El domingo 22 de septiembre el diputado de 55 años Anura Kumara Dissanayake ganó las elecciones presidenciales en Sri Lanka encabezando el frente Nacional del Poder Popular (NPP). Se trata de una coalición de partidos de izquierda liderada por el Janatha Vimukthi Peramuna (JVP), la organización del flamante mandatario.
Se convirtió así en el 9° presidente electo del pequeño Estado ubicado en el Océano Índico y el primero abiertamente de izquierda.
1. Las elecciones
La votación se realizó el sábado 21 de septiembre. Dissanayake quedó en primer lugar con el 42,31%, seguido por Sajith Premadasa con el 32,76% y tercero se ubicó el presidente en ejercicio desde 2022 y seis veces primer ministro, Ranil Wickremesinghe con el 17,27%.
Al no superar ninguno de los candidatos el 50%, se debió realizar una segunda vuelta. Pero para esto no fue necesaria una nueva jornada de votación. Es que el sistema electoral permite que una misma persona elija hasta tres candidatos presidenciales en órden de preferencia.
Por eso, para este “ballotage”, solo se tomó en cuenta a los dos más votados dejando afuera al resto. Así fue que, al contar los votos de segunda y tercera preferencia de los candidatos eliminados, Dissanayake alcanzó el 55% para obtener la victoria.
Rápidamente recibió la felicitación y el reconocimiento de varios países vecinos como India, Pakistán, las Islas Maldivas y China, uno de sus principales acreedores externos.
Cabe aclarar que el país cuenta con un sistema en el que el presidente se elige por voto directo, pero el primer ministro es elegido por el jefe de Estado con el visto bueno del Parlamento. Quién ocupaba ese cargo hasta ahora, Dinesh Gunawardena, renunció el lunes 23 de septiembre con el fin de facilitar la transición.
2. El salto electoral y la minoría parlamentaria
Si bien Dissanayake accedió por primera vez a una banca como diputado en el año 2000, recién en las elecciones de 2019 se postuló por primera vez a la presidencia como candidato del NPP. En esa votación sacó poco más del 3% de los votos.
Un resultado similar se repitió en las legislativas de 2020. Por ese motivo, en la actualidad, toda la coalición de izquierda cuenta con apenas 3 diputados sobre 225. Recién el año próximo se elegirán nuevamente parlamentarios, pero hasta entonces tendrá que gobernar con una bancada ultra minoritaria, obligándolo a pactar con los partidos tradicionales del país.
Principalmente con el Frente Popular de Sri Lanka (SLPP, por sus siglas en cingalés), conducido por la familia Rajapaksa que ha conducido el país en varios períodos de su historia reciente. Mahinda Rajapaksa fue el presidente que puso fin en 2009 a la extensa guerra civil con los tamiles -masacres y violaciones a los derechos humanos mediante-. En ese entonces su hermano Gotabaya era ministro de Defensa. Años después, este último sería presidente y su hermano primer ministro. La crisis y las masivas protestas de 2022 hicieron crujir su hegemonía.
3. La crisis de 2022
En julio de 2022 Sri Lanka fue noticia en todo el mundo porque manifestantes asaltaron el palacio presidencial en Colombo, la capital. Fue el punto culminante de una serie de protestas que habían comenzado varios meses antes.
Los distintos gobiernos neoliberales habían incrementado la deuda externa hasta llevarla a 50 mil millones de dólares, sin embargo en abril de ese año el país se declaró en default. A un histórico déficit de la balanza comercial se le sumó un déficit fiscal producido por la pandemia de Covid 19 que, entre otras cosas, paralizó el turismo (responsable del 13% del PBI).
Rápidamente se produjo un incremento de la inflación y una escasez de bienes esenciales, muchos importados entre los que se contaban alimentos, combustible y medicamentos. Esto se combinó con un golpe autoinfingido: un año antes, en abril de 2021, el gobierno prohibió la importación de fertilizantes químicos. Esto estaba en el programa de gobierno del entonces presidente, Gotabaya Rajapaksa. Pero el plan original era hacer una transición de 10 años.
Aruna Kulatunga, analista político y ex asesor del gobierno en materia de Agricultura, sostuvo que más que un intento de cumplir una promesa de campaña lo que se buscó fue reducir las importaciones para no agotar las escasas divisas. Aunque las protestas de agricultores llevaron a que finalmente la decisión fuera derogada en noviembre de 2021, ya era tarde. Para ese momento la producción de té (10% de los ingresos de exportación) y arroz (alimento clave para la población) se habían hundido.
El 13 de julio de 2022 Gotabaya Rajapaksa renunció y en su lugar asumió el primer ministro Ranil Wickremesinghe en calidad de interino hasta finalizar el mandato. Lejos de resolver los reclamos populares, continuó con un plan de ajuste. En 2023, firmó un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para conseguir un rescate de 2.900 millones de dólares. A cambio tenía que eliminar subsidios a la electricidad y duplicar el IVA llevándolo al 18%. La pobreza se elevó, llegando al 25%.
4. Las propuestas de gobierno del NPP
Sin dudas, esta crisis fue la que le permitió a la coalición de izquierda y puntualmente a Dissanayake, presentarse como una alternativa a los partidos tradicionales haciendo eje en las cuestiones económicas.
Ante la escasez de alimentos, la propuesta del nuevo gobierno prioriza la autosuficiencia, una reforma agraria y un proceso de industrialización. También se plantea renegociar el acuerdo con el FMI con el objetivo de nacionalizar algunos sectores de la economía, puntualmente servicios públicos como la energía. También ha realizado promesas de redistribución de la riqueza a través de impuestos progresivos (eliminando el IVA de alimentos y medicamentos) y aplicando un aumento del gasto social.
Otro punto relevante de la campaña fue la agenda anticorrupción y en pos de una mayor transparencia en el gobierno.
Finalmente, Dissanayake matizó el nacionalismo cingalés de su partido, haciendo énfasis en la unidad nacional para resolver la crisis. «La unidad de los cingaleses, los tamiles, los musulmanes y todos los habitantes de Sri Lanka es la piedra angular de este nuevo comienzo», escribió en sus redes sociales el domingo.
5. El partido marxista y la guerrilla maoista
El partido político del nuevo presidente, el JVP, fue fundado en 1965 bajo el liderazgo de Rohana Wijeweera. Hijo de un militante comunista, se formó en la Universidad de la Amistad de los Pueblos Patrice Lumumba en Moscú. Sin embargo, ante la división entre la Unión Soviética y la China maoísta, Wijeweera optó por esta última.
En sus comienzos el JVP también estableció buenos vínculos con la República Democrática Popular de Corea (Corea del Norte) y la República Democrática Popular de Yemen (Yemen del Sur).
En 1971 llevó adelante un primer levantamiento armado, pero la operación terminó en una catástrofe. Miles de militantes fueron asesinados y el líder de la organización encarcelado hasta 1977. En 1982 Wijeweera se presentó como candidato a presidente y terminó en tercer lugar con el 4% de los votos.
La guerrilla del JVP intentó otra insurrección entre 1987 y 1989 en rechazo al pacto entre Sri Lanka y la India que buscaba poner fin a la guerra civil entre el gobierno central y los tamiles independentistas del norte (de religión hindu, a diferencia de la mayoría budista del país). El pacto establecía la creación de una 13° enmienda en la Constitución que garantizaba una mayor federalización del país y el establecimiento de una fuerza de paz con soldados indios.
Esto fue rechazado tanto por los independentistas tamiles -que no fueron consultados- como por el nacionalismo cingalés al que adhería el JVP. Aunque a diferencia del alzamiento anterior, este se extendió en el tiempo, terminó nuevamente en una derrota. En un proceso que todavía hoy se discute si fue un genocidio, se estima que unos 30 mil militantes y adherentes al partido fueron asesinados, incluido su dirigente histórico Rohana Wijeweera.
6. Un hijo de la vía institucional y un cuestionable nacionalismo
Tras la masacre y el fin del levantamiento en 1989, el JVP decidió abandonar la lucha armada. Dissanayake se había sumado a las filas del partido a fines de la década de 1980 cuando comenzó a estudiar en la universidad. Allí se convirtió en líder estudiantil, aunque debió pasar a la clandestinidad durante la insurrección.
Con el cambio de orientación política volvió a su militancia universitaria y en 1995 fue nombrado Organizador Nacional de la Asociación de Estudiantes Socialistas. Para 1998 ya integraba el Politburó del partido y en el año 2000 fue electo diputado por primera vez.
Durante esos años el partido adoptó una posición nacionalista instransigente y se opuso a las negociaciones de paz de 2002 con los Tigres de Liberación del Eelam Tamil (LTTE, por sus siglas en inglés), la organización independentista más importante del norte de la isla. En 2004 hizo una campaña explícita contraria al alto el fuego y formó una alianza con el partido de Mahinda Rajapaksa. Así fue que Dissanayake se convirtió en ministro de Agricultura, cargo que ocuparía durante menos de un año ya que en 2005 el JVP se retiró del Ejecutivo en protesta por la distribución de la ayuda humanitaria -y la cogestión de esta con los tamiles- luego del tsunami que azotó la isla en diciembre de 2004.
Esta postura nacionalista se asentaba en los planteos del fundador del partido: Wijeweera sostenía que los reclamos independentistas del pueblo tamil eran funcionales al imperialismo estadounidense.
La guerra civil en Sri Lanka se daría por terminada en 2009 cuando el Estado central proclamó su victoria total luego de varias acciones ofensivas sobre los territorios tamiles. Por su parte el LTTE reconoció la derrota y su incapacidad para continuar la lucha armada. En 2014 la ONU instó a crear una comisión que investigara posibles crímenes de guerra, sin embargo Sri Lanka se ha negado sistemáticamente a colaborar.
7. La incógnita del futuro
A pesar de estos antecedentes, durante los últimos años Dissanayake ha ido modificando -al menos públicamente- varias posturas históricas de su partido. Él fue uno de los impulsores del NPP, buscando ampliar el espacio de izquierda en el país. Además, sin hacer un giro abrupto que resultaría poco creíble, le ha bajado considerablemente el tono al nacionalismo cingalés.
En abril de este año, en una gira por el norte del país, le dijo a una audiencia con mayoría de tamiles: “No vine aquí a ofrecerles federalismo para poder pedirles su voto. Vine aquí para discutir cómo podemos ayudar a Sri Lanka a salir de su crisis”.
A esto hay que sumar su débil posición institucional debido a su pequeña bancada de diputados. En ese sentido, sin duda su gobierno tendrá que negociar con diversos sectores políticos y sociales por lo que no puede darse el lujo de atizar conflictos innecesarios.
Como escribieron Vijay Prashad y Atul Chandra en un artículo para People Dispatch “está por verse si Dissanayake será capaz de cumplir con su programa de soberanía económica”. Sin embargo, agregan, “su victoria ciertamente ha alentado a una nueva generación a respirar nuevamente, a sentir que su país puede ir más allá de la desgastada agenda del FMI e intentar construir un proyecto de Sri Lanka que podría convertirse en un modelo para otros países del Sur Global”.