos vendió armamento y tecnología a Gran Bretaña y Francia, pero los costos de la guerra prolongaron el “carry” y agotaron el “cash”. Menos de un año después, firmaban el “Acuerdo de destructores por bases”, donde el Reino Unido le cedía posiciones de ultramar a cambio de recursos bélicos. Fue la primera probadita de una especie de adicción que se auto justificaría con el periodo de la Guerra Fría y la necesidad de extender su presencia y ampliar sus esferas de influencia.

No es casualidad que el momento en el que se consolida esta maniobra de intervención esté reflejado en los mapas. Aun sigue siendo Alemania el país con más bases militares estadounidenses en el mundo. El 52% de las que tiene en Europa, lo que equivale a decir el 28% de todas, están apostadas allí donde alguna vez un muro dividió al mundo capitalista y comunista.

Tampoco es casualidad que el otro punto sobre el que estableció bases el país imperialista después de la Segunda Guerra también sea su punto fuerte en el Pacífico. Japón alberga al menos 130 dependencias militares, en su mayoría desarrolladas después de 1945. Y, tras la guerra en la península coreana (1950-1953), se suman otras 30 en Corea del Sur. Se estima que el promedio de soldados en territorio nipón supera ampliamente los 50 mil, mientras que en las bases coreanas el número fijo ronda los 30 mil. 

Esta no es una política exclusivamente norteamericana en absoluto: Reino Unido, Turquía, Australia, Italia, Rusia, India, Grecia y China también cuentan con bases militares fuera de sus territorios, pero el número es lo que hace la diferencia: las instalaciones estadounidenses representan el 95% de todas las instalaciones extraterritoriales del mundo. 

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