La semana que dejamos atrás mostró un Gobierno balbuceante que se contradijo una y otra vez a sí mismo. Y que también fue dejado en offside por las autoridades del Fondo Monetario Internacional (FMI) cuando su vocera, Julie Kozack, aclaró que la plata del nuevo préstamo que se está negociando será otorgada en varios desembolsos y en función del cumplimiento de ciertas pautas, como pasa en todos los casos.
La confusión que, en épocas de luna de miel, parecía ser un instrumento usado por el Gobierno para avanzar en medio del desconcierto del resto, ahora es tomado como signo de debilidad por los mismos grupos financieros que hasta hace dos meses parecían ser uno de los aliados más firmes del experimento mileista. En síntesis, la corrida cambiaria siguió y el Banco Central volvió a perder reservas para intentar sostener la brecha entre el dólar oficial, el paralelo y los financieros.
Obviamente el acuerdo con el Fondo está en el centro de la escena desde hace semanas. Pero se habla mucho menos de la envergadura de la deuda externa y, más puntualmente, de la que el país ya tiene con el FMI y de la que pasaría a tener si se concretan las cifras de las que habla el Gobierno.
La deuda actual asciende a los 41 mil millones de dólares. Si el nuevo acuerdo llega a los 20 mil millones como planteó el ministro Luis «Toto» Caputo, ésta va a representar el 10% del PBI y el equivalente a tres años de superávit comercial a niveles de 2024 (un año no caracterizado precisamente por un boom económico). A su vez, esos números hablan también de una relación más que especial con el organismo internacional. Si se tiene en cuenta la cuota que aporta cada país y los créditos otorgados, la situación de Argentina es solo comparable con la de Ecuador, que es una economía dolarizada y mucho más pequeña, e implica casi el doble de los fondos otorgados a Ucrania, un país en guerra.
Solo para agregar un dato más: cuando a principios de 2006 el Gobierno de Néstor Kirchner canceló la deuda con el FMI, ésta llegaba a unos 9.500 millones de dólares y la economía argentina crecía a un 8%. Es decir, hay que volver a machacar, una y otra vez, sobre el nivel de dependencia que va a implicar este nuevo acuerdo en los próximos años.
Por otro lado, en medio de toda esta crisis, el cierre de listas en la CABA parece haber quedado a contramano para La Libertad Avanza (LLA). Decidido a no acordar con el PRO y a desplazar a un dirigente muy identificado para el común del electorado con Milei, como es Ramiro Marra, la LLA optó por la candidatura del vocero presidencial, Manuel Adorni, y a jugarse el todo por el todo a nacionalizar la elección. Una estrategia que hace apenas dos meses podía parecer la mejor, pero que hoy tiene un alto nivel de riesgo para el mileismo.
La otra gran cuestión de la semana, fue el planteo de Javier Milei respecto del futuro judicial de Cristina Fernández de Kirchner. El presidente dijo que ella “sabe que va a ir presa” y la trató de “futura presidiaria”. Esto se trata de una novedad en el discurso del presidente. Obviamente habla de la gravedad de la crisis que atraviesa el Gobierno que busca hacerse fuerte en base a un punto débil en el bando opuesto. Y también de un escenario que no puede ser descartado. En cualquier caso, la detención de la ex presidenta sumaría un ingrediente más para reforzar la condición de un país económica, institucional y políticamente a la deriva.
La sola reinstalación de un posible encarcelamiento de la principal dirigente de la oposición habla de otro manotazo de ahogado, igual que acudir al FMI. No obstante, es interesante pensar algo: la persecución judicial a Cristina es avalada y ejecutada desde hace años por un bloque empresarial, judicial y mediático que, a esta altura está claro, no es ni republicano, ni garante de un capitalismo eficiente, ni abanderado de la libertad de prensa. Un bloque de sectores privilegiados que no se opone a la existencia del peronismo, ni siquiera a la del kirchnerismo en sí mismo, no le quita el sueño ni el peronismo salteño, ni la posibilidad de una nueva versión moderada, como fue el intento del Frente de Todos. Más concretamente, ese bloque de poder lucha contra un espectro: el que hace referencia en un puñado de políticas llevadas a cabo fundamentalmente entre 2008 y 2012, que pusieron en cuestión parte de sus privilegios.
Mientras tanto, en la interna del kirchnerismo todo parece igual o más empantanado que hace unas semanas. La imposibilidad de un acuerdo para el cronograma electoral en la provincia de Buenos Aires y las zancadillas explícitas al gobernador Axel Kicillof amenazan con limar su imagen y, sobre todo, atentan contra la posibilidad de aprovechar la crisis del Gobierno nacional para profundizar su desgaste, poniendo en evidencia el significado de un nuevo acuerdo con el FMI y proponiendo salidas alternativas de cara a una sociedad.
En todo caso, como mostró una vez más la movilización del 24 de marzo, la cuestión no pasa por la presencia recurrente de los espectros del pasado en el presente, sino de elegir los espectros adecuados para imaginar un futuro deseable y evitar que se conviertan en fantasmas que hagan más difícil ese camino a construir.
- Esta columna es una síntesis del panorama semanal realizado por el autor el sábado 29 de marzo de 2025 en el programa Fuimos Muy Ingenues (FMI) de FM La Tribu.